jueves, 19 de marzo de 2020

Con Clara

La imagen puede contener: 2 personas, personas de pie, océano, playa, exterior y agua
En la playa de Matalsacañas, abril de 1993, Foto SPM
(Al filo de los días). Como soy bastante torpe —un verdadero nerd— para algunos usos digitales, y sobre todo en los que tienen que ver con WhatsApp, hasta hace un rato no he visto esta foto que mi hija Clara tenía en su “estado”, junto con un texto muy cariñoso por el día del padre. Parece que lo del “estado” viene a ser algo así como el resumen del clima emocional y anímico del usuario y, en consecuencia, una imagen o radiografía del aspecto que quiere mostrar al exterior. Así que la satisfacción es doble.

Me dice la propia Clara que la imagen está tomada en la playa de Matalascañas, de Doñana, y que corresponde al mes de abril de 1993. O sea, ayer mismo... ¡Quién pudiera disfrutar ahora de un larga caminata junto el mar! Sería capaz incluso —aunque no sé cómo— de recrear la escena. ¡Y luego, al hospital, ja ja!
Muchas gracias, querida Clara. El encierro de hoy acaba de disolverse.
Saldremos de esta y volveremos allí.

En son de Paz (2)

La imagen puede contener: una persona, de pie, árbol y exterior
Octavio Paz en 1992. Foto de Paulina Lavista.



(En son de Paz, 6). »El amor es escándalo, desorden, transgresión: el de dos astros que rompen la fatalidad de sus órbitas y se encuentran en la mitad del espacio», escribió Paz. Y nada más leerlo, mientras pienso en algunas —demasiadas— parejas conocidas, oigo a mi espalda una voz que susurra: «Aunque a menudo viene el tiempo... y sopla».


La imagen puede contener: una persona
 La ensoñación consciente de Paz.
(En son de Paz, 7). »En todo encuentro erótico hay un personaje invisible y siempre activo: la imaginación», escribió Octavio Paz en ese hermoso tratado sobre el amor y el erotismo que es «La llama doble». Tras asentir, cabe imaginar al menos tres preguntas o matices (im)pertinentes: ¿sólo un personaje?, ¿realmente invisible?, ¿siempre activo? Las respuestas requieren valentía, memoria y lealtad al cuerpo.


La imagen puede contener: una persona, sentada y exterior
Paz, siempre esperando la compañía... del lector. Foto: Conaculta (?)
(En son de Paz, 8). »La vía aérea es hoy la más usada, tanto por los viajeros como por el correo. Sin embargo, también ha sido y es la vía tradicional de la poesía [...] Desde su origen la poesía ha sido el arte de enlazar los ecos de las palabras: cadenas de aire, impalpables pero irrompibles. Añadiré que la poesía es también, y sobre todo, un arte respiratorio: inspiración y espiración», escribió Octavio Paz en la presentación, para sus Obras completas-Edición del autor, de «Hijos del aire», poema-correspondencia escrito en sonetos con Charles Tomlinson y publicado en 1985. Una experiencia fascinante.


La imagen puede contener: una persona, de pie
Paz o la serena contemplación. Imagen del documental
El laberinto de Octavio Paz (2016), de José María Martínez.
(En son de Paz, 9)
» voy entre galerías de sonidos,

fluyo entre las presencias resonantes,

voy por las transparencias como un ciego,
un reflejo me borra, nazco en otro...»,

escribe Paz al iniciar la cuarta estrofa de su fundacional Piedra de sol. Y hoy, al volver a leer estas líneas por causalidad, siento que han sido escritas expresamente para momentos como estos; aun más: para este instante. Y que describen, con precisión científica y justa exactitud, lo que ahora mismo está pasando. ¿No lo notan?


La imagen puede contener: una persona, sentada
Octavio Paz hablando sobre la Parca, entre otros temas,
en una foto de su archivo personal.
(En son de Paz, 10). «El arte de morir es el arte de jugar a las escondidillas», declaró en noviembre de 1997 un Octavio Paz ya muy enfermo cuando se publicó la falsa noticia de su muerte. En esa misma circunstancia —que no tiene nada que ver con esta nuestra, ¡qué bah!—, el poeta mexicano dejó otras muestras de su talante y de su fino humor (más que ironía). «Me da mucha pena —dijo— que los que se empeñan en matarme lo hagan con tanta prisa. Yo creo que no hay que morirse, pero si uno se muere hay que hacerlo a tiempo y sonriendo». Y, como si estuviera hablando para días del futuro e interlocutores recluidos (todo, claro es, de forma puramente hipotética), añadió: «La sonrisa es indispensable. Los portadores de augurios fúnebres jamás saben sonreír. Yo les diría que aprendan, no el arte de morir, sino el arte de sonreír». Nada que ver con nuestro caso, por supuesto, por supuesto, pero las palabras de un sabio, y más si además es poeta, siempre son dignas de atención. ¡Pinche Pelona!





