viernes, 18 de marzo de 2022

NADA NUEVO

Michael Cheval: Melody of Rain, 2015.

A falta de otra cosa mejor que hacer y por seguir el dictamen de Borges para los días de lluvia, se puso a rebuscar en su baúl de objetos imprecisos, de artefactos varados y frases sueltas un poco de candela, o al menos una imagen que llevarse en procesión. Y, como ya le había ocurrido otras veces, se le fue el santo al suelo y aquí le vemos recogiendo los cachos —“sí, sí, los cachos, chacho”—, con una pizca de avilantez por aquí, un aforismo sin cabeza por allá, algo de eso que no es lo que te quería decir y, ya tú sabes, dejemos los equívocos sin importancia para otro momento…, cosas así que, como todo el mundo acaso no ignora, sin duda no dan para levantar un retablo, pero al viejo de las coplas le pemiten formar un corro de curiosos, ir desgranando los aleluyas con su voz más teatral al ritmo del puntero sabiamente meneado… y, finalmente y sobre todo, pasar la gorra de los óbolos ante la concurrencia. Y, claro, no vas a ser tú el boludo que se quede fuera del ceremonial, así que, ¡dale!, ráscate las musarañas y mira a ver cómo sales de esta lo más airoso posible. Tú verás. No, no estás soñando. Ah, que falta el título. Nada nuevo.

(LUN, 803 ~ De la vida misma)

jueves, 17 de marzo de 2022

LAS HORAS MUERTAS

Mijaíl Vrúbel: Demonio sentado. 1890. Galería Tretiakov, Moscú.
Cortesía de (o, más bien, atraco a) 
César Rodríguez de Sepúlveda.


El diablo me vino a visitar en la colina y, sin otras contemplaciones y con la habitual media sonrisa de los momentos de chanza más que de tentación, me dijo:
—No sé de que os admiráis. A poco que meditéis, esto ya estaba en el guion. Y también vuestra estulticia.
Caí en la cuenta entonces de que, en efecto, de casi todo lo terrible que nos vuelve a ocurrir tenemos tantos signos previos avisadores que, si ya es extraordinario que errores tan previstos vuelvan a producirse, aún lo es más que, al sucederse, nos pasemos luego las horas muertas lamentando sin cesar cómo han sido posibles, en vez de poner en marcha el remedio para evitar tanto la terquedad en la equivocación como la indolencia en la búsqueda de caminos de verdadera y eficaz enmienda, mientras no limitamos a sentirnos condenados a girar presos de la inutilidad recalcitrante de las jeremiadas y del todo incapaces, y una vez tras otra, de poner cerco al vórtice imparable de las muertes inútiles.
(LUN, 803)

miércoles, 16 de marzo de 2022

Visiones en voz alta (2) TwinPeaks

(Visiones en voz alta📺11). Uno de los aspectos en los que la narrativa de las grandes series de televisión claramente iguala al mejor cine, y a veces lo supera, es en su manejo del fragmento. Muchas secuencias de los telefilmes parecen concebidas como clips casi autónomos, válidos por sí mismos, rítmicamente pautados y dialogados de forma tal que se pueda obtener de su visión una historia (anécdota) completa, comprensible. Y todo ello sin perder ni un ápice de su peso en el conjunto de la historia, que avanza así a través de una suma de intensidades cuya perfecta armonización suele ser la nota distintiva de las obras más logradas. Es lo que ocurre en la compleja e impactante Tercera Temporada de Fargo, a la que corresponde esta secuencia, robada de forma muy artesanal y precaria —como puede verse— de su reciente emisión enMovistar.
Atención, spoiler: aunque no lo creo, no está de más avisar de que la secuencia contiene aspectos que pudieran interferir en la percepción de la trama por parte del espectador. Dicho queda.

Visiones en voz alta📺14). Que a David Lynch se le haya ido definitiva y, quizás, maravillosamente la olla es una sospecha que nos asalta cada dos por tres a quienes seguimos, como podemos pero siempre con placer y gotas de estupor, la nueva temporada de «Twin Peaks», ese big bang de la nueva homevisión. De momento, es difícil pronunciarse y mucho más tener una opinión formada y coherente, o resumible, de lo que llevamos visto(en mi caso, 10 capítulos), porque hay demasiadas incógnitas y todas las expectativas —incluida la del fiasco, aunque lleno de perlas frescas y salvajes— están abiertas. Sí puedo manifestar, de nuevo pero nuevo, mi asombro ante la capacidad revulsiva, inquietante, lúdica, lúcida... y otros muchos adjetivos malabares que podría añadir, de este artista visual que, quién lo diría, se nos acaba mostrando como un devoto y aventajado discípulo de Kubrick, un émulo posmoderno y neosurrealista de Hitchcock, un continuador de la veta expresionista del mejor cine experimental y, qué quieren que les diga, un cachondo mental de primer orden. Pura intropía en vena. Algo tengo claro de momento: la nueva temporada de Twin Peaks es un 'suceso' artístico de primera magnitud. Y dará mucho que hablar. Aunque sea como camino hacia un pasmoso silencio. Si pueden, no se la pierdan.


