jueves, 16 de septiembre de 2021

EL ESCARPÍN

 EL ESCARPÍN (O MATERIA SUSTRAÍDA AL CONTRABANDO)

Sophie Loizeau: Ange aux escarpins turquoise, s.f., s.l.

«¡Déjate de gaitas!», le oigo rezongar, lo hace a menudo. «Todos esos registros que llamas literarios, o hasta poéticos, no son más que convenciones de patio de vecinos, y como tales, de mil etéreas formas, que no voy a sacar ahora de la alforja, pudieran ser tachados; o, siendo más condescendiente, sometidos a una votación a mano alzada y que la tiranía del número volviendo por su fueros pudiera así poner en evidencia su naturaleza». No dejó de mirarme ni un momento de hito en hito mientras hablaba. Y me pareció que estaba incluso dispuesta a escucharme argüir razones a la contra. Pero en ese instante dieron las 12 en el Reloj y tuve que abandonar el baile. Supe luego que, amante como era del folklore y algo previsible, me había dejado un escarpín de contrabando. Aquí lo tengo. No sé bien qué hacer con él. Ni mal.

(LUN, 986)

miércoles, 15 de septiembre de 2021

Adiós al poeta Martínez Sarrión

Antonio Martínez Sarrión fotografiado por Claudio Álvarez.

(Al filo de los días).
Ha fallecido el poeta Antonio Martínez Sarrión, tal vez el más “moderno” (hay epítetos triunfantes) de los Novísimos y el único mesetario de entre ellos, en una antología fraguada en la otrora fulgente Barcelona y al socaire de mares venecianos. Lo conocí y traté fugazmente, con ocasión de vidriosos y más bien tristes certámenes literarios, y lo leí con gran atención, atraído sobre todo por su facilidad para convertir el poema en algo muy parecido a una secuencia cinematográfica o una ráfaga de jazz, querencias ambas muy presentes, y no sólo de manera formal, en su poesía. Me interesaron mucho y disfruté con sus memorias, en especial con Una juventud (1996), en la que, entre otras gentes y experiencias notables, comparecía de refilón mi querido amigo y vecino (puerta con puerta) el diplomático Sergio Pérez-Espejo, coetáneo suyo y también recientemente fallecido. Aquellas páginas fueron objeto de minuciosos comentarios, chanzas y hallazgos algo más que curiosos. Ahora se me aparecen casi como escenas de otra vida. Tengo pendiente la lectura de su obra última, de la que me han llegado las mejores referencias. Será mi homenaje a un hombre que, junto con la revista Barcarola, contribuyó a que el nombre de Albacete (superada la ominosa rima y los nefastos rastros de los cazapremios ) apareciera bien rotulado en el mapa de la poesía española. Descanse en paz.

EL MENSAJERO

Julio Castellanos: Retrato de hombre, 1925.
Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires.

Había olvidado su nombre —acaso Segismundo—, aunque su presencia seguía viva en cada uno de los movimientos de resistencia que me veía obligado a realizar al fondo de la cueva para soñarla palacio y volverla habitable, o al menos libre de la sordidez devastadora y su hueste acostumbrada. Sabía que algunas de sus palabras, al pasar a mi boca, estaban germinando al borde de la putrefacción, pese a lo cual, separados los mohos más obscenos, aún me servían para alimentarme y lograban provocarme sueños felices. Muy felices. Por eso he de considerar como un signo muy dadivoso del destino que hoy haya regresado intacto con el nombre verdadero que esconde sin escindirlo su nombre irrepetible: Siggurbes el Rojo.

(LUN, 987)

martes, 14 de septiembre de 2021

EL TEMPLO

R. Scort: Tres mujeres africanas, s.f., s.l.

Cuando entramos, el rito estaba en plena representación. La hermana, con cuidadosa dicción que sorteaba con gran habilidad las trampas de la fonética francesa, avanzaba por la epístola con convicción extrema y lograba infundir un sentido próximo y creíble a las palabras ceremoniales. Cuando concluyó, las estrofas del salmo brotaron como ráfagas de voces transparentes acordadas sobre el zumbido de la sordina y, en su bellísima tesitura, volvían una y otra vez a la sorpresa prevista de las modulaciones que, casi como si fuera una lámina de agua rizada por el viento, allí se remansaban, mientras fuera la tarde parecía a punto de rendirse a las primeras sombras y los sonámbulos comprendían que su hora estaba a punto de llegar.

