sábado, 7 de diciembre de 2024

Sombras en la Casa de Fieras

HACERSE SOMBRA EN LA CASA DE LAS FIERAS

(O a través del Bosque) (3.12.24)


Texto de la presentación del libro de poemas 

Hacerme sombra, de Alejandro González Terriza, 

editado por Mahalta (Ciudad Real, 2024)

en la Biblioteca «Eugenio Trías» del Parque del Retiro de Madrid.


  

Juro por los dioses o diosecillos de los tebeos de mi infancia (que supongo que también serán los de la de algunos de ustedes y vosotras) que cuando, primero Paco Caro, el editor, y luego Alejandro, el autor, me hablaron de la posibilidad de que yo presentara este libro, traté de zafarme lo mejor que pude con estrategias diversas (que si «Señor, aparta de mi este cáliz», que si «como Bartleby, tambien yo preferira no hacerlo...), excusas obviamente todas fallidas. Aunque no se me ocurrió recurrir a la que sin duda hubiera sido (o puede que aún lo sea) la razón invencible: «MiradPaco, Alejandro: dado que el libro de marras lleva por título la muy precisa expresión "Hacerme sombra", ¿qué os parece si sigo al pie de la letra la consigna y me mantengo al margen, del lado de la oscuridad o, discreta pero directamente, me esfumo...?»  Como suele ocurrir tantas veces, no siempre casan las ocurrencias con las oportunidades, ni tiene uno a mano paraguas cuando llueve. De modo que al final terminé aceptando, y aquí estamos y a lo hecho pecho, y como diría la admirable y cuasiprosperitana Alba Flores, la Nairobi de “La casa de papel”, vamos que nos vamos que lo vamos a pasar bien.

 

 Como ya se ha mencionado, pero por si alguien llegó tarde, y cumpliendo con el requisito básico de las presentaciones, aquí mi amigo Alejandro González Terriza, bien conocido en las redes sociales como Al59, Alejandro Embossadoes doctor en filología clásica por la Complutense (autor de una tesis que fue premiada y tiene gran interés) y ejerce como profesor de literatura en un IES de Navalmoral de la Mata. Lleva a cabo una intensa actividad creativa y divulgadora en diversos campos —literatura, música, folklore—, si bien la poesía, más aún que la música, en el fondo ambas bien imbricadas, es su núcleo irradiador. Aunque la época de los blogs, por desgracia, ya suena a antigualla, un lugar de referencia para conocer el amplio abanico de las inquietudes de Alejandro es Campos de fresauna bitácora (paladeen la pabra) que tiene como triple señuelo: Folklore, poesía y psicodelia. Y que es lugar muy recomendable para conocer a nuestro hombre. (Entre otras cosas porque reúne unas 1800 entradas).


Este es el tercer libro de poemas de Alejandro, tras Devocionario pop (1220-1996) (Trea, 2008)… «De los Carmina Burana a Elvis Costello, 46 canciones memorables sirven de punto de partida a este peculiar libro de oraciones en el que Dylan predica en alejandrinos o endecasílabos de gaita gallega y las visiones lisérgicas de los Beatles, Pink Floyd o los Doors inspiran décimas, sonetos o romances. Con esta historia elíptica del pop, el autor integra en nuestra tradición no tanto el texto (solo cinco poemas son versiones, muy heterodoxas, de canciones), sino la estética y mitología del mejor pop» (Texto tomado de la web de la editorial).


Y, en 2017, en Renacimiento, apareció El agua siempre encuentra su camino, un poemario, complejo y muy completo, y al que su prologuista, Luis Alberto de Cuenca, calificó como «un libro sumamente original, muy variado y muy entretenido». (Y en el que demostraba poseer “un dominio absoluto de la métrica”, lo que firmado por quien lo afirma sin duda es digno de tenerse en cuenta).


