miércoles, 1 de julio de 2020

En el Museo

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Ilustración ©️Javier Serrano, 2020.


A veces me echo andar en compañía por la ciudad repleta de señuelos. Madrid es una suma escandalosa de afanes y rumores bajo el cielo más hermoso del mundo. Y están también —claro— sus museos: promesas de un viaje interminable que casi siempre emprendo de la mano de algún alma gemela..., o eso creo: pues es sabido que a menudo vivimos —todos: también tú, hipócrita lector— al socaire de más o menos nobles ilusiones. Estas caminatas, que me llevan hacia puntos diversos de la villa, son episodios naturales de una crónica en marcha y tienen la virtud de conducirme hacia territorios y experiencias donde siento que aún puedo aprender a mirar: esa lección que no se acaba nunca.

Recuerdo bien las tantas veces que he traspasado los tornos del Museo del Prado («yo tenía quizá, la vez primera, pájaros de barro en los ojos») y en especial aquellas en que, gratis et amore —como suele ser lo mejor de la vida—, he podido compartir la visión y matizarla con comentarios nacidos desde dentro mismo del arte de pintar. Un privilegio. Como lo fue aquella ocasión —¿recuerdas, Javier?— en que subimos las amplias escaleras de la Casa de la Moneda para pasar unas horas, solitarios, deambulando por sus salas, seducidos por la gracia y el empeño y los juegos de manos de un pintor de ángeles, que además fue tu amigo... O, en fin, las incitaciones espontáneas, incluso intempestivas, para adentrarnos por el amplio zaguán de la calle Castelló hacia trozos de historia sensible colgados en paredes y en torno a los que siempre es fácil —incluso hasta la reconvención— enfilar un rosario de impresiones como cerezas que van saliendo una tras otra, cosecha inevitable, de la cesta del gozo, la ocurrencia, el entusiasmo, la mirada perpleja y la emoción. En suma: los privilegios de la vista.

En realidad, el mejor museo de Madrid son sus calles, tan llenas de museos, y de piezas, obras y personas dignas de figurar en el mejor museo: el que cada día se inventa la amistad.

martes, 30 de junio de 2020

HaiKu/HaiKo


(HaiKu, 1)
Meditaciones
de abolición del tacto:
pajas mentales.

(HaiKu, 2)

En un lugar
de la Mancha de cuyo
nombre no quiero...

(HaiKu, 3)

Joven o viejo, 
siempre tendrás Cien años
de soledad.

(HaiKu, 4)

En busca del
tiempo perdido corre
Proust, don Marcel.

(HaiKu, 5)
Hablar con Borges:
un jardín de senderos
que se bifurcan.



(HaiKu, 6)
Enciende Valle
—maravillosa lámpara—
Luces de Bohemia.


(HaiKu, 7)
Paz para el mundo
mientras giran las horas:
Piedra de sol.


(HaiKu, 8 😎 )
Sender o «La aventura
equinoccial de Lope
de Aguirre» (Y Herzog).


(HaiKu, 9)
Lezama lima,
con su lengua barroca,
el Paradiso.


(HaiKu, 10)
En la Rayuela
Cortázar se la juega:
fama o Cronopio.


(HaiKu, 11)
Duda Unamuno
con Sentimiento trágico
de la otra vida.


(HaiKu, 12)
Benet avisa:
«Volverás a Región»,
aunque no vayas.


(HaiKu 13: CjC)
Genio y figura,
no cela don Camilo
su sigla fálica.


(HaiKu, 14)
Viento en la patria
de Juan Carlos Onetti:
¡Santa María!


(HaiKu 15: Bloomsday 2020)Regresa Ulises
desde Troya a Dublín:
Molly lo espera.


(HaiKu, 16)Calles de Tánger, 
Mohamed Chukri invita:
«El pan desnudo»
(o «El pan a secas»).


(HaiKu, 17)
¿Aún no han leído
a José Gorostiza?:
«Muerte sin fin».


(HaiKu, 18)
Maldoror nombra
a Isidore Ducasse conde
de Lautréamont.


(HaiKu, 19)
Comala: Juan
Rulfo ve a Pedro Páramo
y el llano en llamas.


(HaiKu, 20)
Terrores góticos:
siempre regresa Melmoth
El Errabundo.


(HaiKu 21)
Voy a la Escuela,
con Miguel Espinosa,
de mandarines.


(HaiKu 22)
Deià a la vista:
Robert Graves y «Yo, Claudio»,
un guiri guay.
 


(HaiKu 23)
Desde El Corbacho
nos riñe el Arcipreste
de Talavera.


(HaiKu 24)

Entre naufragios,
Rafael Sánchez Ferlosio:
buceo y vuelo.


