sábado, 5 de marzo de 2022

EL OBOÍSTA EGOÍSTA

Intérpretes de oboe pícolo,
en una página de las Cantigas de Santa María (siglo XIII).


—¡A las buenas tardes!
—Tardes sí que son.
—Habrá usted comido.
—No exactamente.
—Ah, claro: la Cuaresma.
—No, ya sabe usted…
—Cada vez menos.
—… que tengo bula.
—¡Pues sí que es usted antiguo!
—Tradicional sólo.
—E irónico, presumo.
—Se intenta, claro está.
—¿Y entonces podemos decir o no que son buenas?
—¿Las tardes? ¡Qué remedio!
—¿Con qué fin?
—Hay que ser constructivos.
—Y que lo diga. Y arrostrar la marea.
—Me gusta su espíritu marinero.
—Es sólo un ejercicio de cordura.
—Ya lo creo. Hay que ver cómo se ha puesto todo.
—Lo dice por los rusos.
—Bueno, más que nada por los ucranianos.
—Qué tristeza.
—La bestia humana otra vez al galope.
—Es que no escarmentamos.
—Ya se sabe: la sombra de Caín es la de un burro.
—De su quijada, en concreto.
—Talmente.
—El hueso asesino.
—Cuando la herramienta se convierte en arma.
—Y se arma la de Dios.
—Al este del Edén.
—Y al Este de Europa.
—Raptos de locura
—Delirios imperiosos.
—Siempre hay un caballo loco que montar.
—Por eso lo digo: el caballo aquel de Gil y Tal.
—Imperioso, en efecto.
—Menuda historia, la saga marbellí.
—De letra pequeña. La de ahora, acongoja.
—¡Ya lo creo! Fíjese si no en lo de la central nuclear.
—Hay que haber perdido hasta el oremus.
—Y todo atisbo de projimidad.
—Vuelve el terror demoledor.
—Y eso que parecía agua pasada.
—Siempre hubo hijos de Putin.
—Y tanto.
—Me recuerda también la historia del músico incendiario…
—¿Un tal Nerón tal vez?
—No, no. Un oboísta, no un lirista.
—Delicioso instrumento.
—¿El oboe? Ya lo creo
—De sonoridad penetrante…
—Y mordente…
—… y algo nasal.
—Sí, veo que estamos en sintonía.
—Wikipédicos, más que nada.
—¿Conoce la historia del oboísta egoísta?
—Eso suena a farsa.
—Bueno, es pura invención.
—¿Con copyright?
—Aún no, pero…
—Me barrunto que me la está colando.
—No descarte usted nada.
—¡Eh, oiga!
—No, no. Era broma.
—Bueno, y ese horrible ripio…
—¿Cuál de ellos?
—El del egoísta.
—Ah, el oboísta. Es un cuento con moraleja.
—Ya, una patrañera de ricos con ínfulas.
—Ja, ja. No deja pasar ni una. Pero no.
—¿Entonces?
—Érase una orquesta en la que el oboe solista…
—O sea, el oboísta.
—Yes. El oboísta era un intérprete muy pagado de sí mismo.
—“Artistas: narcisistas”, ya se sabe.
—Este exigía que todas las partituras elegidas fueran aquellas…
—… en las que el oboe…
—… tuviera un papel protagonista.
—Egoísta, por tanto.
—Fue el caso que, una vez acabado el repertorio…
—Barroco, mayormente.
—En efecto. Tras eso, no se le ocurrió otra cosa que…
—A ver, a ver…
—… modificar las nuevas selecciones musicales y transcribirlas todas para oboe.
—¡Qué locura!
—¿Se imagina cómo acabó la historia?
—No, cuente, cuente.
—Pues en un motín.
—¿Rebelión en la orquesta?
—Así fue: toda la sección de cuerdas y el resto de los vientos se conjuraron…
—¿Y qué obtuvieron?
—Consiguieron que el oboísta fuera deportado.
—No me diga dónde.
—¿No quiere saberlo?
—Ya me lo imagino…
—Y eso…
—Hombre que con tantas conversas merlucinas, ya le voy calando.
—Ja, ja, va de suyo.
—Sus ocurrencias, más bien.
—Así que sabe…
—… que el artista del oboe…
—… fue deportado…
—¡¡A las Islas Feroe!!
—¡Asombroso!
—Mas bien de cajón.
—Jaja, le ahorro la rima.
—Le veo venir.
—Pues ya me iba.
—Pues agur
—Chao.
—¡Bacalao!
—¡Es usted incorregible!
—Merluzo no más…
(LUN, 816 ~ El retorno de los Merluzos)

