Se acerca a grandes pasos la noche de San Juan y los días comienzan a alargarse con una luz que parece recién hecha.
Es un tiempo que incita a sostener la naturaleza atmosférica de las emociones. A prolongar las idas y venidas por la marea de los sentimientos y sus múltiples coartadas. A percibir el peso solar de los recuerdos que, como surcos en el rostro o anillos en el corazón del árbol, van dibujando la geografía de nuestra memoria, un laberinto interior en el que tantas veces nos perdemos y cuyo trazado es todo lo que somos.
Llega el momento de vivir a la intemperie.
Entre el dentro y el afuera hay una sutil trama de pistas transitables por las que solemos aventurarnos con mayor o menor audacia, con paso atropellado o con la calma que hemos ido aprendiendo a cultivar como un rara flor.
Y también está la música.
La música es un lenguaje capaz de decir mucho más de lo que dice. Es el vehículo que puede transportarnos al fondo de las historias más queridas, al baluarte del sueño a plena luz, y a lugares o derivas en los que nunca hemos estado, que acaso nunca veremos o que quizás no existan, pero que son vitales porque de ellos brotan los acordes capaces de seguir incorporando nuestra conciencia al mundo.
La música de junio está en la atmósfera.
O incluso más allá.
Lo que suena en este vídeo de YouTube son los acordes espaciales de Stratosfear, del grupo alemán Tangerine Dream, la primera pieza que recuerdo haber escuchado de lo que por entonces, segunda mitad de los 70 del siglo pasado, llamábamos, no sé si con mucha precisión, «rock progresivo» (hoy me parece que está más cerca de la estética new age). Solía sonar mientras fumábamos moderadas dosis de costo malasañero, de ahí que la melodía, pese al tiempo transcurrido, aún parezca inundar de un inconfudible aroma el rincón de la Posada donde ahora la oigo.
3 comentarios:
¡Salud, Alfredo! Pasa también con los sitios: si uno los ha visitado y ha jugado en ellos bajo la influencia de una de estas sustancias extraordinarias, nunca vuelves a verlos con los mismos ojos.
A Tangerine Dream ya no los escucho con frecuencia, pero los escuché mucho en su día. Stratosfear es mi favorito, seguido de Ricochet y Phaedra. Creo que en Stratosfear lograron el equilibrio perfecto entre la sonoridad pura, planeadora, de los primeros discos y las melodías más claras de los siguientes. Me ha encantado volver a oír este tema.
Perdámonos pues, en el sueño de los Tangerine y preparemos el solsticio.
Me encantó recordar esa canción. Gracias por traerla
Salud, Alejandro. Estaré pendiente del homenaje prometido.
Cristal, son días, en efecto, de encantamiento. Y de renovar viejos ritos.
Gracias a ambos. Y abrazos.
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