viernes, 19 de junio de 2009

Atmósferas de junio





Se acerca a grandes pasos la noche de San Juan y los días comienzan a alargarse con una luz que parece recién hecha.
Es un tiempo que incita a sostener la naturaleza atmosférica de las emociones. A prolongar las idas y venidas por la marea de los sentimientos y sus múltiples coartadas. A percibir el peso solar de los recuerdos que, como surcos en el rostro o anillos en el corazón del árbol, van dibujando la geografía de nuestra memoria, un laberinto interior en el que tantas veces nos perdemos y cuyo trazado es todo lo que somos.
Llega el momento de vivir a la intemperie.
Entre el dentro y el afuera hay una sutil trama de pistas transitables por las que solemos aventurarnos con mayor o menor audacia, con paso atropellado o con la calma que hemos ido aprendiendo a cultivar como un rara flor.
Entre el dentro y las afueras están siempre los otros, su calidez, tibieza o frialdad, el placer interminable de la conversación, la invitación al cuerpo y a la fiesta, la garra del dolor, el día ya previsto, los fantasmas…
Y también está la música.
La música es un lenguaje capaz de decir mucho más de lo que dice. Es el vehículo que puede transportarnos al fondo de las historias más queridas, al baluarte del sueño a plena luz, y a lugares o derivas en los que nunca hemos estado, que acaso nunca veremos o que quizás no existan, pero que son vitales porque de ellos brotan los acordes capaces de seguir incorporando nuestra conciencia al mundo.
La música de junio está en la atmósfera.
O incluso más allá.

Lo que suena en este vídeo de YouTube son los acordes espaciales de Stratosfear, del grupo alemán Tangerine Dream, la primera pieza que recuerdo haber escuchado de lo que por entonces, segunda mitad de los 70 del siglo pasado, llamábamos, no sé si con mucha precisión, «rock progresivo» (hoy me parece que está más cerca de la estética new age). Solía sonar mientras fumábamos moderadas dosis de costo malasañero, de ahí que la melodía, pese al tiempo transcurrido, aún parezca inundar de un inconfudible aroma el rincón de la Posada donde ahora la oigo.

martes, 16 de junio de 2009

O Bloomsday


Dedalus en Compostela (La Coruña, 1994)

Evocación de James Joyce desde Galicia
En este martes 16 de junio tenía previsto escribir unas líneas sobre el Bloomsday, esa celebración que los dublineses dedican al itinerario que Leopold Bloom realiza en el Ulysses, la particular y revolucionaria lectura que James Joyce hizo de la Odisea (y de buena parte de los clichés de la cultura occidental). Pero al abrir el correo y entrar en el diario enlace que recibo de La Región de Ourense, me encuentro con este texto de Juan Tallón que me parece digno de ser repercutido a través de este tamtan tribal (o tantán, si se prefiere la jerga marinera) que es internet.
Hay que felicitar al autor por su minuciosa recopilación de pistas que, a modo de teselas, configuran un precioso mosaico repleto de motivos para festejar el Bloomsday. Por escribir desde donde escribe, Tallón trae también al primer plano A Esmorga, la singular novela auriense de Eduardo Blanco Amor que puede con justicia ser considerada una especie de Ulises gallego, y de cuya publicación (1959) se cumple este año el cincuentenario.
La comparecencia está además bien justificada pues no en vano fue el gallego el primer idioma peninsular al que se tradujeron amplios fragmentos de la gran obra joycena, en fecha tan temprana como 1926 (cuatro años después de la edición original). La hazaña fue obra de la sabia mano de Ramón Otero Pedrayo y vio la luz en la revista Nós.
El artículo de Tallón alude también al recorrido bohemio que cada mes de marzo se celebra en Madrid siguiendo los escenarios que Max Estrella recorre en Luces de Bohemia, un evocador homenaje a la memoria de Valle-Inclán, sin duda el más importante autor gallego del siglo xx, aunque su principal vehículo expresivo fuera el castellano, o por ser más preciso, esa lengua tan personal, rica y muchas veces inventada (“encontrada gracias a un poderoso instinto artístico”) que el autor de Tirano Banderas empleó en sus obras.
Con estas tres personalidades como telón de fondo, el artículo de La Región traza un sugerente itinerario por la narrativa del siglo xx y extrae conclusiones, acaso discutibles en este o aquel punto, pero logrando dibujar un panorama muy rico y bien trabado. Y es que la grandeza de muchas de las obras que Tallón concita en su artículo estriba en que, aparte de llevar a cabo una contracción temporal (el tiempo reducido a unas pocas horas), también operan una especie de concentración expresiva del espacio: todo el mundo es nuestro mundo; y más aún, una amplificación nada ilusoria de la conciencia: cualquier hombre o mujer es toda la humanidad (cifra de la multiforme identidad humana).
Trabajos periodísticos como éste pudiera parecer que estén fuera de la urgencia noticiosa del día (con tanta correa de transmisión presuntamente corrupta apretando por todas partes). Pero si bien se mira son la ineludible sustancia de lo que realmente está ocurriendo ahora en cualquier parte del mundo, es decir aquí mismo. Ulises sigue viviendo sus luces de bohemia en una peripecia humana, ebria y atropellada (esmorga puede traducirse como "parranda", "farra" o "francahela"), pero también lúcida, que nos contiene a todos. Valle, Joyce y Blanco Amor, reunidos en el lugar sin tiempo y en un tiempo que lo ocupa todo. Un motivo permanente de celebración (la de estar vivos). Y en la mejor compañía.

