El grupo teatral catalán Els Joglars, autoexiliado de Cataluña por su enfrentamiento con la política y la sociedad independentistas, cumple el próximo año medio siglo de existencia. Para empezar a celebrarlo ha montado un “antihomenaje” en clave sarcástico-burlesca en el que sus actores se interpretan a sí mismos imaginando que se encuentran en 2036, es decir cuando la compañía hipotéticamente cumpla 75 años. El espectáculo, bajo el título 2036 Omena-G, se presenta como la obra que ensayan e improvisan los miembros del grupo, ya viejecitos decrépitos pero aún suficientemente marchosos, que viven internados en los "cobertizos" de un desvencijado centro geriátrico para actores («Ogar (sic) del Artista»). Su objetivo es organizar una función conmemorativa tomando pie de diferentes actividades habituales en una residencia de la tercera (o cuarta) edad y de algunas (pocas) referencias a la trayectoria teatral de Els Joglars. Una especie de canto de cisne ante la inevitable llegada del ocaso. Y, en sus más logrados momentos, un corte de mangas a la Parca. Pude verlo el pasado domingo en la sala noble (la roja) de los Teatros del Canal, en Madrid.
El espectáculo está organizada como una sucesión casi aleatoria, pero bien trabada, de sketchs en los que los juglares, conducidos por dos presentadores futuristas y algo descerebrados, se burlan en primer lugar de sí mismos y de los achaques de la edad, y después, de una serie de comportamientos sociales que, en sus aspectos más polémicos, tienen como principal nexo el estar casi todos referidos a conductas, actitudes, posturas políticas y personas y personajes identificables con lo que, grosso modo, podríamos denominar una tipología progresista. Así, el matrimonio homosexual, la ley del aborto, la alianza de civilizaciones, el «no a la guerra» o incluso la polémica y agria discusión en torno a la fiesta de los toros son objeto de parodias y chistes más o menos afortunados o previsibles, todo ello sobre el paisaje de un país ya para entonces federalizado y todavía arruinado por «la política de Zapatero».
Las acciones están subrayadas por textos mostrados en una pantalla que sirve de decorado de fondo, a modo de ojo vigilante de un Gran Hermano omnipresente, y donde se repite hasta la saciedad que el espectáculo cuenta con la esponsorización de “La Cacha”, en clara alusión a una muy conocida entidad de ahorros catalana. Esos textos, ofrecidos a modo de ambientación e hilo conductor de las escenas, componen por sí solos una verdadera línea editorial. Una propuesta cómico-ideológica que bien podría haber sido ideada por los espesos humoristas que suelen acompañar a Jiménez Losantos en sus sermones matinales.
El extraordinario trabajo físico de los actores (la simulación de los estragos del envejecimiento alcanza límites de gran perfección) y el rítmico engranaje de situaciones, bien coreografiadas y musicadas, a veces bajo la sugerencia de escenas de cine mudo, son los aspectos más destacados del espectáculo. Junto con la hermosa, poética, incluso sublime, secuencia final (a la que corresponde la imagen superior), digna de figurar en una antología de momentos inolvidables del grupo. Hay escenas, especialmente algunas de las protagonizadas por Ramón Fontseré, con su habitual maestría, que son un prodigio de composición. Y momentos de hilaridad chaplinesca. Así como notables rasgos del ingenio zumbón al que Boadella nos tiene acostumbrados.
Sin embargo, este Omena-G resulta muy irregular e incluso pobre en cuanto a su guión (no faltan en él tópicos bochornosos) y marcadamente tendencioso en cuanto a sus objetivos preferidos de burla. Personalmente, esperaba encontrar en una obra de este cariz más y mejor ideadas alusiones a momentos cruciales de la historia del grupo y, sobre todo, una mayor amplitud de miras a la hora de hacer un recuento crítico del presente. Frente a ello, el espectáculo cae con excesiva frecuencia en un tono seudopanfletario que sorprende por su carácter romo, tópico muchas veces y casi sectario en su miopía.
