domingo, 9 de agosto de 2015

Aquellas pomporrutas imperiales



Este corto de Fernando Colomo fue, muy probablemente, el primer proyecto llevado a buen puerto de lo que después se llamaría la «comedia madrileña». Y es, a todas luces, un claro adelanto, por el tono y por sus actores, de Tigres de papel, el primer largometraje del director y todo un aldabonazo en la gran pantalla de lo que a duras penas comenzaba a ser el posfranquismo. Es poco más que una anécdota llevada con gracia a un punto disparatado, pero en germen contiene buena parte de una etapa brillante de la comedia en nuestro cine, tal vez demasiado pronto naufragada en las aguas pantanosas del automimetismo. Si la memoria no me engaña, vi este corto por primera vez a finales de 1976,  en una sesión del Instituto Francés de Marqués de la Ensenada, donde probablemente se proyectaron otras obras noveles de entonces. Pero no recuerdo ninguna más. Como en la propia historia que aquí se narra, así son los caprichos y las deformaciones de la memoria.

viernes, 7 de agosto de 2015

Googleando que es geerundio



Googlear, o guglear, como tal vez debería escribirse, no es todavía un verbo que la RAE incluya en su diccionario. Y sin embargo puede que sea una de las acciones que muchos repetimos más veces a lo largo del día, sobre todo si nuestro trabajo tiene algo que ver con la búsqueda y difusión de información. O, simplemente, si somos algo curiosos y solemos hacernos preguntas sobre mil y una cosas, el vasto universo de nuestra ignorancia, una terra incognita que no cesa de crecer. El asunto es tan perentorio, que es fácil caer en la tentación, algo manida pero tal vez inevitable, de preguntarnos cómo podíamos vivir antes de Google. Claro que esa cuestión nos la podemos plantear sobre tantas otras cosas que, realmente y a poco que uno sea consciente del peso del tiempo a su paso, lo de verdad milagroso es estar vivo. La verdad es que hubo un tiempo, que para algunos es aún el   mayoritario de nuestras vidas, en el que cualquiera de las pesquisas que hoy le planteamos a los sagaces buscadores cibernáuticos hubiera exigido esfuerzos ímprobos, cuando no meramente inviables. Lo que ya resulta más dudoso es saber por qué, pese a la gran facilidad técnica que estas maravillosas herramientas nos procuran, sigue predominando en nuestro ánimo la sensación no sólo de que las cuestiones importantes continúan sin respuestas claras, sino de que cada vez es más difícil arrostrar la osadía de hacer las preguntas decisivas. Pero seguiremos gugleando. Qué remedio. Y qué gozo.

jueves, 6 de agosto de 2015

6 de 6



*
No puedo dejar de darle vueltas.

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Érase una vez un astuto troyano…

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¿Dónde escondes (muerte) tu ruleta rusa?

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Todos sus relatos acaban en tos.

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No hay quinto malo. Ni regla sin excepción.

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Nada sabe lo mismo dos veces.
Nadie besa lo mismo dos veces.
Nunca busca el abismo dos veces.
Nuca brusco seísmo es a veces.
Nuda cobra: espejismo de seres soeces.
Nada sobra. Tú mismo me meces.

Contexto
El gusto por lo hiperbreve puede parecer una moda actual, querencia de tiempos volcados hacia lo fragmentario e incluso a la mera instantánea, mitad secuela del usar y tirar (de la cadena), mitad fosfeno del «no future», etc. Pero es obvio que el fulgor de la brevedad está ahí desde siempre. No sólo por lo que dijo con gracia Gracián («lo…»). También por las sentencias, máximas y, especialmente, los aforismos, ese síndrome (o conjunto de síntomas) cuya mera pronunciación, a partir de esa “a” cuasi privativa, parece estar ya apuntando hacia algo que… uno prefería no hacerlo. O sea, puro Bartleby (vía Vila-Matas, claro).
Estos seis “relatos” de sólo seis palabras (excepto el último, que es una «lluvia oblicua» de variantes sonoras) son una selección de los que escribí impulsado por una sugerente propuesta de la web de Navona Editorial, el concurso “un cuento en seis palabras” (algo que el enunciado curiosamente incumple), a cuyas bases se puede acceder (y no hará falta decir cómo). A la hora de escribir estas líneas todavía estaba vigente y sobrepasaba ya el hito 1.500. Quienes estén interesad@s aún están a tiempo.
En mi opinión (y a las pruebas me remito, no sin pedir piedad), lo más difícil de la propuesta es sortear con igual tacto la mera ocurrencia y la irresistible propensión al chiste (o lo que uno considere como tal, en su peculiar condición de cronopio, fama o simplemente finstro). Pero, sobre todo, es vital, creo, no perder de vista que se trata de “re-la-tos”, es decir, que han de tener sustancia narrativa, no sólo una pastillita sazonadora…
Quizás por ello –y aunque suene blasfemo e incluso algo mishima–, me parece útil una última recomendación: «Son relatos. Poetas y juerguistas, ¡absteneos!»
... Y saltando la última se calló.