lunes, 15 de junio de 2009

Brotes ver(e)des


No deja de asombrarme el éxito que alcanzan muchas expresiones nacidas al calor de la política, aunque por lo común estén llenas de aire y su función evidente sea la de servir como balones de oxígeno. Desde hace ya unas semanas se viene extendiendo como una murga por tertulias y diarios, mentideros y cibercorros, lo de los brotes verdes, esos supuestos síntomas de mejoría de la situación económica que ciertos ojos avisados (aunque también especialmente concernidos) parece que han descubierto, si bien para el común de los mortales, incluidos los tenaces buscadores de trufas, apenas son otra cosa, en el mejor de los casos, que un deseo de respiro, la ilusión de un poco de sosiego, incluso inventado, tras tantos sustos y sobresaltos.
El poder (todo poder pero el político por antonomasia) sabe bien que la batalla que no puede permitirse perder es la de imponer y controlar las palabras que definen una situación, el tópico básico acerca de lo que pasa. Nacen así eslóganes y expresiones que, sobre todo en tiempos de crisis (y cuáles no lo son), tienden a desempeñar una función terapéutica o balsámica para, como se suele decir, capear el temporal y mantenerse al pairo, a la espera de que amaine la tempestad.
No sé si estos “brotes verdes” que algunos dicen ver, e incluso rozar con la yema de los dedos, existen o no. También desconozco si acabarán en fronda o en espejismo. De lo que estoy seguro es de que, mientras la situación crítica dure (y parece que va a durar), veremos “más brotes y más verdes” en forma de nuevas acuñaciones verbales (no todo va a ser masa monetaria) capaces de mantener un ápice de ilusión y el imprescindible caudal de paciencia en los cada vez más escépticos ciudadanos.
Imagen by Miranda 1104

martes, 9 de junio de 2009

Dos notas

De la A de Alejandro Rossi... Se fue mayo pero no su estela fúnebre. Ayer se conocía la noticia de la muerte del escritor florentino-mexicano Alejandro Rossi. Su Manual del distraído (el único libro que hasta ahora he leído de él) es una de esas raras obras inagotables de las que siempre puede extraerse un instante de lucidez: textos cortos –en cierto modo, un blog avant-les-blogs y sobre papel impreso–, contundentes o ligeros, filosóficos o narrativos, y que muchas veces poseen la perfección de las jugadas maestras.