Albert Boadella, cuya inteligencia escenográfica está fuera de toda duda, avalada por una trayectoria teatral sin apenas parangón en la historia reciente del teatro español (e incluso euopeo), suele reclamar para sí el papel “tocapelotas” del bufón y una permanente vocación anárquica de «ir contracorriente», en especial contra el poder dominante, sea cual fuere. Muchas veces lo ha cumplido. Y es posible que él piense que en este caso también lo sigue haciendo. Pero habría que hacer caso omiso de su privilegiada relación con Esperanza Aguirre (que también es poder) para no sospechar que en la ausencia casi total de críticas hacia posiciones propias del bando conservador (¡con la que está cayendo en el entorno del PP y sus aledaños ideológicos!) pueda existir un ejercicio zafio y triste de servidumbre. Vamos, que al bufón se le ve, me parece, el relleno, la panza agradecida.
Así las cosas, más que ante un autohomenaje, ¿no estaremos, verdaderamente, frente a los síntomas de un ocaso... el de la libertad de un creador?
Imagen superior:
Escena final de la obra: Molière acompañar en su tránsito al más allá del escenario a los actores
mientras las almas de sus personajes ascienden a la gloria.
Fotografía toma de Notodo.com
6 comentarios:
Alfredo, interesante reseña. La tendremos en cuenta si hay opción de poder ver la obra, aunque no sé, no sé...
Venir a tu posada es disfrutar de cosas a las que seguramente la mayoría no tendremos ocasión de ver. Pero siempre me voy con la impresión de que estuve ahí. De que tu palabra es fiable totalmente y de que como tú no das puntada sin hilo, lo que nos cuentas si tiene que desollar, desollará, si brillar, brillará...
Gracias por estar ahí, Alfredo.
Un abrazo.
A los señores feudales (y a las señoras) les gusta tener su propio bufón de corte, y la condesa no es excepción. Podría haberlo elegido entre la nutrida nómina de payasos de Teleesperanza en lugar de tentar al juglar Boadella, que por fin parece haber encontrado en Madrid la canonjía que Pujol le negó en Barcelona. Lástima de talento, aunque también hay que decir que últimamente (quizá desde “Daaalí” en 1999) el antiguo brillo se había limitado a mañas y oficio de vuelo bajo, salpicado de ocasionales destellos de inspiración.
Gracias a los tres, sois muy amables.
Antonio, me imagino que no es fácil que la obra forme parte de programaciones municipales cercanas, aunque nunca se sabe...
Luisa, lo de "no dar puntada sin hilo" me hace mucha gracia y, en fin, tienes razón: no sé si lo consigo pero la intención es esa.
Navajo, comparto tu impresión sobre esos síntomas de decadencia en los últimos espectáculos juglarescos (aunque no los he visto todos); pero hay que seguir destacando la gran calidad profesional de los actores y los destellos de genio.
Sobre el propio Boadella, me pareció muy interesante el libro de memorias que publicó hace unos años en Espasa ("Memorias de un bufón", creo que era su título). Da un poco de grima verlo ahora pasearse por televisiones intermaulladoras rodeado de rancios telepredicadores, de los que por cierto cuesta trabajo diferenciarlo. En fin.
No creo que tenga oportunidad de verla, pero tu crítica está bien argumentada. Seguro que el genio e ingenio de Boadella se deja entrever, un rico nunca se arruina del todo. Pero desde luego que resulta sospechoso que un "tocapelotas" no sepa hacerle un corte de mangas, por ejemplo, a la sanidad de doña Esperanza o cortarle un traje a medida a los (de)sastres del PP.
Me fío de tu crítica porque coincido con otras que has hecho: Ágora, Celda 211, El secreto de sus ojos Y Avatar: te veo Tebeo. No creo en absoluto que esta película marque un antes y un después en la historia del cine. Aunque los paisajes y el mundo de Pandora se muestra con gran belleza, no me deslumbran los efectos especiales y la batalla final me resulta tediosa, larga y ruidosa. Prefiero la sencillez de "El cristal oscuro" o la ternura y el humor de un corto de animación como "La dama y la muerte" http://www.youtube.com/watch?v=yEqTEAug0eE o la historia gatuna, romántica y bohemia de "The cat piano"
http://www.youtube.com/watch?v=k921Od06jfE
Un abrazo
Gracias por la confianza, Shandy. Y por los buenos enlaces, dignos de figurar en una sesión estelar.
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