miércoles, 18 de marzo de 2020

La maestra

La imagen puede contener: calzado
Mujer sentada ante el ordenador. Silueta by Vexels.
También en los días de la peste ella levanta el vuelo hacia la 6,30 —a veces casi se cruza con el Lobo, como en Lady Halcón—, se pone a tomar su desayuno sentada, se asea a fondo y, con la carita “recién lavá”, se planta ante el iMac de amplia pantalla y comienza el trabajo de clase online organizado para esta emergencia, y que le va a llevar seis, siete, tal vez algunas horas más.
—Que se ha ido Internet! ¡Que este enlace no se abre! ¡Que aquí no hay dónde hacer clic!...
De su estudio, repleto de estantes con libros de todos lo colores (como las casas de Lisboa), salen a veces voces y algún que otro exabrupto. Aunque la paciencia de la Maestra, a estas alturas de su extensa vida vocacional, es ya una flor perenne, y resulta envidiable cómo mantiene el rostro alegre y la emoción a flor de piel. Como cuando te dice:
—Y mira el tirillas este, que no daba una en matemáticas, y ahora es el que mejor resuelve los problemas más chungos... ¡Pues no va y me dice el otro día: «Seño, es que contigo siento que la vida me ha dado otra oportunidad»!
A mí eso me pasa con ella casi todos los días. Pero no conviene que la Maestra se entere (por fortuna, no tiene FaceBook), que luego se viene arriba y tenemos que andar poniendo las cosas en su sitio.
En estos días hay tanta gente como la Maestra en tantos lugares, que vamos a tener que ampliar el aplausómetro ese de las tardes para que pueda medir la inmensa gratitud que su heroica normalidad nos merece. Y, ya de paso, revisar ciertas percepciones y tópicos sobre la condición humana y el avance de la deshumanización.

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martes, 17 de marzo de 2020

Cierto olor a liliáceas

No hay ninguna descripción de la foto disponible.
José Luis Benito Rementería: Ristra de ajos, 1989.
Al principio del confinamiento todo iba más o menos bien y parecía que, por encima de algunos mantillos y estiércoles habituales, brotaban las flores rojas, verdes, naranjas y moradas, con leves y extraordinarios tonos azules, de la comprensión y la solidaridad, cuyos intensos aromas inundaban, a la caída de la tarde, las calles y plazas del mundo enclaustrado. Sin embargo, al amanecer del cuarto día comenzó a percibirse, aquí y allá, cierto espeso y hasta pegajoso olor de vaga filiación liliácea que, además de arrasar algunos rincones y extender sobre amplias áreas del terreno una densa capa de podredumbre, puso de relieve el advenimiento de una nueva sustancia. Mensajes confusos llegados de los límites parecían insinuar que, frente a las puertas de la clausura, a modo de bestezuelas irreales fuertemente anilladas, se había concentrado una gran tropa compuesta por «los que nunca faltan —eso decía la nota— a ninguna cita en todas las ocasiones en que la perplejidad es el nexo que une al común de los seres». Alertado en sueños por esos presagios, nada más amanecer Nemo se asomó a la ventana y, en efecto, pudo comprobar que allí estaban, inconfundibles, autosatisfechos, repolludos, los rostros y los gestos de los que siempre están en el ajo.
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lunes, 16 de marzo de 2020

In somnia (en danza)

Esta noche he soñado con el Ganges:
el río entraba en mí con transparencia
gastada por la sombra y la inminencia
de una muerte segura. En los losanges

del sueño se escondía una serpiente
verdosa como el agua y a la orilla
del río se asomaba una abubilla
sin cómo ni porqué... (Es evidente
que el juego de los sueños sólo tiene
la lógica impasible de lo abstracto
cuando han de concretarse por extenso.
Si se sueña con ríos, no conviene
haber bebido mucho antes del acto
de irse a dormir. Y no quemar incienso).

El mendigo

La imagen puede contener: una persona, barba
Mendigo en la calle. Foto cuyo autor desconozco.
Tomada del repertorio de «fotos gratis», de Pxhere
—Buenos días, amigo. ¿No sé si debes estar aquí hoy?
—Aquí, ¿dónde?
—En la calle, pidiendo. Estamos en cuarentena.
—Ya, ya lo sé.
—¿Entonces?
—Las normas permiten salir a la calle a hacer la compra.
—¿¿...??
—Este es mi modo de hacer la compra.
—No sé si eso convencerá a la policía.
—Ya han pasado un par de veces y no me han dicho nada.
—Pues, nada. No voy a ser yo más exigente que la autoridad.
—Además, sabe lo que le digo...
—¿Qué?
—Prefiero morirme del bichillo ese que de hambre en casa.
—Visto así... No te falta razón. Toma, para algo te servirá. Y buenos días.

—Ya lo creo. Gracias.
—¡Suerte! Nos va a hacer falta a todos.
—¡Con Dios!

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domingo, 15 de marzo de 2020

El principito... ¿de qué?

No hay ninguna descripción de la foto disponible.
Antoine de Saint-Exupéry: Le Petit Prince, 1943.
Ilustración de la cubierta pasada a negro.
En el sueño, curiosamente en blanco y negro, aparecía el libro y leía: «Había una vez un principito que vivía en un planeta apenas más grande que él y que tenía la necesidad de un amigo...» Iba a pasar la página cuando me embargó un extraño malestar al cerrar el pequeño volumen y detenerme en la ilustración de la cubierta. Ahora, ya despierto —o eso creo: todo está bajo sospecha—, algo que me recuerda mucho a esa imagen turbadora se me aparece a cada poco en la pantalla del televisor. Confío en que no sea el principito de ningún mal sueño.
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