martes, 21 de julio de 2020

Secretos de Creta

«El Minotauro saliendo de las aguas bajo el sol de Festos»
©️Javier Serrano, 2020

A la playa de Matala (o Mátala, según otras transcripciones), en el centro sur de la isla de Creta, llegamos tras una mañana intensa y solitaria entre las ruinas del palacio de Festos. En días precedentes habíamos empleado algunas horas en la búsqueda, finalmente fallida, del laberinto de Gortys, en la región donde se supone que reinó Minos y donde Teseo se agarró como pudo al hilo de Ariadna, lo que finalmente no le evitaría tener que convertirse en tal vez el primer diestro con nombre propio de la historia.

También teníamos aún muy vivas las impresiones de la gran y empinada caminata hacia la cueva donde nació Zeus (Dikteon Andron), tanto en nuestros sentidos como, muy particularmente, en nuestras piernas. Había sido aquella una ruta asombrosa, con un guía nativo de ya cierta edad que, a lomos de una mula, nos indicaba el sendero y a cada poco profería incomprensibles gritos, casi alaridos, tal vez sólo de ánimo, aunque en las dificultades del ascenso nos sonaban como jaculatorias de un viejo ritual. No cesaron hasta que nos dejó a la entrada de una cueva de medianas proporciones, con sus estalactitas y su estalagmitas, y sin ninguna huella reconocible, más allá de esas formaciones cristalinas, de la divinidad.
Posiblemente intercambiamos estas o parecidas impresiones al alcanzar las arenas de Matala, tras la cual se extendía el mar en todo su pelágico esplendor. Tras un rápido baño, subimos a las cavernas habitables del farallón, de las que ya teníamos alguna noticia, y leímos las historias del naufragio del rey Menelao, mientras comprobábamos que, en efecto, allí estaban las huellas de las comunas hippies de los años sesenta —Dylan y Joan Báez, entre ellos— e incluso descubrimos algún grafiti adornado con flores de sal. Al atardecer, también nos pareció ver a Minos, fundido con su toro —tal vez lo estuvo siempre—, saliendo de las aguas. Puede que sólo fuera un turista de testa poderosa. Es bien sabido que el sol poniente vuelve confusos los cuerpos y las formas.
De allí, o de las tiendas de Heraklion, nos trajimos, entre otros recuerdos, la estatuilla de las diosa de las serpientes y la medalla del disco de Festos que desde entonces cuelga de mi cuello. Ahora dicen que el disco, aún indescifrado, probablemente sea una falsificación. Pero, a estas alturas, ¿hay algo que esté libre de una sospecha así? Las cosas nunca son lo que parecen. Nosotros puede que tampoco.

(Las Caminatas, XIII)

lunes, 20 de julio de 2020

Vuelo libre

Nada es sólo porque sí
ni aun el mero azar siquiera.
Cada gesto arranca máscaras
y el paisaje nos expresa
de un modo visible y cierto:
somos espectros de luz
capturados en la escena
de los días sucesivos
y el alma que nos habita
por adentro es una huella
de los sueños que vivimos
entre palabras. La niebla
también es real. Reales
son los cuerpos. Y es la tierra
—doble madre, herida doble—
el filo de una tormenta:
la sangre, el pulso, la noche
que extiende su nada extensa.

En el volver de las horas,
que vuelan como cometas
entre ráfagas de viento,
se nos va la vida. Incierta
vuelve a ser la luz. Hay sombras
caminando con cadenas
a los pies. El vuelo libre
se nos transforma en la ciencia
de la alegría... y se esconde
al fondo de la caverna.
Y las imágenes mustias,
disecadas, casi muertas,
que nos salen al encuentro
nos traban, y deshacerlas
no es tarea fácil. Nadie
tiene cabal la certeza
de estar vivo: la constancia
es solamente una prueba
del hábito de existir
para que nadie lo sepa.
(Levedades)

Trikiklos (15)

¿Y qué se fizo
de Guillermo Sautier
(¡ay!) Casaseca?

domingo, 19 de julio de 2020

Adiós a Juan Marsé

Juan Marsé, en una imagen del 2017.


(En voz alta). Adiós a Juan Marsé. A ver quién nos cuenta ahora las “aventis”. Buen vuelo y gracias.

Trikiklos (14)

Spinoza superstar
LUSTRACIÓN DE CÉSAR SEBASTIÁN / FOTOGRAFÍA DE LINO ESCURÍS. El País
«Y la tristeza,
qué hacer con la tristeza»
(Ramón Andrés).

La frase brilla
en medio de este texto
sobre Spinoza.

Los días mueven
—pájaros disecados—
alas inútiles.

Si ya el mar sé,
no hacía falta decirlo
una otra vez.

(Lectura y Homenaje)

sábado, 18 de julio de 2020

Trikiklos (13)

Franco, Mola vociferante y otros golpistas del 18 de julio de 1936.

también fue sábado.

¿Y dónde estaba
el ángel de la patria?
De maniobras.

Después se quiso
convertirlo en un premio:
la paga extra.

¿Queda muy lejos?
Conviene no olvidarlo.
No vaya a ser...

viernes, 17 de julio de 2020

Arrabal

(Tiempo contado). 17 julio, viernes. 13:40. El “impasse” grave del verano. En esta situación, y en plena canícula, el tiempo amenaza con solidificarse y asfixiarnos como si hubiéramos caído dentro de un bloque de hormigón. Menos mal que está el aire acondicionado...
No sé por qué —aunque tampoco sería difícil de explicar— me he acordado de un poema de Fernando Arrabal que fue, en su momento (primeros ochenta), toda una revelación. Y como las verdaderas “iluminaciones”, su halo aún dura. Lo copio en francés. Es de fácil comprensión.
 J’ai une bulle d’air. Je la sens très bien. Quand je suis triste, elle se fait plus lourde et parfois, quand je pleure, on dirait une goutte de mercure. La bulle d’air se promène de mon cerveau à mon cœur et de mon cœur à mon cerveau».
Enseguida he podido localizar el libro, pese a que hace al menos treinta años que no había vuelto a verlo. El entrañable y valioso rigor del orden alfabético. ¿Que sería de nosotros sin el orden alfabético?