***

... a la Z de zarzuela. Por respeto artístico y justicia castiza, más que por mera afinidad nominal, me parece necesario, preventivamente, salir en «defensa» de Miguel Ramos Carrión. El dramaturgo y periodista zamorano, autor de libretos de zarzuelas tan significativas como Agua, azucarillos y aguardiente (entre otras obras), corre el riesgo de convertirse en una “víctima colateral” del fuego cruzado en la polémica surgida tras la muerte de Benedetti y los –a mi juicio, malinterpretados y peor respondidos (con insultos)– comentarios de Gamoneda. Un episodio más, y no será el último, del secular enfrentamiento entre las (dos) tribus poéticas hispanas, de las que es bien conocida su tendencia algo baconiana al despellejamiento, y que en esta ocasión se ha movido entre lo inoportuno y lo inaceptable, tal como ha señalado con ponderación Manuel Rico. Escaramuzas tan banales y disparatadas como en el fondo divertidas y hasta eficaces (si no fuera el exceso de bilis), ya que suelen atraer hacia el mundo de lo poético y sus aledaños (más hacia éstos que sobre aquél, es verdad) una atención inusitada... e incluso repercuten en la venta de al menos docena y media más de poemarios (pues en el fondo no de otra cosa se trata, junto con la pura y dura lucha por el poder y sus pesebres).

El caso es que, para homenajear al escritor uruguayo, algunos no han tenido mejor ocurrencia que sugerirle al alcalde Gallardón que le sea puesto el nombre de Benedetti a la calle del barrio de Prosperidad en que el novelista y poeta vivió durante sus últimos años en Madrid. Esa calle, situada a tiro de piedra del emplazamiento real de esta Posada, es la que ahora lleva, precisamente, el nombre de Ramos Carrión, autor que, si bien algo olvidado por la ingratitud del tiempo, no es ningún «mindundi» (y ni siquiera un poeta hermético), como podría deducirse de la ligereza de la propuesta. No digo que Benedetti no merezca una calle. Ni siquiera lo pienso. Aunque tengo una clara opinión sobre cuál es el mejor reconocimiento a un escritor, si por mí fuera incluso le reservaría una amplia avenida... (y otra a Gamoneda, claro, para dentro de muchos años, si el homenaje hubiera de tener carácter póstumo).

No obstante, si la incorporación al callejero se considerara finalmente el tributo idóneo para homenajear al que acaso sea, ahora mismo, el más popular de los poetas del ámbito hispánico, ¿no habrá disponible en Madrid alguna vía urbana que no conlleve perpetrar una afrenta contra uno de los “genios del lugar”? Estoy seguro de que al propio Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti Farrugia, que también luchó por liberarse de los nombres superfluos (y lo consiguió, al menos en el registro civil), la sugerencia le hubiera parecido una desproporción.