viernes, 4 de marzo de 2022

UN POCO DE VIENTO



U N O D
R T S O
E S C U
O R T A

La tarde, de querencia todavía invernal y cruel y más lánguida que la boca de un asno, le puso ante los ojos un viejo molinillo de palabras en cuadrícula y, sacándolo a la ventana, dejó que el viento ordenara la novela. Comenzaba así:
«Un doctor acusó a otro de curandero. Cuando todo se tornó estruendoso, se desató un cruento trance tras otro trance cruento. Se truncó todo don de curar, todo recto, sano, terso trato contra crudas tretas. Nuestro donoso cuarto se trocó en un antro oscuro. Trance nudoso. Cuesta tanto. Se nos acusó de no contar con un resto de ternura. Truenos rotundos. Costra de acero. Oscura recta. End».
Luego, una ráfaga súbita deshizo la flor de palabras y el aire se llenó de vacío.
(LUN, 817 ~ Molinillos de oraciones)

jueves, 3 de marzo de 2022

Entrevista con Jorge Girbau

 


(En voz alta). En «El rincón de Amargord» en conversación con Jorge Girbau. Por si tienen un rato. Gracias, amigo.

EL BESO

 

Gustavo Vilchis López: Al otro lado de un beso, 2010.

Por fin, después de más de setecientas noches de culebrón, se dieron el primer beso. En realidad fueron dos.
—¿A que no eres capaz de darme un beso?— simuló suplicar ella con su boca muy cerca.
—Pues claro.
Y la besó con una delicadeza casi imperceptible.
—Ahora te toca a ti— dijo él, como quien dobla la apuesta.
Y lo besó con una suavidad que no se sabía si era timidez o delicadeza.
Se iba él y ella musitaba:
—Ha sido hermoso.
«Corten. Toma válida»», dijo la voz.
No sabían que estaban siendo filmados. Esta es la prueba.
(LUN, 818)

miércoles, 2 de marzo de 2022

Miércoles de ceniza


(
Al filo de los días).
A propósito de este miércoles de ceniza, tan especialmente miércoles y ceniza, apenas puede haber nada más preciso que el singular y conocido poema homónimo de T. S. Eliot. Un canto de aceptación del sinsentido de la vida y una oración tensada con todos los sentidos, y acordada con las viejas palabras rituales, a las que el ejercicio de la razón sintiente del poeta logra darle un significado consolador y una belleza íntima y profunda. Ya otras veces me había ocurrido, pero oyendo ahora esta versión, tan hondamente declamada, me han parecido muy nítidos los vínculos con el último Juan Ramón Jiménez, y en concreto con el autor de Espacio, otro de los poemas imprescindibles de la tradición poética en la que seguimos viviendo, reflexionando, cantando. Memento homo…

RETABLO DE FIGURANTES Y ESTAFERMOS...

 RETABLO DE FIGURANTES Y ESTAFERMOS PARA SALIR DE UN FUGITIVO CARNAVAL

José Gutiérrez Solana: Máscaras, hacia 1932.
Fundación Banco Santander, (colección del artista)
Boadilla del Monte (Madrid).

En días oscuros de guerra no era fácil, ni teniendo el volandero humor de Perec, poner en un mismo plano figuras como ‘El antiguo clown de Varsovia que llevaba una vida oscura en el departamento del Oise’, justo al lado de ‘La suegra que cortaba el agua caliente si se iba a afeitar su yerno’, y no muy lejos, figúrense, ‘El holandés que decía que todo número es suma de X números primos’. Claro que, frente a este imbatible trío, sobre cuya convivencia sólo cabe suponer una catarata imparable de incomprensiones y desplantes, se enfilaban, si bien cada uno muy consciente de su propia circunstancia, nada menos que el triunvirato ad hoc integrado por ‘El autor de crucigramas que definió el bacalao: “va empapao, aun seco”’; a su izquierda, “El atomista que leía en los labios del hombre-tronco sordomudo’; y, finalmente, a su diestra, ‘El bandido albanés que cantaba su amor a la star de Hollywood’. Presidiendo la escena, acaso como árbitro in péctore, aunque más bien centrado en su propia misión culinaria, se hallaba ‘El industrial alemán que se empeñaba en asar una pierna de jabalí’. Ni que decir tiene que este último, sin duda muy a su pesar, evocaba la figura animada de aquel galo glotón que ahora mismo se está desbordando, hipócrita lector, de tu acaso un tanto fatigada mente.
(LUN, 819, Perec al paso, 41-47)

martes, 1 de marzo de 2022