martes, 5 de mayo de 2020
La voz de Idir
El paseante: los orígenes
Ilustración ©️Javier Serrano, 2020 |
El segundo vislumbre, que está unido tanto temporal como espacialmente al anterior, lo sitúa frente a una boca de riego en unos jardines cercanos a una ermita: allí está mirando el charco de broza y hojas que se ha formado alrededor de una tapadera de metal removida y, de forma inexplicable, acaso por torpeza o por curiosidad, poco después está comprobando desolado que ha ido a meter en él un pie —izquierdo o derecho, qué más da— justo la mañana en que acaba de estrenar sus primeros zapatos Gorila, tan preciados en aquellos tiempos, además de por su graciosa forma redondeada, por la pelota de goma maciza que regalaban con su compra y que, botada con habilidad y fuerza, podía elevarse hasta alturas casi inverosímiles.
De lo que ya no queda huella alguna en su memoria es de lo que ocurrió después, al regresar al banco del que se había alejado y donde tal vez tuvo que inventar alguna excusa más o menos fantasiosa —«es que se me había caído la canica dorada»— para explicar aquel desastre y poder volver a casa sin otros contratiempos.
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lunes, 4 de mayo de 2020
Adagia andante (7)
«No hay diferencia entre Dios y su templo», dice Stevens en la cláusula 96 de sus «Adagia». Tiene razón, aunque no siempre sea fácil percibirlo.
Y más a menudo aún no es fácil entender que tiene todo esto que ver con la guerra y el dinero.
La poesía se funda en las palabras. Un poema no es más que un intercambio de palabras. Pero a menudo, incluso casi siempre, los poemas se hacen de rogar.
No siempre acuden las musas a las mesas. Algunas, caprichosas, incluso prefieren el arte caminado o la proximidad del agua.
Tampoco está siempre a punto la imaginación. La imaginación es la invención de lo real: un hallazgo.
El poeta es siempre el primer lector del poema. A veces o a menudo —pero quién puede saberlo— el único.
De lo que no hay duda, en cualquier caso, es de que cada poema muere su propia muerte.
Y en esto —¿veis?— no hay diferencia entre poemas y personas.
Versos para comérselos
(Al filo de los días). Aunque hace ya varios días que está en casa, a partir de hoy llega de hecho a las librerías la última obra de Sagrario Pinto: Versos para comérselos, un libro de poemas para niños de 5 a 99 años con «las cosas del comer» como telón de fondo. Viene, además, en compañía y de la mano de los deliciosos dibujos de Teresa Novoa, que potencian con sugerentes propuestas animales la imaginación de las lecturas. Así que, ¡hala!: todos los que tengáis hijos, nietos, sobrinillos, parientes, vecinos, amigüitos y amigüitas, en general, no os podéis perder un menú tan apetitoso. Está asegurado el servicio sin corona. Y, como ya se ve por la singular cubierta, todo parece indicar que su lectura favorece la «inmunidad de rebaño»; es decir, la que se puede lograr mediante la preocupación solidaria y responsable por la salud de todos, lejos de los balidos borreguiles con que no dejan de dar la barrila los incombustibles validos y heraldos de la muerte. ¡Buen provecho!
El Sirena
Antonello da Messina: Ritratto d’uomo (‘Ritratto Trivulzio’)», 1476. Museo Civico d’Arte Antica, Torino. Foto: Studio Fotografico Gonella. |
Me llamó un día pero no me contó apenas nada de su vida en los últimos meses. Tan sólo que había decidido volver a las profundidades y a su tesis sobre “los prolegómenos a toda metafísica futura y su hipotética influencia en la diversificación sexual de la especie humana en las postrimerías”, un asunto en el que bien puede considerársele la primera autoridad mundial, tal vez la única. Siempre ha sido muy reservado con sus cosas.
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domingo, 3 de mayo de 2020
Miña nai...
(Al hilo de los días). Viejas melodías, viejas calles, viejas costumbres, viejas sensaciones, viejas sugerencias. Y el mismo calor. Feliz día de la madre.
El invisible (t)
Foto de Daniel Tate. |
Antes de salir a dar su paseo nocturno, me dejó escrito unos mensajes con la tinta simpática que él mismo se fabrica. Aquí los cortipego:
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