domingo, 7 de junio de 2009

Motos, como su nombre indica


De todo el papel prensa leído u hojeado a lo largo del fin de semana (sigo siendo fiel al kiosko) destaco por encima de todo lo demás el relato autobiográfico de Pablo Motos que en el suplemento de El País firma JJ Millás, en su intermitente sección «Vidas al límite». Me parece una muy notable pieza de novela picaresca, con ritmo vibrante, humor entero, credibilidad dramática y altas dosis de sinceridad (que no considero en sí misma un valor literario, pero que cuando está presente y no es impostada ni autocompasiva, se agradece mucho).
Hay algunos momentos del relato-entrevista (la escena del trastero y la bicicleta, los descubrimientos de los diccionarios, la decisión laboral del padre, el intento de venganza del ático, la experiencia gimnástica…) que lo dejan a uno literalmente clavado al sillón, avanzando por entrelíneas casi sin respirar, ganado por la viveza de las palabras y el encadenamiento de las peripecias, a cuál más intensa. En fin, un verdadero disfrute que se inicia con un arranque memorable:
«Pedí a Pablo Motos que me contara su vida y el resultado fue estremecedor. Yo –dijo– era un niño hiperactivo sin diagnosticar. Me pasaba la vida intentando hacer algo malo…»
No soy seguidor de El hormiguero, el programa televisivo de Pablo Motos en Cuatro, aunque sé quiénes son Trancas y Barrancas (esos héroes del refranero refractarios a cualquier insecticida) y a veces he buscado en YouTube algunos fragmentos de entrevistas o escenas de Flipy, el científico loco cuya gestualidad es un prodigio natural. Escuché con mayor frecuencia las emisiones matinales de No somos nadie en M80, el programa radiofónico dirigido por Motos en cuya sintonía siempre esperaba oír la voz de mi conmilitón Juan Herrera Salazar, con quien compartí el escaso ardor guerrero y muchos ratos de conversación en la furrielería de la Escuadrilla de Instrucción de la Base Aérea de los Llanos (decirlo así, todo seguido, todavía es un trauma).
Precisamente, Juan Herrera, cuya inventiva humorística potenciada por un peculiar genio verbal ha contribuido al éxito de Motos en la última década, se quejaba hace unos días, en carta-aclaración al director de El País, del injusto retrato de que «su jefe» había sido objeto en una sección del periódico donde se le presentaba como una especie de advenedizo banal, amén de «vigoréxico… y hortera de relojería». No sé si el texto que ahora Millás nos ofrece, supongo que transcribiendo y organizando las notas (o grabaciones) de una entrevista, hace justicia o no a la persona. Pero el personaje que de esas líneas emerge estoy seguro de que habrá hecho feliz a muchos lectores. Además de darle algo más que la razón a Juan Herrera.

miércoles, 3 de junio de 2009

Encuentro

No sé de dónde vienes ni cuáles son tus sueños. Quizás ya te conozca, quizás nunca lo haré. Detrás de mí no hay nadie, detrás de ti tampoco. Sólo somos dos luces que se van a encontrar.

Porque es ahora cuando te empiezas a dar cuenta de que sí me conoces, que sabes bien quién soy. El mismo que buscabas cuando buscabas algo, la misma que se siente como te sientes tú.

No sueñas. No soñamos. Nuestro mundo es real. Estamos los dos juntos en este instante único donde confluye todo lo que somos tú y yo. Tú y yo, ya todo tuyo. Dos sílabas, no más.

No desprecies el brillo de esta estela levísima. No volverá a ser nunca lo que se esfuerza en ser. Tuvimos un momento de gloria. Nuestro encuentro, tan fugaz y azaroso, ya siempre ha de durar.

(Dilo despacio: «siempre, por siempre, siempre, siempre». Y deja que tus ojos se pierdan en la luz, mientras roza tu cuerpo la transparencia breve de ese vértigo oscuro llamado eternidad.)


Procedencia de la imagen: autor desconocido.

jueves, 28 de mayo de 2009

Tiple corona: arte, elegancia y fútbol




Sin ser culé y sin que sea el blau-
grana color que me alegre la vista,
hoy siento un gozo tan barcelonista
que tot el camp resuena aquí (si us plau).

Porque el triunfo romano de ayer noche
fue la culminación de la jugada
magistral de una larga temporada
de arte, elegancia y fútbol. ¡Qué gran broche!

Los Guardiola’s Boys son una gloria
del balompié mundial y hacen un guiño
a los que aman que el fútbol sea así:
el solo de una orquesta.

Sus nombres quedarán para la historia:
Valdés, Puyol, Touré, Piqué, Sylvinho,
Xavi, Busquets, Eto’o, Messi, Henry...
¡¡y el gran Andrés Iniesta!!

(Para mi hermano Paco y todos los culés sensibles del mundo.)

Adenda: magnífico reportaje de Luis Martín en El País con los secretos de Pep Gladiator Guardiola. Es recomendable leerlo mientras se escucha a Pavarotti.