(Visiones en voz alta📺17). El final de la tercera temporada de «Twin Peaks», que parecía más que inalcanzable algo artificiosamente demorado, presumo que no ha dejado satisfecho a nadie. Entre otras cosas, porque no está nada claro que sea el final. Tengo la impresión de que Lynch, que es un viejo zorro plateado de estirpe genuinamente surrealista, se resiste a matar a la gallina de los huecos (sic) de oro. Y aunque en algún momento de esta larguísima, caótica, brillante, espesa, disparatada, vistosa y, en no pocos momentos, genial temporada, hay claros síntomas de agotamiento y un par, al menos, de secuencias con hechuras de telón final (pausa), la última foto fija —la del susurro del secreto— da pie para seguir alimentando el fuego que camina con nosotros siempre que nos invade la duda de quién mató Laura Palmer. ¿Nos vemos en 2052?



A MI LA CALIMA

Fotografía de la NASA de una calima de polvo del Sahara
cubriendo las Islas Canarias, capturada por satélite.


—A Calima, mami, laca.
—Acá calima, Mila, caca.
—A mi la cal, a Mila, lima: la calima.
—Esa calima mil acá sé.
—La calima, como Celia, baile; como Camila, cal.
—¡Ay, a la caca calima mala, mami, la caca cala ya!
(LUN, 805 ~ Palíndromos)

martes, 15 de marzo de 2022

ALEGRÍAS DEL REENCUENTRO

 ALEGRÍAS DEL REENCUENTRO INESPERADO

EN LA AURORA DE UN DÍA LLUVIA

Amedeo Modigliani: Desnudo sentado, 1916.
Courtauld Gallery, Londres


«Podría decir —me dice que le dijo ella con cara de confidencia en aquel inesperado reencuentro— que de esa historia, además de un reciente sabor muy agradable, tengo lo que bien se podría llamar recuerdos del futuro». Y es que, según me cuenta él, todo se confabula a través de un margen de tiempo apenas discernible entre realidad inminente e imaginación al galope, premisas muy bien ensambladas en ese fondo de extrema sensualidad que, desde ese nuevo día, suele estar presente en sus encuentros, en parte porque él ya no enmascara los deseos que su cuerpo le transmite, y ella porque, aunque no concernida por un grado semejante de excitación, fiel a la luz primera de su nombre, sí se siente muy halagada por provocar en él esas ensoñaciones. Y, según afirma él que piensa ella, hasta le gustaría, y mucho, que le contara de qué modo imagina que serían sus nuevos encuentros, y con qué dulzura y cuidado volvería, como entonces —aunque haga ya tanto—, a entrar en su intimidad, aflojando rigideces, excitando pliegues y suprimiendo barreras, hasta acariciar con mimo y soltura la cara interior de sus muslos, para ir buscando, en lenta y poderosa exploración, el despertar líquido de su sexo. Y, ya volcado el uno en brazos del otro y fundidas sus respiraciones en un solo frenesí y en el fervor de sus bocas trémulas, de qué delicioso modo no buscarían sus palabras un arco de penetrante intensidad para llegar juntos a un punto muy certero de placer compartido y al lugar ameno en el que otro poco poder demorarse. Y luego, ya bien acordados el otro con el uno, todo sería un dejarse deslizar por la hondonada deliciosa y llena de prodigios, y donde las voces serían al fin sólo una estela viajera de gozo y vibrante transparencia que vendría a culminar en un suceso en verdad imborrable de extrema cercanía, tal vez un punto de no retorno donde su encuentro, su aventura y la íntima amistad que en otro tiempo los unió —“Eres una alegría en mi vida”, le ha dicho alguna vez él a ella— quedarían sellados y ensoñados para siempre. «Nunca pensé que volvería a verte», acertó por lo visto a decirle cuando se despidieron. Y parecía que, en las palabras y en aquella habitación maravillosa, ambos sabían que no tardarían en volver a buscarse, y a encontrase tal vez.
(LUN, 806 ~ Las musas de Macías)

lunes, 14 de marzo de 2022

ELEGÍA

Salvador Dalí: Two pieces of bread expressing the sentiment of love
(Dos trozos de pan expresando el sentimiento del amor)
, 1940.
Fundació Gala-Salvador Dalí, Figueres. Legado Dalí.

En estas estaba, esperando el estruendo, el efecto efervescente, el eco enfervorizado, el edredón eléctrico, el enchufe, el eje extravagante. Emitía energías exteriores. Enlazaba extractos evanescentes. Escurría el estropajo. Estaba exhausto. Expiraba.

(LUN, 807 ~ Cuentos literales / NUL, 547)

domingo, 13 de marzo de 2022

La escalera de Odesa

 

(Al filo de los días). La teníamos desde nuestra más tierna juventud como una de las escenas míticas del cine, ejemplo de la eficacia del séptimo arte para crear emociones verdaderas a partir de una “manipulación” creativa de las imágenes mediante el arte del montaje, el empleo de la elipsis, las concatenaciones. Cuántas veces no habremos mencionado —en textos, en charlas, en conversaciones…— la genialidad de estas imágenes y su valor casi fundacional para considerar al cine como un medio de denuncia imbatible, el gran aliado de la educación de la sensibilidad en el mundo moderno. Y otras virtudes. Lo que quizás no nos esperábamos es que la casi literal actualidad de esta secuencia de las escaleras de Odesa —sí, Odesa— volviera a poder herirnos con toda su crudeza y realismo. Qué terrible, también, la capacidad profética del arte. Y qué inmensa desgracia que no sirva de nada para evitar la obtusa, cruel, maldita reiteración de la madre de todos los errores.