Hacerme sombra, el libro que presentamos, aunque tiene su propio y peculiar movimiento y autonomía, les aseguro que será mejor comprendido, y sobre todo disfrutado, si se enfoca también desde ese triple interés vital e intelectual de Alejandro (folklore, psicodelia, poesía). Así, por ejemplo, a partir de una puesta en primer plano del folklore, y en concreto del peso que los conflictos humanos nos plantean ya desde su presencia en los cuentos de hadas de la infancia, o en lrelatos mitológicosquizás se entienda mejor y se reduzca la extrañeza que puede causar el motivo de la cubierta, con el magnífico dibujo de Eva Ripoll Sánchez, tan expresivo y potente, pero que alguien podría considerar más apropiado para un libro infantil… Además de que no hay que descartar que pudiera tratarse de una trampa para capturar incautos (una especie de «¡venid, venid, niños, acercaos, no temáis...!»)nada más iniciar la lectura se pone de manifiesto su pertinencia y su idoneidad, al descubrir que está en perfecta sintonía con el espíritu del libro y de forma especial con su primera parte. Una parte, de las tres que tiene el poemario, que se abre precisamente con un poema titulado «Bosque», escenario habitual e incluso principal de esas narraciones de primera hora” que son los cuentos; y que incluye otro con un título tan marcado en este sentido como «Migas de pan», elocuente  por sí solo. donde, también, por ejemplo, en el poema «Parentesco», podemos leer una explícita referencia a «El niño que ha perdido ya la cuenta de cuántas veces cruzó el bosque sin ver llegar al lobo»El animal de la cubierta no es un lobo (aclaremos que es un gato que, en su proyección como gran felino, acaba confundiéndose con la sombra de quien lo imagina, con sus miedos y su osadía); pero parece claro que el niño que lo mira le está pidiendo cuentas, quizás incluso recriminándole algo. 


Así que sí: estamos, en cierto modo ante un libro, no infantil, pero sí en el que la infancia, las sombras que las recorren y que desde ella inevitablemente cruzan por nuestras vidas y gravitan sincesar sobre nosostros, tienen un peso muy destacado. Y de forma especial en toda la primera parte, no por casualidad llamada Objetos Perdidos. Avanzando en la lectura, no tardamos en advertir que ese recurso es muy hábilmente utilizado por el autor para describir personas, situaciones, afectos y miedos de su infancia, con un tono que tiene la rara cualidad de incluir a la vez una recreación o evocación de momentos y una contemplación distanciada sobre su alcance; o, si se quiere, sobre el peso, precisamente que su sombra proyecta en la conciencia De ese doble movimiento evocador y meditativo (o reflexivo) es un buen ejemplo el poema "En oferta", uno de los de cariz más autobiográfico y donde se habla de esos amores infantiles que todos hemos sentido y en el quea modo de conclusión casi psicoanalítica pero de gran lucidez, se dice: «Si alguien quiere / suponer que esa sed nunca calmada / del beso de una niña hecha de obstáculos / explica ciertas llagas encharcadas / quizás tenga razón».


Los poemas de esta parte, muy bien dispuestos para crear en el ánimo de lector un clima o atmósfera de creciente gravedad, tienen en parte el sentido de un conjuro: como le oí decir al propio Alejandro, es un diálogo con la parte muerta de uno mismo, con el pasado que habita dentro de nosotros. Y es quizás también la tinta (sombra sobre la página) con la que vamos escribiendo nuestro paso por la vida.

 

Algunos de los poemas más lúcidos y valientes del libro (y de forma especial, el titulado “Emergencia”) están aquí, Y aquí están también algunos ejemplos (“El regalo”, entre ellos) sobre los que se podría hacer un comentario de textos que pusiera de relieve cómo el lenguaje poético empleado, con su lograda sencillez aparente, dialoga con la tradición, contiene referentes (citas) más o menos explícitos y se inserta por tanto de forma consciente en una historia cultural.


La segunda parte (Entresueños; y que pudo haberse llamado “Duermevela”) es quizás la más críptica del libro, pero a la vez la más desveladora, pues reúne textos que abordan la realidad de esa segunda vida (como decía Gérard de Nerval) que es el sueño: son retazos de la biografía de ese otro (u otros e incluso muchos: que como bien puso de manifiesto Pessoa uno a veces no gana para máscaras); de los seres que toman las riendas durante el sueño y se lanzan por su cuenta y riesgo a galopar, ya sea a lomos de caballos alados o de yeguas de la noche. Y no son solo los sueños propios, sino también los referidos por amigos y en los que, como quizás todos sabemos, de vez en cuando comparecen los muertos (como queda explicito en el poema que tiene como referente a un tal Dani, el chamán”).


