jueves, 12 de septiembre de 2019

El adverbio

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Antonio Pérez de Aguilar: Alacena, h. 1769. Museo Nacional de Arte, Ciudad de México.
Aquí hay gato encerrado.
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miércoles, 11 de septiembre de 2019

Vía de perplejos

Arte callejero en Los Alcázares, Murcia. Foto AJR
¿Cuántos mundos caben en el mundo? Probablemente todos. No se crea. Ahora mismo, hay por ahí bullendo varias realidades de las que no sabemos nada, pero nada, y seguimos respirando como si tal cosa. «La escritura es siempre un fracaso», oigo decir en las ondas. Debe (de) ser cierto.
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martes, 10 de septiembre de 2019

Arrieros

Pensionanti de Saraceni: Vendedor de aves, 1615-1620. Museo del Prado, Madrid.
Lo vi venir de lejos, con su rebaño de criaturas exóticas, en medio de una gran polvareda. Nos paramos a platicar un poco. Más que verborrea, lo suyo era una forma de arrearle al verbo. Pero le dejé explayarse. Me regaló un loro, de nombre Jeremías. Supongo que algún día nos volveremos a ver. A ver si me explica cómo desenchufarlo.
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lunes, 9 de septiembre de 2019

Faralá Farah

La imagen puede contener: una o varias personas
El don del aire. Foto de autor desconocido, virada al negro.
(Tánger, Zoco Chico)
Tu cuerpo es ese escorzo tan liviano
de blancura escondida y sombra oscura
que dibuja el compás —de pie, de hinojos—
de las manos, las manos y la mano.
El vuelo circular de tu cintura
arrebata la luz, y el sol pagano
de tu pelo me hiere —tan cercano—
los ojos y los ojos y los ojos.
Un río que la rosa le da al aire
se desliza en tu piel, y en el capricho
de tus brazos la noche se disloca.
Ojos, manos, pasión, rabia, donaire...
Y qué dulce el secreto que me ha dicho
la boca que en mi boca se desboca.

Un pecio

Ercole de’ Roberti: Los argonautas abandonan la Cólquida, h. 1480.
Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid.
La imagen se vino navegando por las aguas de la imaginación y lo ocupaba todo. Fue la primera de la mañana, tal vez un resto del naufragio nocturno. Y duró la jornada entera, como uno de esos estribillos que no puedes quitarte de la cabeza y que incluso llegan a atormentarte. Pero acababa de borrarse. Ese polvillo que podía ver si levantaba los ojos y los dirigía hacia alguna fuente de luz es cuanto quedaba de ella. No podía desperdiciarlo.
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domingo, 8 de septiembre de 2019

Fantasmas de regreso

La señora Muir... y la sonrisa del Fantasma.
(Lecturas en voz alta). Hermosa, muy hermosa, la historia que cuenta Javier Marías en su columna semanal de EPS. El inolvidable capitán Gregg, aquel fantasma que se le aparecía a la señora Muir en la deliciosa película de Mankiewicz, y al que daba vida Rex Harrison, vuelve a las andadas. Un colofón (provisional) fascinante para la fascinante historia de una fidelidad.

Camilo Sesto: somos agua

(Al hilo de los días). Entre “el pájaro de nieve” y la seducción recién descubierta de Somosaguas (“somos agua”), tengo el año de mi llegada a Madrid, 1974, asociado a esta canción de Camilo Sesto. Su letra (creo que obra de la variopinta y angélica Lucía Bosé) aún me conmueve y me llena de agradecimiento a este “icono del pop” del que tanta mofa —en buena parte provocada por él mismo— hemos hecho todos. Confesaré, no sin mosqueo, que hubo una vez en mi casa de Madrid un “empleado de finca urbana” —como alguien acuñó entonces, casi al tiempo que otros llamaban “segmento de ocio” al recreo escolar: la tontería nunca ha descansado—, un portero sustituto que se empeñó en que yo tenía cierto parecido físico con el cantante y no cesaba de recordármelo. Son los reflejos de la memoria que primero han acudido a mi cabeza al enterarme de la muerte, en pleno inicio de la senectud, de Camilo Sesto. Una edad que, como hoy es común acuerdo de necrologías, venganzas y homenajes, el cantante nunca quiso aceptar. Tal vez no le faltaran razones. Descanse en paz.