Imagen: portada del disco Seis Por Seis diseñada por Silvia Valentí. Tomada de Cara Tula, web muy interesante y polifónica.


Rescatado de los arcones de la Posada.
Primera publicación: 7 de julio de 2009, 15:12.


martes, 4 de agosto de 2015

Cocinando imaginación



Para retomar la costumbre del cine de verano en la Posada me ha parecido oportuno proyectar este corto, Fresh guacamole, por si acaso aún no lo conocen. Puede considerarse una variante muy ingeniosa del furor actual por la cocina. Ojo: corre por la redes sociales el rumor de que es imposible verlo una sola vez. Pero no se corten.

sábado, 1 de agosto de 2015

Luna azul

¿Anula la luz azul a la luna?

(AJR: 7, 21; Palíndromos ilustrados, XLIII)

Anoche brillaba en el cielo la segunda luna llena de julio, un fenómeno que recibe el nombre de luna azul de verano y de cuyas características se han ocupado estos días numerosos medios, entre ellos esta página de la NASA. Bajo su poderoso influjo, además de plantearme la duda reversible que acompaña a la foto, resulta inevitable caer en la trampa de la memoria obvia y acudir al tema musical clásico en el que probablemente estén pensando: la famosa balada Blue moon, de la que he localizado esta excelente versión, sensual como pocas y llena de suave gracia. Es, además, una excusa perfecta para desear a todos los huéspedes y visitantes de esta Posada un feliz, provechoso, divertido y llevadero verano.


jueves, 30 de julio de 2015

Anunciación: polvo de estrellas


Mis recuerdos son muy borrosos y puede que nada de cuanto diga de ellos haya ocurrido en realidad. Pero hubo un tiempo preciso en el que vagaba, a la deriva y muy desordenado, por el infinito espacio cósmico, y de pronto me sentí atraído por una suavidad irresistible. Mientras contemplaba el otro día un famoso cuadro en el museo virtual donde ahora vivo, sentí que en ese rayo de luz que dibuja la atmósfera de un encuentro inesperado mis recuerdos, y con ellos la parte decisiva de mi vida, comenzaban por fin a tomar forma. No esta que ahora torpemente digo. La que se refleja en la estancia real donde tú, que ya habitabas allí acaso sin saberlo, y tan desordenado como yo, estás a punto de reconocerte polvo de la misma estrella, hijo de igual anunciación, carne también llovida.


Sala del Museo del Prado con La Anunciación, de Fra Angélico.

lunes, 27 de julio de 2015

El Comercial


Por el mismo tipo de incuria que se llevó por delante el Johnny o que tiene atenazado al Café Central, y en una onda expansiva de decisiones disparatadas y mezquinas, como la de rebautizar la estación de metro de Sol (¡y hasta la línea 2 al completo!) añadiéndole el pegote nominal de una compañía telefónica, le llega ahora el aviso de extinción a uno de los sitios más característicos y cargados de historia de Madrid: el Café Comercial, corazón de la glorieta de Bilbao y de todo el barrio circundante. Junto con el Gijón, que hace unos años pudo zafarse de una condena similar, es de los pocos supervivientes de una época y un pulso de la ciudad ya aparatosamente trastocados.

Y el caso el es que el Comercial parecía (era) un espacio vivo hasta casi anteayer mismo, en que aún pudimos compartir un buen café y unas horas de charla con un grupo de amigos. Un lugar que sin duda ha de provocar, entre quienes lo hemos frecuentado (con mayor o menor asiduidad, según las épocas), recuerdos muy similares, al menos a los que tenemos una edad parecida. Y que permanecerá siempre unido a muchas imágenes concretas, como la del poeta Tomás Segovia, que aparece en la foto sentado en la misma mesa donde le vimos tantas veces. Sin olvidar, aunque rocen lo obvio, aquellas secuencias de La colmena, tantas veces comentadas, y en las que con mucha gracia y no poca melancólica sorna se recrea la vida en los cafés (ver vídeo abajo).

Esta sentencia de muerte sobre un viejo rincón madrileño, si finalmente se cumple, arrastrará consigo un trozo grande de la memoria urbana de una ciudad que no cesa de recibir heridas. Tal como se están poniendo las cosas (y las "codas", según me quería avisar la errata previa), se va haciendo necesario imaginar y poner en práctica algún modo de legítima defensa.



Foto de Tomás Segovia en El Comercial, en 2011, tomada de aquí.