Y hablando de amigos, no he hecho aún alusión al prólogo de Rafael Herrera. Ahora es el momento. Es muy breve, pero muy preciso. Y en él se nos alerta sobre la importancia de prestar atención a los títulos (lo vamos haciendo), y de detenerse en los tres poemas centrales del libro, que son los titulados: Canción de Sirenas, la también canción “Hacerme sombra” y el titulado Ayahuasca”. Tal vez Alejandro quiera ser más explícito al respecto. Por mi parte, aunque entiendo que quizás no sea la ocasión, dejo constancia de mi vivo interés por conocer como es “ese escaneo de la sangre” que al parecer lleva a cabo la ayahuasca, con su ebriedad penitencial.


Salimos del sueño y entramos en el reino del amor. En claro juego nominal de espejos con la primera parte (Objetos perdidos)la tercera lleva por título Sentimientos encontradosveremos que lo son en los dos sentidos: hallados y también opuestos, contradictorios.  Aquí acerca de la sombra protagonista bien pudiera decirse que es la que surge al trasluz de la llama de una vela, que no se nos desvela, pero que revela una especie de novela sentimental… No se enfadará Alejandro si digo que tiene esta parte, y en el mejor de los sentidos, algo de “culebrón”,  incluso en el énfasis de algunos títulos que bien podrían serlo de boleros o tangos (“No me digas la verdad”, “Te abrí mi corazón más de la cuenta”, uno de los dos sonetos que incluye el libro). E incluso con algún titulo cargado de quién sabe si cierto recado irónico: “Que el sol te dé”. Bueno, seamos serios. Esta es una sección claramente puesta a la sombra del amor, de su procura, de su necesidad. Pero también de sus confusiones y sus turbulencias. Yo leía y releía la otra noche los 22 poemas que la componen, y confieso que, al tiempo que me admiraba por la maestría de la composición, iba creciéndome la impresión de adentrarme en una escritura algo sonámbula, quizás como si aún no hubiéramos salido del “entresueño”, guiado por las oscuridades de una voz en la que, sin dejar de cantar el fuego y el arder el amor, se imponía también una sombra de escepticismo, algo así como los efectos de una decepción incurable, si bien contrapesada por el trasluz de la fidelidad a un gran amor, una pasión imposible, como acaso sean todas las pasiones. 


En lo tocante a sombras, y sin olvidar otras que se podrían convocar, (Rosalia, Borges, el propio Trías en cuya biblio estanos, los japoneses…) aquí y en esa noche yo me acordé, busqué y anoté una frase de Claudio Rodríguez, en Casi una leyenda”: «¿Por qué la luz maldice y la sombra perdona?»…  Bueno me dije, tal vez haya ahí una respuesta para los claros de bosque y los paisajes de niebla que explora el libro…


Y en esa conclusión me quedé: hacerse sombra puede que sea una forma de buscar y habitar “la otra claridad”. Quédense, si les parece, con esta frase como clave de todo esto, por mi parte tan confuso.


Por último: creo que son necesarias las menciones de ciertas influencias y maestrías que Alejandro suele hacer explicitas: son los nombres de sus maestros, uno bien conocido, Agustín García Calvo: de él escribió Alejandro algo tan hermosos como “se podía comer en su memoria”; y otro, secreto pero no menos inlfuyenteAntonio Hernández MarínAker:  ¿cuándo será posible la publicación de su muy amplia e importante «Obra incógnita»?  


Y añadiré, por último, y para concluir donde empezamos, el nombre de alguien que desde hace años también nos une a Alejandro y a mí: Rodolfo Gil Grimau, fallecido en 2008, arabista, estudioso de la literatura de tradición oral y de los cuentos como historia mágica del hombre. Estoy seguro de que su sombra también nos protege. Muchas gracias.

