martes, 7 de abril de 2020

El blanco día

La imagen puede contener: cielo, nubes, árbol, exterior, agua y naturaleza
Amanecer en blanco y negro. Foto libre de derechos tomada de Shutterstock.
No estaba seguro de que fuera real. Pero tampoco tenía ningún motivo para dudar de su presencia. De hecho, se encontraba justamente en ese filo de la conciencia en que el mundo parece a punto de evaporarse, pero algo muy vivo en ella sabe que hay que regresar. El sueño es un ensayo de la muerte. Y el día blanco llegará cualquier día.
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Si digo que no guardaba recuerdo alguno de esta “improvisación”... no es del todo cierto. Esta “levedad” está archivada. Pero cómo cambia el sentido cuando cambia el contexto. La verdad de Machado —sus palabras plagiadas— permanece. Aunque tal vez podría hablar de “intertextualidad”, ese tecnicismo para denominar lo que de siempre ha sido un diálogo con la tradición. Lo curioso es que ayer y hoy me he estado acordando del poema Muerte de Abel Martin”, uno de mis preferidos de Don Antonio, y tal vez el que más me emocione. De hecho el título de la NUL de hoy, escrita anoche y publicada horas antes de recuperar este recuerdo, viene de ahí. Y eso ya no sé muy bien cómo explicármelo. Simplemente, ocurre.


(Homenaje, al borde del plagio)
«Mis ojos en el espejo
son ojos ciegos que miran
los ojos con que los veo»,
dijo Machado por boca
de Abel Martín. Y miraba
las letras de las palabras

reflejadas en los ojos
de un soñador. De repente,
se apagó la luz y todo

vino a ser la melodía
del Gran Cero. Allí la muerte
quiso hacer que sonreía...

Y no sabía.
(Levedades)

lunes, 6 de abril de 2020

Arena (de nuevo)



(Metáforas de arena)
Siempre empiezo a escribir en el desierto.
No es solo la aventura, es la materia
del impulso que estira hacia la luz
la parte más oscura de su peso
para encontrar debajo de la arena
la plata de los sueños escondidos
y la forma segura de olvidarlos.
El viaje es la piel dura del día
y su signo es la búsqueda inhumana
porque nadie
nos puede socorrer ni nadie viene
a decirnos que sí o a reprobarnos.
Las palabras son seres imprecisos,
vibrantes, como dunas movedizas:
su estela es infernal pero tan pura
que puede rescatarnos del abismo
con tan solo iniciarse en nuestra mente.
Siempre dejan un rastro –las palabras–
que no se acaba, solo se abandona
para poder vivir entre las cosas
con palabras capaces de querernos.
El desierto es así. Y no tiene límites.

Para mi nuevo amigo Hamudi Farayi, bajo la luna llena de Esmara.

domingo, 5 de abril de 2020

(Para Clara, a los 30)


La imagen puede contener: una o varias personas y exterior(Al hilo de los días). Nadie esperaba estos tiempos de encierro cuando, hace tan solo unas semanas, hacíamos planes para esta Semana Santa, que se inicia precisamente hoy, una fecha muy especial para alguien muy cercano: mi hija Clara (Ramos Pinto), en este pese a todo claro domingo de Ramos de 2020, cumple 30 años. Parece un juego de palabras y parece —ay— que fue ayer, aquel jueves santo de 1990, cuando hacia las 13,30 de la tarde, en el cercano Hospital de San Francisco de Asís, vio por primera la luz de Madrid —y fue en verdad un día luminoso.


Desde entonces, y con Sagrario a los mandos de la nave, hemos vivido a una velocidad que ahora parece algo irreal toda la experiencia de una vida familiar llena de muy buenos momentos, de muchas alegrías, también de pérdidas y dificultades, de sueños que se cumplen y sueños que se esfuman, de sorpresas no previstas, de imprevistos gozosos... Y, sobre todo, contando siempre con la varita mágica del amor y la complicidad, esa pareja.
Ha querido el destino que esta circunstancia tan especial ocurra en una situación nada fácil. Pero vamos a hacer todo lo posible para que el día nos deje un recuerdo imborrable no precisamente por el encierro y la maldita peste, aunque sea casi imposible perder de vista tanto dolor.
De momento, he echado mano del álbum familiar y me he subido con ella, todavía un bebé, a un columpio-balancín, a ver si nos aireamos un poco. La foto, de julio de 1991, está tomada por Sagrario en el jardín del Pueblo Indalo, una conocida urbanización turística frente a las playas de Mojácar.
¡Felicidades, querida Clara! Esto —lo bueno de la vida, y pese a todo— no ha hecho más que empezar.

