jueves, 30 de enero de 2020

Lacrimarum valle

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Codex Manesse, f. 355r. Hacia 1305-1313.
Página de Süskind, der Jude von Trimberg.
Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
El muy mamón no dejaba de reírse.
Virgo veneranda —y ja ja ja.
Virgo prædicanda —y ja ja ja.
Virgo potens —y ja ja ja.
Virgo clemens —y ja ja ja.
Virgo fidelis —y ja ja ja.
No tuve más remedio que bajarle el volumen y doblarle la cerviz, de modo que cuando llegamos al Regina pacis ya estaba derrengado y casi muerto. Luego, en la Salve, sólo chistó a la altura del lacrimarum valle, supongo que por sintonía. Parece claro que no fue una buena idea traerme el tamagotchi al coro.
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miércoles, 29 de enero de 2020

Tanquam nebula

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Codex Manesse, f. 371r. Hacia 1305-1313. Página de Meister Johannes Hadlaub.
Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
Boanerges, el Hijo del Trueno, andaba por nuestros cuentos como Pedro por su casa. Y a poco que nos descuidábamos, se colaba en nuestros sueños como niebla por debajo de la puerta cerrada.
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martes, 28 de enero de 2020

Manu militari

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Codex Manesse, f. 359r. Hacia 1305-1313. Página Von Buwenburg.
Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
Todavía me despierto a veces por la noche creyendo que estoy en el servicio militar, vulgo “la mili”. No es una situación que me resulte especialmente desagradable. Al fin y al cabo allí conocí a buenas gentes, con algunas de las cuales aún me trato, y viví experiencias que alegran mi memoria y que todavía cuento con gusto (aunque no ahora, no huyáis). Pero el asunto es insidioso por su propia naturaleza común. Y también, y sobre todo, por el fastidioso y petulante equívoco ese de la patria. La desaparición del servicio militar obligatorio, si bien ya casi había colapsado por su propio peso y su falta de sustancia, fue una decisión muy atinada. Confío en que a nadie se le ocurra nunca revertirla.
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lunes, 27 de enero de 2020

Polvo de estrellas


Dulce deseo, asciende,
vivifica mi sangre
que clama por la vida,
llena mi mente
de cuerpos deseables,
pon el secreto
de los secretos nunca dichos
en boca de la noche
y haz que la vida
verdadera que vive
en el despierto y tenso
sueño de la carne
se cumpla en medio
de esta terrible fuga
del tiempo en llamas,
en medio de la
devastación.

Oigo el rugido
de la sangre, siento
que hay en la flor abierta
del deseo un latido
de estrellas y un reguero
de materia inmortal
que dispersa su fuerza
por todo el infinito
océano cósmico
y por el cielo inmenso
bajo el que cada noche
tiembla mi corazón.
Dulce deseo, crea
las horas a tu imagen
y semejanza, ponme
en los ojos limpios
la estela sin cautela
de la luz que recorre
los tibios escondrijos
de la verdad más honda
y las ráfagas blancas
de los cuerpos que cruzan
por los sueños del mundo.
Amor que persevera
en el deseo
y en él se cumple: deja
tu signo y abre
de par en par
las puertas del jardín.

domingo, 26 de enero de 2020

Verba qui volant manent

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 Codex Manesse, f. 396r. Hacia 1305-1313. Página de Der Kol von Nüssen.
Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
Me parece que debo llevarle la contraria al sentido aparente de la sentencia escrita para bien entenderla. Porque si algo permanece en las cercanías de la imagen que me roba la atención son los versillos aquellos del romance y, especialmente, su aleteo final: «Matómela un ballestero; / déle Dios mal galardón». Estamos vivos de milagro.
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sábado, 25 de enero de 2020

Billisqueira

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Francisco de Goya: Las viejas o El tiempo, 1810-1812.
Palais des Beaux-Arts, Lille.
Lo más adecuado es que la última máscara de la temporada lleve el nombre de aquella figura o personaje o acaso sólo resonancia que a ella le provocaba una mezcla de risa y enojo, puede que incluso el inicio de un verdadero enfado, casi siempre resuelto en aspavientos:
—¿E cómo podes ser tan mala persoa pra chamar a túa mai cuise nome de felo? ¡Dios me valia! ¡Tolo, mais que tolo!
Y había entonces en sus ojos, tan expresivos y teatrales, la misma luz generosa que aún veo en el espejo. Se acabó el Carnaval.
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In illo tempore (mutatis mutandis)

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Codex Manesse, f. 64r. Hacia 1305-1313. Página de Herr Dietmar von Ast. 
Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
Mis tiempos de buhonero fueron breves pero intensos. Duraron sólo doce o trece días y tuvieron como principal escenario la plaza del Fontán, en Vetusta. Allí vi también por vez primera al Ciego de Lugones declamando sus viñetas sobre el crimen de Peñaranda. Y a Aurielín el Mañuecu, que venía a ser como el cherife de todo aquello y siempre andaba haciendo bromas carballonas. Pero de lo que más me acuerdo es del día aquel en que se me rompió, en la fuente del mercado de abastos, la botella taponada y de aquella mi huida, absurda pero movida por el miedo a la segura bronca, por calles desconocidas hasta las afueras de la urbe. La escandalera. Fue ese además el día del encuentro, allí en Santa María, en las faldas del Naranco, con el famoso Cuélebre y su lengua de fuego, un monstruo que desde entonces mismo —y esa es la intensidad a la que me refería antes— no ha dejado de aparecérseme en sueños y disparates, si bien desde hace años sólo lo hace ya en forma de dibujo animado y de trazo desmadejado algo risible. Como se ve, nadie está libre de la degradación.
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