(LUN, 988 ~ para CRI, que lo vivió conmigo)

lunes, 13 de septiembre de 2021

Un poema al uso


Este poema no
es un poema
al uso,
sólo un reflejo
de la infinita y
misericordiosa
fuerza que da:
pies al guepardo
sombra a la acacia
brillo al granito.
Este poema
no reza en
ningún templo
ni se arrodilla
en los palacios
ni bebe el agua
de la vida eterna...
Mas rinde culto
al nuevo
sol de septiembre
y danza con
la luna llena
y ríe,
oh sí,
cómo se ríe,
en las esquinas
de las ruinas
blancas.
Este poema vibra,
piel tensada,
con la memoria
de los ganaderos
que de oeste a sur
cruzaban las montañas
para alcanzar
el cereal del llano.
Pero no es eso
no es eso
ni eso
ni esto.
Este poema no
sabe demorarse,
sólo se desnuda
como una flor
en el estanque
cuando
soplas...
(Croar de ranas).
De todos los poemas
ya iniciados
y todos los
poemas
que aún han de empezar,
el más extraño
será este poema
que nos deja
con la miel
en los labios
(quizás)
y el ánimo
perplejo
porque termina aquí.

UN GIRO EN EL SALÓN ANTES DEL ALBA

César Álvarez Dumont:
Combate heroico en el púlpito de la iglesia de San Agustín de Zaragoza 
en el segundo sitio de 1809, 1887. 
Museo del Prado., Madrid.

La noche estaba a punto de concluir y parecía dispuesta a irse, por decirlo así, de rositas, sin una triste entrega valorable ni nada útil para plantarle cara al ya cercano otoño y sus postrimerías. Pero, de pronto, como brotada de una fuente subterránea de imposible detección, salieron a la luz, por separado, pero sin duda atraídas por un secreto imán, una imagen y una frase (esta al parecer pronunciada por JB en ocasión no olvidada) y se depositaron a la vez en la pantalla de este modo: «CUALQUIER HOMBRE QUE SE SUBE A UN PÚLPITO Y SOSTIENE QUE TIENE LA SOLUCION PARA LA HUMANIDAD ES UN MISERABLE».

(LUN, 989 ~ con agradecimiento a Blanca Andreu por la cita)

domingo, 12 de septiembre de 2021

EL SUCESO (o Où est l’évêque?)

Miguel Zapata: Sin título, 1978.
(Tomado de Subastas Segre, catálogo Pintura y Escultura; septiembre 2021).

Todo se debió a que Louismarie Sánchez, de Rouen, que como persona era una verdadera pécora en sí mismo, había oído que Madame Geneviève, tan orgullosa como estaba de su hijo, tenía la esperanza, casi estaba segura, de que un día el niño alcanzaría una gran dignidad: «Yo creo que será por lo menos obispo», dijo con un guiño de ojos que a todas luces quería indicar que estaba bromeando. Pero Louismarie se hizo voces y a partir de aquel momento por todos los claustros, patios y campos de fútbol del colegio se corrió la voz: «Muchachos, no os lo perdáis, entre nosotros tenemos un futuro l’évêque». (Eran los tiempos en que cierto giro afrancesado, a imitaciòn de las clases de père Ignace, formaba parte habitual de la jerga escolar). Y el sobrenombre, como suele ocurrir en internados y otros apriscos, ya fue imparable. Al poco tiempo, Michel pensó que lo mejor sería rendirse a la evidencia. Y fue entonces cuando adoptó el seudónimo con que años después se haría famoso, odiado y admirado a partes iguales, pero sin duda convertido ya en “todo un suceso”.

(LUN, 990)