El verbinauta

La imagen puede contener: una persona, gafas y primer plano
Aute, en mayo de 2012, fotografiado por Pepe Castro.
Hubiera querido salir a la calle como un crío a jugar con la nieve. Pero no era posible. Ya no había nieve. Ni calle. Así que me he venido hasta aquí, huyendo de los días de la peste, para dejar, al aire de su vuelo y como ofrenda, unas pocas palabras de su gusto. Pistas brotadas de su inolvidable instinto para poner buena ternura y verdad en la belleza: Rito, Espuma, Babel, Sarcófago, Amor y Muerte, Albanta, Alma, Fuga, Nudo, Templo (sólo ese nombre), Slowly (sólo ese ritmo), Alevosía, Aire/Invisible, Alas y Balas, Humo y Azar, Intemperie... Esta tarde vi ascender por sobre el cielo de los confinados el resplandor inconfundible del verbinauta. Y musité, a modo de plegaria, los ecos de una declinación: Aute, tú, ti, te, contigo.
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sábado, 4 de abril de 2020

La congoja retráctil

No hay ninguna descripción de la foto disponible.
El árbol de las manos. Foto tomada de Dreamsteam.
¿De quién era la mano que lo agarraba por dentro hasta casi cortar la difusión del aire por su caja torácica? Sabía que no era el efecto mental de la peste. Tampoco de la amenaza en la parte más próxima. Ni siquiera del miedo. Era ella, la vieja conocida. La siempre ausente. La extraña enemiga íntima que nunca tuvo un nombre capaz de darle un rostro. «¡Anda ya, japuta, mala puñalá te lleves y así nos dejes en paz!». Era una forma, entre graciosa y desesperada, de combatirla. También inútil. Sobre todo, inútil. Decidió llamarla «la congoja retráctil». A ver si así.
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viernes, 3 de abril de 2020

Balcones

No hay ninguna descripción de la foto disponible.
Patio, balcones, cristaleras. Foto ©️ Pavel Dzelianko.
(En aquellos días aciagos no faltaban los besugos. Bien oiréis lo que decían estos dos sin disimulo:)
—¿Y qué, compadre, cómo se lo trajina?
—¿Lo cualo?
—Ja, ja. Veo que ni encerrado pierde el sentido del humor.
—Ah, es por eso. Lo voy pasando.
—Usted tampoco era de mucha calle que digamos,
—¡Y usted qué sabe!
—Hombre, desde acá lo veo a menudo.
—Ya veo, se pasa la vida en el balcón.
—No sólo. También subo a la azotea.
—A esa no la conozco.
—Y como, además, anda usted siempre vestido con esa ropa de camuflaje, no se me despinta.
—Ya. Pero resulta que sólo me la pongo ahora. Para los ejercicios de resistencia.
—Lleva usted resistiendo toda la vida. No sea modesto,
—Pues en eso no seré yo el que le quite la razón, mire.
—Ah, aprovecho para felicitarle por sus hallazgos.
—¿?
—Y también para decirle que respeto su disciplina...
—¿Mi disciplina?
—Sí, sí...
—¡Pues ya verá cuando le enseñe el cilicio!
—¡Pero cómo es usted!
—Lo digo sin retranca.
—¡Ya, ya!
—Sí, hombre, créame. Que con esto de la reclusión todo el mundo parece haberse olvidado de algo...
—¿Y qué es ello?
—Que estamos en cuaresma.
—Eso es verdad.
—Y hoy es viernes. Viernes de cuaresma.
—Ah, si es por eso... ¡le vendo una bula!
—Y para que quiero yo...
—¿.... una bula vendada?
—¡Se las sabe todas!
—¡Usted sí que sabe!
(Y de balcón a balcón, poco después de las ocho, cada día se saludan como dos viejos... repollos).

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jueves, 2 de abril de 2020

El Conjuro

La imagen puede contener: texto
Alfabeto en grafiti. Libre de atribución.
Andaba por las horas del día confinado no sólo por las paredes de su casa sino también por las sombras de palabras que se iban dibujando sobre los muros, en las mesas y armarios, en los estantes y los lomos de los libros —como tejuelos ominosos—, en la cama, incluso en el gran espejo en el que cada vez se le hacía más difícil reconocerse. De modo que no tuvo más remedio que anotarlas, una a una y en estricto orden alfabético, por ver si así, atrapadas por la luz de la pantalla como polillas voladoras, podía al fin librarse de ellas y de su angustia: Brote, Cápsida, Dolor, Epidemia, Fiebre, Fómite, Incidencia, Inmunidad, Morbilidad, Mortalidad, Números, Pandemia, Portador, Prevalencia, Reservorio, Vector, Virión, Virulencia, Virus... Al final, separada por un renglón de seguridad y en letras versales, escribió la última palabra: VIDA. Y pulsó “Enter”.
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