(En voz alta: al filo de los días). Lo de Rosalía va para largo, ya te digo. Ahora incluso ocupa minutos de oro en los telediarios y todo el mundo parece estar al tanto, a favor o en contra, de esta chica lista, gran artista, veremos si también resistente. Salvando todas las distancias, el mecanismo interno del supuesto trabajo colaborativo en torno al famoso tema Despechá, utilizado como forma y palanca de su lanzamiento (se cuenta en este interesante artículo), me ha recordado una estratagema similar que utilicé en algunos cursos de comunicación para directivos que impartí en el pasado, trabajando para la consultora Psycsa. Era un breve curso de nociones básicas y ejercicios prácticos para mejorar las habilidades de comunicación. Y entre los "juegos" que solía utilizar para trabajar en equipo con los drectivos y otros trabajadores estaba lo que llamé el Taller del soneto de la comunicaciòn. La cuestiòn era muy sencilla: tras explicar la estructura de la estrofa y dar algunas pistas sobre su intríngulis, les proponía a los alumnos la tarea de componer entre todos un soneto sobre la comunicación. Por parejas o individualmente (según el número de alumnos), deberían esforzarse en hacer un verso con la únicas condiciones de que terminara en una palabra previamente sacada al azar de una bolsa y cuyo contenido tuviera, de una u otra forma, algo que ver con las cuestiones referidas al contenido del curso. A partir de ahí, se ponía en marcha un proceso de mayor o menor interés, pero por lo general con muy buena aceptación: se trabajaba durante un rato de forma separada y finalmente, en equipo, se analizaban los resultados y se afinaban hasta lograr tener una composición "legible". Era curioso observar los rostros de gran satisfacción cuando se llegaba a conseguir una pieza que tenía cierta gracia y que, como cabe suponer, era básicamente un texto ya prefijado en sus rimas (las palabras de la bolsa eran los finales ya rimados), términos además que, en su mayoría, enunciaban características que debería tener un buen comunicador y cuyos ajustes de ritmo o contenido, así como su orden, se podían "negociar" y afinar muy fácilmente con sólo dirigir en una dirección u otra la conversación y proponer soluciones posibles. Al leer ahora cómo se ha ido fraguando el Despechá de Rosalía me he acordado de aquella experiencia y de hasta qué punto la ilusión de participar en la creación de algo (y en el fondo hacerlo) es en sí misma un gran estímulo y por tanto multiplica las posibilidades de éxito.
lunes, 1 de agosto de 2022
domingo, 31 de julio de 2022
JULAIJAIKÚS PARA DECIR ADIÓS A UN JULIO aTROz
(de la A a la Z)
jueves, 28 de julio de 2022
EL CANTO HILADO (3)
La ley del silencio, también la urdida en torno al caso de María Antonieta y los Siete años que permaneció en manos de Las hermanas y su “Conte drolatique”, es, a su modo, una puerta de acceso a Universos ocultos, Un viaje a las dimensiones extras del cosmos, sobre todo si lo entendemos como una Ciudad abierta en la que, vivo o muerto, está recluido El gato. Y Pietr, el Letón (de Los casos de Maigret), astuto conocedor de La liebre con ojos de ámbar, no llega a reconocer que tiene Una herencia oculta en La casa del canal.
domingo, 24 de julio de 2022
El no retorno de Blanca Andreu
(En voz alta). Me ha gustado y también defraudado este artículo/entrevista de Jabois en torno a Blanca Andreu, que como ella misma apunta, con cierto vértigo acaso irónico, vuelve “de entre los muertos” para decir que no se cuente con ella. La Andreu causó en la poesía española un revuelo semejante al que sólo había producido, 27 años antes, Claudio Rodríguez con «Don de la ebriedad», y que después ya acaso nadie, de las múltiples hornadas y añadas salidas de las entrañas de esa especie de caballo de Troya de la poesía ibérica que fue el premio Adonáis, volvería a renovar con igual relevancia. Y, sin embargo, antes que ella, autores como Emilio Sola, con La isla (“Los que vengan dirán que somos bárbaros”), Julia Castillo y sus Urgencias de un río interior, o en el mismo año chagalliano de 1980, las Instrucciones para blindar un corazón, de José María Parreño, por citar sólo algunos casos ex corde y par cœur, ya habían transitado por caminos o aledaños parecidos… y están igual de ocultos y acaso olvidados hoy. Rapiña es la memoria. Lo que Blanca Andreu comenta, sin duda más con indiferencia que con cualquier afán polémico —salvo si acaso en algún muy concreto pellizco—, supongo que agitará un poco las viejas luchas tribales en los campamentos de los rapsodas ibéricos. A mí me ha rejuvenecido el recuerdo de aquella época, me ha traído a la memoria —y al mal sabor de boca— el frío cinismo del que a veces podía ser capaz Umbral (“la infame avilantez” que le reprochara Benet en un célebre artículo), y también, en otro sentido, el ninguneo y hasta cachondeíto que los contertulios con visos de tertulianos de Pisuerga 7 se traían con "la diosa Blanca” y, de forma inevitable, ciertas fiebres y dolores y entusiasmos y alegrías de juventud cuyo esplendor, si bien ya encauzado hacia el ocaso, aún perduran. Es asombroso que un libro como el primero de BA tenga una historia como la que aquí se cuenta. Aunque sabemos bien que no es, ni mucho menos, la única. Por suerte y por su propia condición de “palabra en el tiempo” —y, me permito añadir, “contra el tiempo y fuera del tiempo”—, la historia de la poesía está en estado de permanente reescritura y siempre a falta de una concreción y un secreto sobre el que hay que seguir indagando. Y esa es su verdadera gracia.
La entrada, publicada en mi muro de FB, dio lugar a una interesante plática.
viernes, 22 de julio de 2022
NOSTRA EN EL METROPOLITANO A MEDIANOCHE
o
domingo, 17 de julio de 2022
CONTINGENCIAS
viernes, 15 de julio de 2022
AUGURIOS
Enrique Grau: Echadora de cartas, 1981. |
Entrábamos en el quicio de Julio, soportando en la espalda del año no solo el peso de lo que se nos venía encima sino también la irresoluble memoria de lo que quedaba detrás, a menudo perdido bajo tierra, y contemplando perplejos la reiterada danza de los ebrios de sí mismos frenéticamente enlazados en corros inverosímiles, aunque para entonces ya se habían ensanchado mucho las cinchas de las yeguas de la noche y ya no creíamos ni en lo que teníamos delante: fuegos, hielos, muertes, moscas… y las fotos inéditas del universo inverosímil. Y en esas condiciones había que mover las runas y echar los naipes y leer los indicios con que el I Ching nos iba a confirmar lo que ya sabíamos pero no atinábamos a explicar, tal vez a causa de la perfidia del bucle que nos sugería no escuchar el zumbido que nos impedía retener la emoción del instante y volver a intentar un ajuste de cuentas creíble con la promesa del érase una vez...