 

viernes, 6 de diciembre de 2024

PARAFRASEANDO


nuestra vida es ese río
que antes de llegar al mar
va a morir:
con él va nuestro extravío,
los excesos del gastar
e consumir
y van los torpes amaños
del número y la manera
de una vida
que si no repara en daños
es, más que vida, quimera
enloquecida
con tanto contaminar
con cada gesto que hacemos
y asumimos,
¿qué se podría esperar
que ocurriera? lo que vemos
ya lo hicimos
ay, el progreso macabro,
el buen vivir que parece
interminable
¿no es más bien el descalabro
del terco humano en sus trece
miserable?
no da su brazo a torcer
y aún redobla en su repique
el vil badajo
de las campanas de ayer,
sin que le importe irse a pique
y al carajo
habrá que ver la manera
de volver a comenzar
nuestra historia
y que un día en la Ribera
de la Vida alce su altar
la memoria. 



jueves, 5 de diciembre de 2024

Caja de Citas: Clérigos de Talavera

(CajaDeCitas, 13). Permítanme que hoy dirija mis ojos hacia Eburia y recuerde aquellas cuadernas del muy singular Libro de Buen Amor en las que viajaron unos pocos y bien acordados versos del Arcipreste por antonomasia de nuestras letras…, si se descuenta, eso sí y precisamente, al de Talavera: aquel Alfonso Martínez de Toledo que arguyó que quería reprobar el amor mundano en su Corbacho.

Me he acordado de esta composición esplendorosa en forma de cantiga (o Cántica) leyendo esotro día una de las singulares y enormes misceláneas que mi amigo y sin embargo paisano César Nicolás cuelga en su muro (y centro de afición tanta). Incluso se me ha ocurrido pensar que bien podría César, con su manifiesta y artística calidad fotográfica, ofrecernos imágenes de rincones urbanos y hasta de rostros —dos registros que suelen aparecer en sus fotos— que pudieran servir para ilustrar y acaso identificar a los personajes: ese deán, ese thesorero, ese chantre… o las evocadas Orabuena, Teresa y otras queridas barraganas (en el estricto sentido de compañeras); y también retomar y recrear los posibles escenarios de este texto memorable, como son, por ejemplo, los del muy recuperado entorno de la Colegiata y los barrios de nuestra infancia.
Como ha puesto de relieve, entre otros estudiosos, la profesora Estefanía Bernabé, este texto, escrito a mediados del siglo XIV, «es una de las mejores fuentes críticas para observar el comportamiento de la clerecía hispánica bajomedieval; a través de la ficción, el libro actúa como documento histórico incontestable»… Y señala también la estudiosa «Cántica de los clérigos de Talavera», de claro carácter goliardesco, sin duda está reflejando la protesta de la archidiócesis de Toledo ante el establecimiento del celibato obligatorio.
Una ficción satírico-literaria que probablemente tuvo su correlato objetivo y que, de forma inevitable y hasta maravillosa nos lleva hacia La Celestina, otra obra maestra que alguna relación tiene también con “la mejor tierra de Castilla”, como por boca de uno de sus personajes llamó Cervantes a Talavera (otro admirado amigo talabricense, Miguel Mendez-Cabeza, lo recuerda a diario). Que lo disfruten.

CÁNTICA DE LOS CLÉRIGOS DE TALAVERA
(Estrofas 1690-1709, del Libro de Buen Amor)