(HaiKu 25)
Con Don Julián,
Juan –hoy tú solo– explora
Reinos de taifas.


(HaiKu 26)
Ay, Henry, Henry,
la carne de tus Trópicos
qué lejos queda...


(HaiKu 27)
Con Annaïs
Nin pasé entre las sábanas
días febriles.


(HaiKu 28)
De Alejandría
nos sedujo el cuarteto
de Lawrence Durrell.


(HaiKu 29)
Últimas tardes,
Juan Marsé, con Teresa
y el Pijoaparte.


(HaiKu y 30)
«Y de Quevedo...
{rumia el censor corchete}
¿qué es lo que vedo?»


La lista

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Jasper Johns: Fool’s House, 1961-62, óleo sobre lienzo con escoba (escultura), toalla, marco y taza.
Col. particular. © Jasper Johns / VAGA, New York / DACS, London 2017.
Como ya andaba de retirada, consultó en el manuscrito las diferentes anotaciones condenadas a quedarse en el tintero, quién sabe si a la espera de otra oportunidad. Eran muy numerosas y algunas casi tenían fuerza por sí mismas, sin más requerimientos. Pero sintió especial ternura por las criaturas que figuraban en una lista llamada «Los Olvidados» y me pidió que le permitiera siquiera mencionarlas para librarlas del destino al que les parecía condenar su nombre. No pude por menos que acceder, aunque esta hipocresía suya de fingir que me pide permiso ya me cansa un poco: como si no supiéramos quién manda de verdad aquí. En todo caso, que conste que en esa larga lista aparecen, sin orden aparente, las mulas (y otras ganaderías), el rulo de piedra, las latas de membrillo, la tabla de lavar, las máquinas flipper, el hombre-bala y otras figuras del circo, el tren de carbonilla, los carros de ruedas sonorosas, las chapas y sus mil usos (carreristas, cortinas, collares, cintos), la troje con sus juegos prohibidos y su olor acre, la fauna doméstica (aves, conejos, gatos y un pavo por Navidad), el armario del hielo, las resistencias para calentar agua (en el internado), los casetes (y Las casetes de McMacarra), las filminas (más tarde también llamadas transparencias), los carbones voltaicos de las máquinas de cine, las monturas, las bolas de nieve y los muñecos con nariz de zanahoria, el zootropo, los discos de pizarra y los de plástico, los tebeos de Tamar, las pinturas Alpino, el chocolate Dulcinea, la boina de la OJE con su chapa plateada (de alguno de sus hermanos), la radio Telefunken, el minifutbolín, el lenguaje de las campanas, la perilla de la luz, las mantecadas de Astorga, los Juegos Reunidos, la conchas (vieiras) utilizadas de cenicero, las papas de millo, el cuarto de las ollas, el sacristán pederasta, los oficios de monaguillo y los juegos de decir misa, las misiones y sus cruces, el cajista (impresor), el ciego de las coplas, el escribano (calígrafo), la kioskera gorda, los libros-tebeo, la trenza de la abuela, su misal, la botella de anís, el vino quinado, el patín de rodamientos, el jabón casero, la plancha de carbón, el carrito de los helados, las viejas pulperías, el pozo, los billares, las pistolas de pinzas con balines de semillas... y, por fin, inolvidable, el inocente corderillo Lucero al que él alimentaba con hierba fresca recolectada en la Alameda y del que una mala tarde, al volver del colegio, supo —aunque le mintieran— que había sido sacrificado. «Sólo por él —me dice— merece la pena enunciar estos nombres contra el olvido».
...

lunes, 29 de junio de 2020

Adagia andante ( y 15)

La realidad se construye socialmente (dijo Riesman), pero solo es posible vivirla y hacerse cargo de ella de manera individual.
La realidad, las realidades.
El suelo de la realidad es la lengua.
Y el cielo de la boca.
Todo camina en pos de la fusión. Dios es el mundo.
El mundo ya está fijado con claridad en los antiguos dioses: no hay nada más poderoso que los mitos clásicos. Incluidos los monoteístas.
Los mitos son las fuentes, la fuente: de ellos nacen, brotan, todas las metáforas.
La metáfora es el arpa de hierba del poeta, su liana en la selva de los signos, un rayo capaz de conquistar el cielo.
Oh metáfora, yo te saludo.
Como todo en el vida y sus caminos, también la naturaleza de la metáfora admite gradación.
Pero no es posible avanzar sólo con metáforas. Debajo de cada metáfora siempre hay una gota de sangre. O de ámbar.
«La poesía descubre la relación de los hombres con los hechos» (WS, 278).
La imaginación es poder.
Y a todo esto, por la gracia del dios, lo llamamos arte.
En medio de ese mar nos sentimos libres.
Aunque no triunfemos, habremos cantado.
Vieja sabiduría: no desear más de lo que se tiene. Una riqueza verdadera: tener lo que se necesita.
En cualquier caso, no dejarse vencer por la oscuridad.
Intentarlo de nuevo.
Y de nuevo intentarlo.
(Madrid, a 19 de mayo de 2020. En el confín).

