martes, 25 de febrero de 2020

Adiós a Juan Eduardo Zúñiga

Muere Juan Eduardo Zúñiga, Premio Nacional de las Letras en 2016
El escritor Juan Eduardo Zúñiga (1919-2020). Foto de Jordi Belver.
(Lecturas en voz alta). Como ocurriera hace unos días con el actor Kirk Douglas, tal vez hubiera que buscar una expresión más adecuada que la de “muerte” para definir el tránsito de personas centenarias —un hecho cada vez más frecuente— cuando dejan tras de sí una vida vivida en plenitud hasta casi sus últimos momentos. Es lo que ocurrió ayer con el escritor Juan Eduardo Zúñiga, fallecido a los 101 años, tras una vida de una longevidad fecunda y lúcida que le ha llevado a estar presente en la vida cultural hasta edad muy avanzada e incluso a vivir algunos de los momentos de mayor plenitud y reconocimiento en tiempos aún cercanos. Autor de una obra especialmente relevante en la descripción de la vida cotidiana y los trágicos interiores en el Madrid de la Guerra Civil, a través de relatos escritos con la conciencia despierta del testigo directo, y corredor de fondo en una muy personal escritura de largo aliento, desarrollada con original imaginación, su obra tal vez esté aún a falta de una valoración justa que la sitúe con precisión en el lugar que le corresponde.
Desde aquí quiero hacer llegar mi sentimiento a Felicidad Orquín, su esposa, con la que tuve el honor de trabajar en diversas actividades editoriales, y sobre todo en los fértiles años del SOL, en la Fundación FGSR, y a su hija Adriana. Descanse en paz.

Billisqueira

La imagen puede contener: una persona, sonriendo
Francisco de Goya: Las viejas o El tiempo, 1810-1812.
Palais des Beaux-Arts, Lille.
Lo más adecuado es que la última máscara de la temporada lleve el nombre de aquella figura o personaje o acaso sólo resonancia que a ella le provocaba una mezcla de risa y enojo, puede que incluso el inicio de un verdadero enfado, casi siempre resuelto en aspavientos:
—¿E cómo podes ser tan mala persoa pra chamar a túa mai cuise nome de felo? ¡Dios me valia! ¡Tolo, mais que tolo!
Y había entonces en sus ojos, tan expresivos y teatrales, la misma luz generosa que aún veo en el espejo. Se acabó el Carnaval.
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A voces


La imagen puede contener: exterior
Julio Visconti: Callejón del Gat, Arcos de la Frontera.
Ya de madrugada, en Eburia, enfilaba el callejón de San Francisco hacia la calle del Sol, cuando me sorprendieron, venidas desde un balcón abierto, grandes voces: «Escucha, Primo, escucha: no me llames más, que a ti te usa el demonio para hacerme daño a mí. Y dile a tu mujer que no se junte más con la mía, que me la malea y la saca de sus sitios. Y tú no me llames más, ni me digas nada. Y lo que tienes que hacer es no hacer caso a tu mujer y hacer más caso a Dios. No me llames, Primo, pa’ ponerme mal ni pa’ buscarme la ruina. Que mi mujer se pone todos los días de rodillas conmigo. Y yo hago lo que dice el Señor y al Señor se lo debo. Y a ti te usa el demonio. A ver. ¿Tú te pones de rodillas todos lo días con la tuya? Ah, bueno. Pues no me llames más, que ya sé lo que hay...». Cuando llegaron los de la murga, las voces aún seguían.
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lunes, 24 de febrero de 2020

De vampiros


Vampiros. La evolución del mito
(Visiones en voz alta). Absolutamente excepcional (¡toma ya!) y por completo imprescindible (¡ele!)), so pena de eterna condenación, para amantes del género vampírico y del gótico en general, es esta exposición del Caixaforum. Además de libros, carteles, grabados, vestidos, pinturas, mapas, máscaras, maquetas y objetos de todo tipo tocados por el influjo de la sed de sangre, la exposición incluye una muy amplia y bien seleccionada muestra de escenas de las innumerables películas dedicadas al tema, con ausencia si acaso de algunas que lo abordaron en clave cómica. Pero hay mucho que ver, tanto que son necesarias al menos dos o tres largas horas para asimilar buena parte de lo mostrado. De hecho, dejé varias salas para una siguiente visita. El colofón del recorrido brinda además la posibilidad de someternos a la prueba irrefutable que demuestra que de vampiros o vampiresas —y a veces de ambas cosas a la vez— todos tenemos un poco. Una verdadera, terrorífica, espeluznante y... graciosa revelación. No se la pierdan.

Las promesas del barro


La cerámica dice adiós al olvido
(Lecturas en voz alta). Un buen reportaje de Peio H. Riaño sobre la cerámica de Talavera. Tiene el mérito de destacar las iniciativas particulares y entusiastas que fueron capaces de promover y conseguir el reconocimiento de esta artesanía, junto con la de El Puente del Arzobispo y sus aclimataciones mexicanas de Puebla y Tlaxcala, como patrimonio (inmaterial) de la humanidad. Aunque, desde el punto de vista histórico y artístico, sabe a poco. Talavera necesita volver a creer en sus propias virtudes para salir del atolladero en que cierto infortunio geográfico-político, unido a una atroz desmotivación de fondo, la han sepultado.

Adagia andante (3)


El mundo está lleno de poemas. Pero, al igual que no todos los objetos son iguales, también los poemas difieren entre sí. Hay que hallar pasadizos entre ellos.
Escribir es viajar. Un poema es un itinerario. La poesía incluye también la ciencia cartográfica.

Todo poema es un poema experimental: brilla, borbotea, arde, se evapora.
Todo poema verdadero tiene la verdad dentro. Pero no conviene confundir la luz con lo que brilla.
Todo poema es un poema social. No existe al margen.
El poema ilumina lo que hay y al mismo tiempo engendra su propia sombra.
No se debe caer en la trampa de los juegos de palabras. Pero todo está vivo en el poema: incluidos los cruces de caminos.
La poesía siempre es cosa de dos.
La fe es lo que cuenta. Aunque al Dios, en verdad, le dé lo mismo.
El espacio y el tiempo —ya Kant lo supo— son sólo categorías de la sensibilidad. Puede que nuestro cerebro también esté configurado de ese modo. Un poema es el espacio donde se expresa el tiempo.
Vemos lo que hay. Hay lo que vemos. Ay. El pensamiento también tiene ojos.
El poema —incluso si se entiende— es siempre irracional.
No se contenta el poema con nada que no sea la vida entera.
El poema es real.
El poema —conviene volver a subrayarlo— es el ojo de la mente. El mundo es un estado mental. Y la vida es noble. Y es buena. Y es sagrada.
En el poema cabe cualquier cosa. Pero no hay nada que por sí solo sea poético.

Los andurriales

La imagen puede contener: exterior
Calle de Álvarez Gato, en el centro de Madrid. Foto de @anam_marcos
El papel que me encontré por aquellos andurriales decía así: «... acabada la noche, y con una firme e inveterada devoción de fondo por el don del esperpento, espejo eterno de todas las deformaciones y taras hispánicas, nos fuimos al Callejón del Gato en busca de lo que ya ni queda de don Ramón y ni su nombre ampara a estas alturas de las murmuraciones. Y con todo y con eso, sin lamentarnos no más de lo necesario, tampoco menos, pero con plena aquiescencia a cuanto la certeza de iterar nos depare, el martes enterraremos la sordina y todo volverá a ser ruido y furia».
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