miércoles, 7 de febrero de 2018

«Lubricán», de Julia Spínola

Julia Spínola, fotografiada por Claudio Álvarez, en Lavapiés. Tomada de «El país».
(Lecturas/Visiones en voz alta,🌚🌗🌞52). «Algo tendrá el agua cuando la bendicen». Es el tópico que se me viene a la cabeza, y diría que por sí solo, cuando el azar me pone por vía doble ante la noticia de la exposición que Julia Spínola (Madrid, 1979) inaugura el próximo día 8 (febrero 2018) en el Centro de Arte Dos de Mayo, de Móstoles. En realidad, lo primero que me ha llamado la atención es una palabra, «Lubricán», título de la muestra, y que es voz de mixtura zoológica, entre perro y can, empleada en un lenguaje inusitado para definir con exactitud la hora del crepúsculo (otra palabra que suele servirse en bandeja de plata), ese viaje de la última luz hacia las primeras sombras de la noche. Una hora o un ínterin del que en gallego, en las cercanías semánticas y temporales del «pordosol», se dice que es o está «entre lusco y fusco», y que no hay que ser muy sensible para verle el peso diario que tiene en nuestro mundo sublunar, sobre nuestra experiencia de seres crepusculares, y, si no nos pilla ausentes, también sobre nuestra conciencia de buscadores de sentidos en todas las direcciones posibles, sin menospreciar oportunidad alguna de renacimiento.
Sirva el rodeo para llamar la atención —al que suscribe el primero— sobre la importancia de una artista de la que ya he venido recibiendo sucesivas, buenas y elocuentes noticias —en gran medida alertado por el hecho de que es hija de alguien cercano: los paisanos y amigos Felipe y Loles—, sin que hasta ahora le haya prestado la atención que sin duda merece.
La forma (el preciso y hermoso texto) con que se presenta la primera exposición individual en una importante institución española de Julia Spínola es por sí sola un poderoso reclamo para comprobar in situ cómo y de qué manera entiende una de las representantes más elogiadas del joven arte conceptual español procesos tales como el de la significativa importancia de la ambigüedad y el puro acontecer: por ejemplo, ese «espacio en el que las cosas deciden por sí solas», del que la artista habla en el artículo que Bea Espejo le dedica en Babelia (03.02.18). O cómo se expresa, en la práctica, la sucinta pero tan reveladora presentación que enlazo arriba. Tomen, como yo hago, nota. Vayan a ver, si les place. Y a ver qué pasa.

Autobiografía (e)

La imagen puede contener: océano, exterior y agua
J. M. William Turner: Amanecer después del naufragio, 1841. Courtauld Institute of Art, Londres.
A menudo lo oigo subiendo la escalera.
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martes, 6 de febrero de 2018

AL Campo de Fresas

Frederick Sandys: Medea, (1866-1868).
Birmingham Museum and Art Gallery.
(Lecturas en voz alta, 🍓51). Frente a la evidente ola de puritanismo que nos invade, taimada o —lo que quizá sea aún peor— bien intencionada y hasta “progresista”, es preciso volver a pensar. Y volver a leer. Es lo que viene haciendo, con claridad y notable amplitud de miras, Alejandro González Terriza, tanto en su blog como en su muro de FaceBook y su nido de Twitter, lugares que les recomiendo, y no sólo ni mucho menos, aunque también, por la amistad que nos une.
La amplia formación humanística de este doctor en filología clásica —su tesis doctoral es una verdadera “fuente de secretos”—, músico, poeta y profesor, en contacto continuo con la “juventud corruptible”, hace tiempo que viene siendo un foco de sensatez y claridad sobre muchos de los asuntos más o menos polémicos que nos rodean, así como sobre gran variedad de temas socioculturales, sin excluir la inmediatez política.
Un amplio repertorio de cuestiones, muchas de ellas candentes, aunque no requemadas de actualidad, que Alejandro —bien conocido y valorado entre los blogueros y ciberactivistas de su generación— trata con una rara y extensa profundidad, fruto sin duda de su formación humanística. Si no me creen, o creen que exagero, dense un paseo por sus «Campos de fresa» y juzguen por sí mismos.

Question mark

No hay texto alternativo automático disponible.
Rufino Tamayo: Hombre y su sombra, 1971.

Y qué decir de esos días en los que el mundo, todo el mundo, parece haberse dado la vuelta y no tienes más remedio que seguir caminando solo y a ser posible en paz contigo mismo?
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lunes, 5 de febrero de 2018

La voz oval

La tarde se desliza como chica en patines.  
Todo está quieto.
Las palmeras absortas en la altura sin viento.
El mar metalizado por la luz del poniente. 
Las nubes estancadas en su propia madeja.
Y el azul diluido del último horizonte 
vuelto menos visible cada vez. 

Es la hora callada, 
el tiempo puro de la canción.
El mundo parece una radiografía de la ausencia 
bajo un cielo
que lo bendice todo
y que a veces viaja en las vainas diminutas de la lluvia 
para avivar la savia interna de nuestros corazones. 

Un hombre anciano con camisa a cuadros  
camina renqueante. Ahora es la leve
brisa que sopla sobre el pino 
y agita fugazmente sus acículas 
la que impide que todo sea solo 
una palabra más del gran silencio
del mundo.

Por fin se escucha,
mecida en su camino de ida y vuelta,
la voz oval
que da paso a la noche.

El invisible (j)

La imagen puede contener: una persona, sentada e interior
Vittorio Matteo Corcos: Sogni, 1896. Galleria d'Arte Moderna, Roma.
«¿Dónde te he visto antes?», oí. No era fácil saber quién hacía la pregunta, ni de qué lado del andén estaba. Me limité a sonreír. En general.
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domingo, 4 de febrero de 2018

Leila despide a Parra

Leila Guerriero
Nicanor Parra
(Lecturas en voz alta, 50). La hermosa despedida que Leila Guerriero le dedica a Nicanor Parra está admirablemente contaminada del espíritu del finado. Hasta el punto de que, más que una necrológica, parece el epitalamio de exaltación de un único encuentro que sin embargo deja una huella para toda la vida. Y toda la muerte, que nunca sabemos lo que vendrá a durar. 
Mientras leía, una voz tarareaba en mi cabeza unos versos de Borges transformados para la ocasión: «A mí se me hace cuento que Nicanor muriera: / seguro que se ha ido a desmontar estrellas». O algo así.