(Al hilo de los días). Nadie esperaba estos tiempos de encierro cuando, hace tan solo unas semanas, hacíamos planes para esta Semana Santa, que se inicia precisamente hoy, una fecha muy especial para alguien muy cercano: mi hija Clara (Ramos Pinto), en este pese a todo claro domingo de Ramos de 2020, cumple 30 años. Parece un juego de palabras y parece —ay— que fue ayer, aquel jueves santo de 1990, cuando hacia las 13,30 de la tarde, en el cercano Hospital de San Francisco de Asís, vio por primera la luz de Madrid —y fue en verdad un día luminoso.
Desde entonces, y con Sagrario a los mandos de la nave, hemos vivido a una velocidad que ahora parece algo irreal toda la experiencia de una vida familiar llena de muy buenos momentos, de muchas alegrías, también de pérdidas y dificultades, de sueños que se cumplen y sueños que se esfuman, de sorpresas no previstas, de imprevistos gozosos... Y, sobre todo, contando siempre con la varita mágica del amor y la complicidad, esa pareja.
Ha querido el destino que esta circunstancia tan especial ocurra en una situación nada fácil. Pero vamos a hacer todo lo posible para que el día nos deje un recuerdo imborrable no precisamente por el encierro y la maldita peste, aunque sea casi imposible perder de vista tanto dolor.
De momento, he echado mano del álbum familiar y me he subido con ella, todavía un bebé, a un columpio-balancín, a ver si nos aireamos un poco. La foto, de julio de 1991, está tomada por Sagrario en el jardín del Pueblo Indalo, una conocida urbanización turística frente a las playas de Mojácar.
¡Felicidades, querida Clara! Esto —lo bueno de la vida, y pese a todo— no ha hecho más que empezar.