lunes, 27 de mayo de 2013

Adiós, San Mamés, adiós


Su nombre, que a veces llegó a parecerme un chiste, entró en mi cabeza de niño con un color semejante al que podían tener los lugares míticos de la aventura, qué sé yo, Samarcanda o Pernambuco, El Dorado o Kansas City. San Mamés era el escenario en que el cancerbero (esta palabra era ya una varita mágica) Iríbar, también conocido como «El Chopo», y un espigado muchachote de mentón anguloso y prodigiosa zurda llamado Fidel Uriarte, siempre con el 10 a la espalda, escribían tardes de gloria (algunas) y de decepción (se olvidaban pronto) al otro lado de la radio, en las largas horas de los domingos de los años sesenta. A veces sobre el rulo de granito situado en el patio de la vieja casa familiar, en Talavera. Otras (las más), junto a las piedras doradas del colegio-seminario de San Agustín, en Salamanca, frente a los extensos y fríos campos de la calva Armuña.

¿Qué tendrá el ir y venir de la pelotita que es capaz de atraparnos hasta extremos tan insospechados? En una ocasión le oí a un amigo hacerse esta pregunta mientras peloteaba con su hijo pequeño. Y la respuesta era sólo un nuevo movimiento del balón. El fútbol, igual que cualquier deporte, se explica por sí solo, es porque sí, pasión no más. Otra cosa será todo lo que después se le adhiera o se edifique a su costa, lo que se manipule o se pretenda desviar, la mezcla de esa pasión con otras bajas pasiones, etc.

Pero el deporte, y en concreto el fútbol, es también el territorio sobre el que se levanta una colección de nombres que enseguida alcanzan el estatus de lo cuasisagrado. Son, obviamente, las letanías de alineaciones (otro amigo siempre se equivocaba, tal vez a propósito: alienaciones) que aún recordamos igual que el viejo padrenuestro: Carmelo, Orúe, Garay, Canito... O los tecnicismos aprendidos en las crónicas y comentarios: orsay, córnerariete, cuero, golpe franco, elástica, zamarra... Sin olvidar aquellas frases que eran verdaderos sortilegios capaces de situarnos en la posición teórica del medio volante... 

Y de fútbol puro es el nombre de ese santo que nunca habíamos visto en el santoral, y al que siempre imaginamos tocado con una txapela y con melena y cola de león, tal como se ha caricaturizado tantas veces.

Ayer se disputó él último partido de fútbol en el estadio de San Mamés. Un rapto de optimismo me llevó a pensar que por fin podía declarar clausurada mi infancia. Y que se joda Peter Pan.

Imagen: Estadio de San Mamés, conocido como «La catedral».
 Tomada de aquí.

sábado, 25 de mayo de 2013

A la giga gígala...

Rolf Lidberg, La giga. Imagen tomada de aquí.
Volviendo sobre mis pasos, he estado mucho tiempo buscando en la Red una reproducción de la postal que me regaló Mireille Tabouy (debió de ser por los año ochenta y pocos del pasado siglo) y que utilizamos para ilustrar un apartado de Los cuentos de hadas: una historia mágica del hombre, de Rodolfo Gil, el número 79 de los Temas Clave de Salvat. Hoy, por fin, he dado con ella. Internet, ya se ve, crece en todas direcciones. De Mireille, en cambio, hace mucho que no sabemos nada. Su pista se perdió en la Costa Azul. Ojalá pueda leer esto. Y escuchar, una vez más, la alegre música de Gwendal que entonces tanto nos gustaba.

viernes, 24 de mayo de 2013

Saldos y delirios


Si la pegajosa entrevista de la que es imposible zafarse hubiera durado solo un par de minutos más, Aznar habría vuelto a hablar en chicano e incluso hubiera rematado con algo muy parecido a aquel impagable «estamos trabajando en ello», que tanto juego ha dado en los programas de humor de los últimos años.

Y es que esos pilares de la sabiduría aznárica (ya saben, «MI Responsabilidad, MI Conciencia, Mi Partido, Mi País») con que concluyó su intervención ya estaban siendo pronunciados con un curioso énfasis que, dentro de los registros dramáticos del personaje (casi todos de carácter patético), parecían a punto de engarzar con el momento culminante de su trayectoria como figura histórica y protagonista indiscutible del cómic mundial, cuando le disputó a Bush Jr, mientras ponía los pies sobre la mesa, no sé qué cualidades atléticas, al tiempo que ofrecía la sombra protectora de su bigote (por cierto, ¿qué se fizo?) para invadir Irak.

La reaparición de Aznar, que muchos describen con acertadas metáforas draculinas, a mí me produjo un curioso bucle en la memoria: a medida que avanzaba la entrevista, sobre la imagen del suegro de Agag se iban superponiendo los rasgos físicos de Carlos Arias Navarro, el último presidente del franquismo. El efecto fue tan feroz que por un momento pensé que el entrevistado estaba a punto de darnos la noticia de la muerte de Franco, con jipidillo de mocos incluido, para a continuación, como en una mala película de zombis, anunciar no solo que había resucitado sino que era ÉL.

En fin, mejor no dar ideas, porque las cosas se están poniendo de un color tan lagarto, lagarto que hasta podría ocurrir (¡vade retro!) que la historia de España de los últimos 40 años (desde el 75 para acá) apareciera resumida en los futuros libros de texto bajo un epígrafe rotundo: «De Saldos Arias a Delirios Aznar».

