miércoles, 22 de enero de 2020

Hic sunt ossa

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Codex Manesse, f. 423v. Hacia 1305-1313. Página de Der Kanzler.
Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
Amábamos tanto la música, que era frecuente que cada uno llevara consigo una libretita para apuntar las letras de las canciones que solíamos cantar en las interminables filas escolares o en las caminatas de los días de campo, y tal vez por eso, aquí en el cementerio, aún recordamos las viejas costumbres, e incluso hay noches de niebla en las que salimos de nuestro reposo en la sombra y, después de entonar alguna vieja danza (macabra, por supuesto), nos ponemos a jugar al mus. Sólo hizo falta morirse para comprobar que nuestro destino estaba escrito en una canción.
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martes, 21 de enero de 2020

Tintinnabulum

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Codex Manesse, f. 75v. Hacia 1305-1313. Página de Herr Heinrich von der Mure.
Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
«Como era el más joven de la comunidad, aquel curso me correspondió la función de campanero. Fueron tiempos difíciles. Había que levantarse media hora antes que nadie y recorrer los gélidos pasillos del coloso de granito yendo camareta por camareta, celda por celda, puerta por puerta, haciendo sonar un gran esquilón, como de rebaño, y comprobando mediante los diálogos oportunos que todos los hermanos, profesos o no, y sus reverencias quedaban alertados y despiertos para que pudieran acudir puntualmente a los primeros oficios y cada uno al suyo. Fue precisamente en una de esas horas antes del alba cuando descubrí el cuerpo sin vida del hermano ecónomo, en muy extrañas circunstancias, aunque no sé si, como se dijo después, con la lengua ennegrecida. El caso es que no había pasado ni medio día cuando ya estaba allí, como llamado por un ángel, el muy renombrado fray Guillermo... De Baskerville, claro. Que a Ockam aún no habíamos llegado en las clases de historia de la filosofïa impartidas por nuestro profesor, el muy leído padre Unguis, y en consecuencia no estábamos en condiciones de aplicar sus métodos deductivos y mucho menos los principios de la famosa navaja. A decir verdad, ahora que ha pasado tanto tiempo y seguramente no quede vivo ya nadie a quien le importe, puedo confesar que fui yo mismo el que...» Lamentablemente, aquí se interrumpe el manuscrito, justo junto a una gran mancha carmín que ocupa casi media página y que, mientras la observo, me trae a la memoria algún verso escolar.
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lunes, 20 de enero de 2020

Adagia Andante

(homenaje a Wallace Stevens)
(1)
El poema es un ring.
Si suena la campana,
deja de golpear:
es hora de oración.
El poema es un hermoso palomar
en medio de los campos anegados.
El poema es un río: en su corriente
viven y mueren las criaturas
de tu imaginación.
El poema carece de propósitos:
él es su propio silo y la cosecha.
Los gusanos de seda son poetas.
Y se vuelven poemas (díselo
al que quiera imitarlos).
El poema ya está condecorado.
Si buscas que lo premien lo destruyes.
El poema es un campo de batalla.
El poema, si lo catas, sabe a tierra.
Es absolutamente comestible.
Cada poema tiene su lugar.
Por él pasa la vida.
El poema no pide nada más.
Por el poema
puedes meter tus manos
en el fuego.
El poema es lo mejor que va a pasarte:
no lo dejes pasar,
no lo detengas.
La fiebre del poema no se cura.
Tampoco la epidemia de la nieve.
El poema está vivo. O no es poema.
Puros poemas para crear a Dios
Y decirle adiós luego.
El poema es la vida. O está muerto.
El poema es de todos. Y de nadie.
Solo exige conciencia de presente.
Poema, exactitud: mecánica celeste.
Un poema es (claro está) un meteoro.
Poemas al ocaso: redundancias.
El día es sólo noche transparente.
No hay palabras que escapen del poema:
en su centro, un imán las vuelve átomos
en fusión nuclear. Pura energía.
El poema es un alto en el camino.



Miles gloriosus

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Codex Manesse, f. 26r. Hacia 1305-1313. Página de Graf Friedrich von Leiningen.
Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
Aquel gracioso dibujillo del legionario romano botarate y fanfarrón con que el método de latín de 2º de bachillerato ilustraba la expresión miles gloriosus se me ha aparecido muchas veces a lo largo del camino (in itinere, como quien dice), encarnado en personajes con los que, más allá de su proverbial bravuconería, a menudo he conseguido hacer buenas migas. Y hasta amistad. Al fin y al cabo, el que esté libre de culpa... que devuelva el casco.
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domingo, 19 de enero de 2020

Los felices Goya

Cocinando un Goya.
La trigésimo cuarta edición de los Premios Goya, que tendrá lugar el próximo sábado 25 de enero, va a ser notable por diversas razones. La primera porque volverá a celebrarse fuera de Madrid: tras la buena experiencia sevillana de la pasada edición, la muy cinematográfica ciudad de Málaga, y en concreto su Palacio de los Deportes, será el escenario de este año. La segunda, muy acorde con la ubicación elegida, porque se rendirá homenaje a Marisol, decisión justa de toda justicia y cargada además de un gran significado por lo que supone de reconocimiento de una figura que podemos considerar más allá del bien y el mal, y cuya sola mención está cargada de nostalgias, reminiscencias y, también, de un elogio tácito a una forma admirable de saber retirarse. Y la tercera, y ya dentro de lo estrictamente competitivo, porque el nivel de las obras en disputa es más alto que nunca, con cuatro o cinco, incluso seis filmes que bien pueden considerarse obras de gran calidad y capaz casi cada una  de ellas de ser la protagonista del palmarés. De hecho, lo razonable sería que la competición se saldase con un amplio reparto de distinciones, para de ese modo reconocer lo que ha sido una cosecha cinematográfica en verdad excepcional, a mi juicio una de las mejores de la historia de los premios.

Como cada año desde hace una década, en La Posada lanzamos al aire nuestra apuesta, más que nada como excusa para enhebrar algunas impresiones sobre el cine español visto en la temporada. Aunque cada vez sea más difícil ver cine en el cine. De hecho, he decidido fechar en la visión de El Irlandés, acontecida el  jueves 15 de noviembre de 2019, en los cines Verdi, el día de mi despedida de la ceremonia del cine a la vieja usanza, aunque seguiré asistiendo a las salas mientras el cuerpo y el bolsillo aguanten. Y sin más, al lío.

☻ Goya de honor: Pepa Flores, MarisolUn reconocimiento justo, necesario, reconfortante. Como escribí en mi muro de Facebook, no conozco a nadie de mi generación que, de una u otra forma, no estuviera enamorado —o enamorada: dicho sea sin tapujos— de Marisol. En mi caso, confieso que considero cómo uno de los hitos de mi infancia el haber completado el álbum de cromos de «Marisol rumbo a río», de modo que quizás no hagan falta mayores pruebas de mi devoción por la actriz. Parece que ella no recogerá en persona el galardón, aunque yo no pierdo la esperanza. 

Mejor película: Dolor y gloria. La decisión más difícil. No hay más remedio que actuar por descarte entre las cinco nominadas. