Antes de que se me adelante Fernando Beltrán, gran inventor de nombres, y sin olvidar lo que escribió Javier Marías en una columna llena de sensatez cuando se iniciaba la obra (no recuerdo si todavía vestíamos pantalón corto, tal vez fuera como ahora verano), quiero hacer pública una ocurrencia por si alguien tiene a bien plagiarla y, rod@ndo y enred@ndo, puede llegar a buen puerto.
Héla aquí. Creo que el templete de acceso de la nueva Estación de Cercanías de Sol, en Madrid (que será inaugurada el próximo sábado 27, festividad de san Cirilo de Alejandría, muy santo varón al que no hay que echar la culpa de la idea ni de los años de retraso en culminarla), no debería llamarse, como se está apuntando en algunos foros, ni la Ballena, ni la Tortuga, ni el Cascarón, ni la Caverna, ni el Iglú, ni el Cacharrón... Ni tampoco «las Tetas de la infanta en la playa», tal como me pareció que proponía un conocido cómico en un programa de radio. Y mucho menos «¡Los huevos de Gallardón!», según defendió otro contertulio con énfasis e intención no del todo discernibles. Ni siquiera encuentro apropiado llamarlo «El muñeco del Messenger», con ser ésta una acuñación fresca, juvenil y bien vista (sobre todo desde el aire).
Me atrevo a sostener que un buen nombre para esta «deslumbrante» (en opinión de los vecinos, que no parecen darle al adjetivo un valor encomiástico) estructura de acero y cristal a la que Esperanza Aguirre ha comparado con la Pirámide del Louvre (ella sabrá por qué) es, como el avispado lector habrá asdivinado, El lazo, o tal vez El Lazo, con mayúscula individualizadora. El Lazo de Sol, en su designación completa.
Admito que el nombre puede resultar un poco blando, tal vez algo soso en su laconismo, pese a que arrastra indudables sugerencias reposteriles (“La Mallorquina” no anda lejos).
Pero hay unas cuantas razones de diverso pelaje para justificar la propuesta. Las anoto.
Visual. La apariencia de las dos cúpulas que forman el templete de acceso al vestíbulo de la nueva estación, aunque disímiles, sugiere sin necesidad de forzar mucho la imaginación la forma de una lazada, tal vez trazada con la impericia con que la anudaría un niño en sus zapatos nuevos, o como aparece en las pajaritas con que suele exhibirse Fernando Arrabal.
Semántica. La palabra “lazo” designa con exactitud la función para que la nueva infraestructura ha sido ideada: servir de punto de enlace rápido, en sólo tres minutos y a través del llamado «Túnel de la Risa», entre las estaciones de Chamartín y Atocha, y en consecuencia, entre el Ave y la red de transporte metropolitano.
Heráldico-cabalístico-festiva. Un lazo contiene la imagen de una madeja, viñeta de gran valor heráldico y que además dibuja el símbolo del infinito (condición peculiar de Madrid donde las haya), amén de estar formado por la conjunción de dos ceros, lo que cobra un especial valor al situarse la obra justo al lado del km O del que parten todas la carreteras del país, en un espacio donde cada fin de año los cuerpos se enlazan en festiva danza para celebrar que al año viejo le sucede el nuevo, otro enlace (admito que la última deriva está un poco traída por los pelos, pero es que precisamente por eso a la ocasión la pintan calva).
Desiderativa (aunque ilusoria). ¿Se imaginan que este lazo anudara adornándolo el paquete en el que un Madrid ya definitivamente acabado y con todos sus tesoros a buen recaudo nos fuera por fin regalado (devuelto) a los madrileños y a todos los visitantes? (Fin del sueño.)
Como se ve, explicaciones no faltan.
Sin embargo, he de confesar que la razón que me parece más poderosa es fruto de la música del azar. La contiene de forma tan clara la crónica de El País cuya lectura me ha sugerido estas líneas que, como suele suceder con los mayores secretos, corría el riesgo de pasar inadvertida. Y es que, en efecto, ahí está brillando, como una perla en el centro de una concha (¡ostras, otra idea!), el nombre propio, todo un verdadero ready-made verbal listo para su uso.
4 comentarios:
¡Pozí! a la espera quedamos de lo que la vox populi determine. Porque al final, ese, será su vocativo definitivo. Pero Lazo, como bien explicas sería ciertamente apropiado.
A ver...
Un abrazo Alfredo.
alfredo
para alguien lejano como mi caso, esto es orientación turística, hitórica,histriónica y por ende encuentro la validez del texto...pone de manifiesto el más o el menos que puede importar un clavo ,en tal caso el nombre en cuestión y lo más que es jugar con la escritura y terminar diciendo verdades como lo haces en el anális del vocablo Lazo
y me gusta como lo hacés
serán también por el efecto mariposa? que allí se habla de lazo
y a mi me suena en una explicación afectiva que creo no encontré en todas las posibles significancias que le hacés?
quizás por este efecto esté yendome por el lado de los tomates, ya qu depor sí hay cosas que a vosotros los identifica en términos o consideraciones que yo desconozco
pero bien vale el ida y vuelta,en esto de escribir y desmenuzar textos para seguir aprendiendo de todo
cariños
Hoy he leído en la prensa que el arquitecto director de la obra, Fernández de Alba, prefiere que se conozca como Puerta del Sol. Parece razonable. Aunque sostengo lo del Lazo, claro. Un abrazo, Cristal.
Mabel, quizás lo que no entendés del todo sea el "truco" (o broma) del final, pero me parece que está claro si pulsas en el enlace a la noticia de El País y lees con atención quién hace las declaraciones. Gracias por pasarte.
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