Miguel Zapata: Sin título, 1978. (Tomado de Subastas Segre, catálogo Pintura y Escultura; septiembre 2021). |
Todo se debió a que Louismarie Sánchez, de Rouen, que como persona era una verdadera pécora en sí mismo, había oído que Madame Geneviève, tan orgullosa como estaba de su hijo, tenía la esperanza, casi estaba segura, de que un día el niño alcanzaría una gran dignidad: «Yo creo que será por lo menos obispo», dijo con un guiño de ojos que a todas luces quería indicar que estaba bromeando. Pero Louismarie se hizo voces y a partir de aquel momento por todos los claustros, patios y campos de fútbol del colegio se corrió la voz: «Muchachos, no os lo perdáis, entre nosotros tenemos un futuro l’évêque». (Eran los tiempos en que cierto giro afrancesado, a imitaciòn de las clases de père Ignace, formaba parte habitual de la jerga escolar). Y el sobrenombre, como suele ocurrir en internados y otros apriscos, ya fue imparable. Al poco tiempo, Michel pensó que lo mejor sería rendirse a la evidencia. Y fue entonces cuando adoptó el seudónimo con que años después se haría famoso, odiado y admirado a partes iguales, pero sin duda convertido ya en “todo un suceso”.