Falsos movimientos

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Rembrandt: Autorretrato dibujando junto a una ventana, 1648. Aguafuerte.
Desde que se enteró de que muy probablemente todos tenemos un doble —a él le gustaba repetir la expresión alemana: doppelgänger—se pasaba las noches de claro en turbio, frente al tablero, devanando sesos e hilos, por ver si se le ocurría dónde encontrarlo. Llego un momento en que ya no fue capaz de pensar en otra cosa. Un día descubrió que había perdido la sombra. Otro se percató de que no se reflejaba en los espejos. Lo que notó una noche al tocarse la cara, tras quitarse la mascarilla, no le gustó nada. De modo que no tuvo más remedio que cambiar de táctica y principiar de nuevo la búsqueda a partir de lo más simple. «La vida es un duro aprendizaje —dijo una voz—: empieza con la llegada y acaba con la partida». Sería él, el otro.
...

domingo, 28 de junio de 2020

Merluzos: la Despedida

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Bernard Buffet: Payaso Blanco (izquierda), 1997; y Payaso con margarita, 1978.

—Buenas noches.
—Noche buena.
—¿No se adelanta usted un poco?
—Es que vengo a despedirme.
—Ah, si es por eso.
—Por eso es.
—¿Se va?
—Sí, bueno, nos vamos...
—Ustedes, ¿quiénes?
—¿Cómo que quiénes? ¡Nosotros!
—Ah, nosotros. Quiere decir...
—Sí, eso mismo.
—Ya. Y se puede saber...
—¿... a dónde vamos?
—Eso también, pero antes...
—Antes, ¿qué?
—¿Que por qué tenemos que irnos?
—Es lo que hay.
—Y más a más...
—Ah, no sabía...
—¿Qué?
—Que fuera usted polaco.
—No soy polaco.
—Bueno, catalán, ya me entiende.
—No soy catalán.
—¿Entonces...?
—No, ni entonces, ni ahora.
—Pero eso que dice...
—Todo se pega.
—Claro, tanta murga.
—No sé por qué me tengo que ir yo con usted...
—Pues usted sabrá.
—¡Usted es el que dijo que nos vamos!
—Sí, eso dije.
—¿Y por qué?
—Ah, bueno. Cumplo órdenes.
—¿De quién?
—Incógnita. Soy un mero transmisor.
—¿No será usted un bot de esos?
—Que yo sepa...
—¡Tiene gracia!
—¿El qué?
—Que en el fondo todos seamos ya bots.
—Bots llenos de bits.
—¿Bots o botes?
—¡Eso tiene rima!
—Me la perdone usted.
—¿Y qué me dará a cambio?
—No sé, ¿la hora?
—La hora es un tesoro.
—Ah, el tesoro... de la juventud.
—¡Hermosa obra!
—Grandes recuerdos.
—¡Qué lejos queda!
—Vamos, que se hace tarde.
—La cosa está que arde.
—Los fuegos fatuos.
—¡Oiga, sin insultar!
—No se amohíne, amigo.
—¿Pero qué dice?
—Ya ha comenzado el tiempo de descuento.
—Eso es muy relativo.
—O sea que depende.
—Sí.
—¿Y de qué depende?
—De lo que se tarde en darle vuelta al reloj.
—Querrá decir darle cuerda.
—Es un reloj de arena.
—Ah, en ese caso, no atrasará.
—No, pero se escurre.
—Si usted lo dice...
—Es lo que hay.
—¿Vamos, pues?
—Sí, vamos.
—Adiós
—Agur.
—Adeus.
—¡Chao!
Y salen. O mejor: se pierden, como entes ausentes de ficción, entre las nieblas del fondo de la página y al sur de la pantalla, tal vez hacia la nada. Nadie es perfecto.
...

sábado, 27 de junio de 2020

Hierros (4 x 4)

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Hans Ruedi Giger: Work #217 ELP I, cubierta principal del LP Brain Salad Surgery (1973), 
de Emerson, Lake & Palmer.*

A R I O

R U G I
I G U R

O I R A


*
Miquel de Palol utilizó este misma imagen para ilustrar 
la cubierta de su novela Ígur Neblí» (Anagrama, 1994), 
protagonizada por un singular caballero.

La imagen puede contener: texto que dice "MIQUEL DE PALOL İgur Nebli A ANAGRAMA Narrativas hispánicas"