Allá en Talavera, en las calendas de abril,
llegadas son las cartas del arçobispo don Gil,
en las quales venía el mandado non vil,
tal que si plugo a uno, pesó más que a dos mill.
Aqueste açipreste, que traya el mandado,
bien creo que lo fiso más amidos que de grado.
Mandó juntar cabildo: a prisa fue juntado,
¡coydando que traya otro mejor mandado!
Ffabló este açipreste e dixo bien ansy:
«¡Sy pesa a vosotros, bien tanto pesa a mi!
¡Ay viejo mezquino! ¡en qué envegeçí!
¡En ver lo que veo e en ver lo que vy!»—
Llorando de sus ojos començó esta rraçón:
diz': «El papa nos enbía esta constituçión.
Hévoslo a desir, que quiera o que non:
¡maguer que vos lo digo con rravia de coraçón!
»Cartas eran venidas, que disen d' esta manera:
que clérigo nin cassado de toda Talavera,
que non toviese mançeba, cassada nin soltera;
qualquier, que la toviese, descomulgado era».—
Con aquestas rraçones, que la carta desía,
fyncó muy queblantada toda la cleresía.
Algunos de los clérigos tomaron asedía:
para aver su acuerdo juntáronse otro día.
Ado estavan juntados todos en la capilla,
levantóse el deán a mostrar su mansilla:
diz': «Amigos, yo querría que toda esta quadrilla
apellásemos del papa ant' el rrey de Castilla.
»Que maguer que somos clérigos, somos sus naturales:
servímosle muy byen, fuémosle sinpre leales;
demás que sabe el rrey que todos somos carnales:
¡Creed se ha adolesçer de aquestos nuestros males!
»¿Que yo dexe a Orabuena, la que cobré antaño?
En dexar yo a ella rresçibiera yo grand dapño;
dile luego de mano doçe varas de paño,
e aun ¡para la mi corona! anoche fue al baño.
»¡Ante renunçiaría toda la mi prebenda
e desí la dignidad e toda la mi renda,
que la mi Orabuena tal escatima prenda!
Creo que otros muchos syguirán esta senda».—
Demandó los apostoles e todo lo que más vale
con grand afyncamiento ansy como Dios sabe
E con llorosos ojos e con dolor grande:
«¡Vobis enim dimittere», díxoles, «quam suave!»
Ffabló en pos d' aqueste luego el thesorero,
que era desta orden confadre derechero;
diz': «Amigos, si este son a de ser verdadero,
¡Si malo lo esperades, yo peor lo espero!
»E del mal de vosotros a mí mucho me pesa,
otrosí de lo mío ¡é del mal de Teresa!
¡dexaré Talavera yrm' e a Oropesa,
ante que la partyr de toda la mi mesa!
»Ca nunca fue tan leal nin Blanca Flor a Frores
nin es agora Tristán a todos sus amores:
¡que fase muchas veses rrematar los ardores!
e, sy de mí la parto, ¡nunca m' dexarán dolores!
»Porque suelen desir que el can con grand angosto
e con rravia de la muerte su dueño trava al rrostro:
¡sy tovies' al arçobispo en otro tal angosto,
le daría tal buelta, que non vies' el agosto!»—
Ffabló en post aqueste el chantre Sancho Muñós;
diz': «Aquest' arçobispo ¡non sé que se ha con nos!
el quiere acaloñarnos lo que perdonó Dios:
por end' apello en este escripto: ¡abivádvos!
»Que sy yo tengo o tove en casa una servienta,
¡Non ha el arçobispo desto porqué se sienta!
¿Que non es mi comadre? ¿Que nin es mi parienta?
¡Huérfana la crié! ¡esto, porque non mienta!
»Mantener ome huérfana obra es de piedad,
otrosí a las vibdas: ¡esto es mucha verdat!
Si el arçobispo tiene que es cosa de maldat,
¡Dexemos a las buenas!; ¡a las malas vos tornad!»—
»Don Gonzalo, Canónigo, segund que vo entendiendo
es éste, que va de sus alfajas prendiendo
E vanse las vesinas por el barrio desiendo
que la acoje de noche, aunque gelo defiendo.
Pero non alonguemos atanto las rraçones:
appellaron los clérigos, otrosy los clerizones.
Ffesieron luego de mano buenas appellaciones
e dende en adelante çiertas procuraçiones.
Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, 1320



miércoles, 4 de diciembre de 2024

De Repente

 DE REPENTE (otra vez Sansueña)

UNA escuálida sombra mutilada
y abajo la alegría que aún revive
bajo ese cielo azul que siempre escribe
sobre Madrid su carta enamorada.
Una emoción envuelta en los colores
que resumen los ciclos de una historia
rodando, con sus asnos y sus norias,
entre estruendos plurales y entre ardores
de patrias y miserias, luz cautiva
que lucha por salir del pozo negro
donde un dios borrachuzo la secuestra.
Sueño y verdad: la sombra fugitiva
se parte en dos en cuanto adviene gro-
tesca y mortal la vieja inquina nuestra.
(Impromptus sobre una foto de la Plaza de Colón, en Madrid)



Caja De Citas; Felipe Mellizo.