Imagen superior: españolitos intemporales sorprendidos por las declaraciones de Aznar mientras hacen sus compras. 
Cortesía de aquí.

jueves, 23 de mayo de 2013

Adiós, extranjero


Siempre recordaré, como un regalo tardío de la juventud, la noche en que el puro azar del verano en Bruselas, durante una pausa de la lluvia, nos condujo hasta la pequeña plaza del viejo barrio donde Georges Moustaki estaba regalando (en todos los sentidos) un concierto breve, intenso, intemporal. De pie, abrazados a impulso de la complicidad, y también contra el frío, mis chicas y yo vivimos algo más de una hora de música clara, transparente, de rostros iluminados por el ritmo dulzón y las luces de los días de fiesta. Y abrigados por palabras susurrantes, hermosas, encendidas, si no siempre entendidas siempre cálidas, llenas para unos de sueños o vivencias del pasado, para otros de promesas aún insospechadas. 

Georges Moustaki, que ahora ya ha hecho eterna su prodigiosa condición de métèque, es uno de esos grandes mitos, como Brel, Brassens, Ferré, Gainsbourg o el indomable Boris Vian, sin olvidar a Aznavour y a tantos otros, que formaron el olimpo más querido de una generación para la que el francés (aún no sabíamos nada de los Beatles) fue la primera puerta a través de la cual pudimos descubrir que el mundo tenía otros muchos nombres. Y que la de extranjeros era, probablemente, nuestra condición natural. 

La próxima vez que vaya al Friends, nuestro pub favorito, le pediré a Francis que me ponga una Leffe. Por pura casualidad, otra, nos aficionamos (moderadamente) a ella desde aquel día.

miércoles, 22 de mayo de 2013

100.001 palíndromos


Todos los amantes de los juegos verbales, a los que en la Posada somos tan aficionados, se alegrarán de saber que Víctor Carbajo, gran músico y admirable verbívoro, acaba de hacer pública una nueva edición de su magna recopilación de palíndromos en español, obra que con justicia puede ser considerada como la biblia de la especialidad.

Si la edición anterior, que recopilaba 82.228 frases de ida y vuelta, ya parecía un reto difícil de superar, la nueva entrega ofrece nada menos que 100.001 Palíndromos Españoles, de los que más de la mitad (60.202) son obra del propio Carbajo. El resto lleva la firma de otros 414 + 1 autores, incluido el prolífico Anónimo (que firma como XXX).  En una tarea de recopilación y ordenación tan titánica, cabe pensar que pueda existir más de una polémica respecto a quién llegó primero, y por qué caminos, a algunos logros. Es esta, sin embargo, una cuestión de menor calado: los palíndromos, y en especial las piezas más admirables, son entidades con conciencia propia que solo se aparecen donde y cuando les parece. Aunque, eso sí, para atraparlos es necesario que el presunto cazador esté bien atento y a ser posible con lápiz y papel a mano.   

La nueva edición, que como las anteriores se ofrece en forma de libro electrónico de libre descarga, muy bien ordenado y navegable, con sus 1.731 páginas alcanza una cifra de palíndromos que une a la perfección simétrica de sus guarismos una alusión visible al lenguaje máquina prototípico, a base de ceros y unos. Quién sabe si el autor y recopilador no estará insinuando que a partir de aquí el testigo debería pasar a manos de un ente programable capaz de manejar, contabilizar y ordenar los nuevos hallazgos en la terra incógnita de todos los palíndromos posibles, quizás hasta alcanzar primero la frontera de 2.001.002. Y luego, cómo no, hasta el infinito y más... etcétera.

En ese escenario se abre ya una especie de dimensión cuántica del arte verbal reversible y tal vez haya que esperar a la puesta a punto de más poderosas máquinas (algo así como un gran acelerador de partículas verbales) para ver si, al igual que en las investigaciones punteras de la física, también aquí encontramos (y nunca mejor dicho) la palabra del dios, el balbuceo inicial provisto de sentido, el alfa y omega unificados de la lengua resuelta.

Como le he dicho a Víctor Carbajo en el correo en que le agradecía su aviso, aunque la mayoría de estos artefactos (y sobre todo los de mayor extensión) tienen más que nada la belleza de viejas máquinas algo averiadas, a las que parece imposible hacer funcionar sin atascos, otras muchas tal vez puedan verse como la plasmación, en el terreno lingüístico, de algo similar a ese concepto central de la física cuántica que los teóricos llaman supersimetría. Aunque sea solo en un orden metafórico (¿pero en cuál si no?), no me negarán que los paralelismos son seductores.

Como siempre que me aproximo al mundo ludoverbal, se me impone el recuerdo del maestro Filloy, bien representado por cierto en la obra. No me cabe duda de que mirará complacido esta nueva hazaña desde su OnicraKarcino, algo así como el Elíseo con el que todos los gustadores de estas delicadezas sueñan alguna vez. Y sé que desde allí se unirá al brindis en honor de una hazaña que hace del 21 de mayo de 2013 un día memorable en el calendario de los Grandes Juegos, y en concreto de estos viejos retos en los rumbos de la mirada que nos incitan a volver una y otra vez sobre nuestras huellas, acaso como una forma divertida e inexorable de intentar encontrar el camino de regreso a casa.

¡¡Arriba la birra!!


martes, 21 de mayo de 2013

Próxima estación: ¿esperanza?


Aunque hoy no con mi propios ojos, otras muchas veces he visto y oído la escena en el metro de Madrid, en la línea 4, justo en ese tramo en el que Manu Chao se inspiró para titular una canción y un disco completo que, pese a estar lleno de infinita tristeza, ahora nos puede llegar a parecer el colmo del optimismo. Nadie sabe hacia dónde se dirige este convoy lleno de gente joven que exhibe, con gracia y un indisimulado hartazgo a punto de desbordarse, las líneas maestras de sus CV.