(CajaDeCitas, 12). ¿Y quién se acuerda ahora de Felipe Mellizo? Ni siquiera aparece, ni de refilón, en una de esas recapitulaciones con rostros que han pasado por programas importantes de la pequeña pantalla. E incluso cuando uno (yo mismo) lo cita, no falta quien se extrañe. Pero Felipe Mellizo marcó, en mi modesta pero libre percepción de la historia local de los masamedia” (Chus Lampreave dixit), un momento clave, casi una bifurcación, en un modo de hacer las cosas que bien pudo habernos dirigido hacia otro lado. Nunca nadie presentó las noticias con la altura de miras y la maestría sencilla y creíble de Felipe Mellizo. He tratado de localizar uno de aquellos telediarios insólitos, auténticas rara avis en la historia de nuestra televisión. Pero por el camino he dado con este singular reportaje donde el periodista, un verdadero conductor socrático y sabio a través de la realidad, aparece tal cual era: con un saber estar insólito que, sin duda, nacía del ser auténtico. Es un poco largo para los los usos apantallados del presente. Pero, a la vista de las acaloradas y tan estruendosas como finalmente inanes polémicas en torno a hormigueros y revoltosos, no conviene perder de vista, aunque no vaya a servir de mucho, que las cosas se pueden, ay, hacer de otra manera. Merece la pena. Si lo ven, ya me dirán. Y, ah, seguiré navegando hasta dar con alguno de aquellos telediarios insólitos de Felipe Mellizo.


domingo, 1 de diciembre de 2024

Caja De Citas: Jim West

(CajaDeCitas, 10). ¿Se acuerdan de Jim West? ¡No me digan que ya no se acuerdan de Jim West! Yo casi ni me acuerdo de Jim West. Pero aún me acuerdo. Pensando, pensando, en su pesquisa me vino, oportuno, acaso serendípico, este ¿zapateado? Un día fue improvisación de albricias. Hoy es materia que salvar acaso del olvido. Vaya.

****
«Que me place», dijo el Caballero de la Triste Figura, tal vez fuera de sí e inaugurando ese lugar común que no frecuentan tantos.
****
(Esperando noticias de Jim West)
De la forma en el fondo
por mi mano plantado tengo un hueco:
será por el que llegan a mi vida,
cual vilanos huidos de un agujero negro,
retazos de una luz inexistente
salvo en la geografía de los sueños.
Y ya que viene o vuelve
—dulce señora del harapo honesto—
la leve suavidad de las palabras
a concordarse en su estremecimiento,
diré, por si me escucha quien escucha
porque no puede ni dejar de hacerlo,
«que me place», ya digo, «y de este gozo
no ha de sacarme pozo
alguno
ni muerto».
(Solo para tus ojos)


 


viernes, 29 de noviembre de 2024

Caja De Citas: Jethro Tull

(CajaDeCitas, 9). A partir de cierta edad, y aunque nunca haya que perder el instinto de lo nuevo o lo no visto, supongo que ver es recordar, oír es escuchar las resonancias, leer es releer y acaso desleerse, desleírse. Y en pocos territorios como en el de la música es agradable y hasta reconfortante seguir los rastros que una vez recorrimos: escalas literales a lo alto y lo hondo. Y así, al hilo de una lectura que levanta ante nosotros una bandera de náufrago en una isla, pero también el sonido del que respira con su escafandra en el fondo del mar, volver a la inmersión y al vuelo. Y confiar en la luz aún posible de las palabras, en su otra claridad. Y en el instinto sin porqué de la música o el arte. Todo eso y mucho más vibra en este poderoso Aqualung, de Jethro Tull. Báñense en él. O al menos chapoteen.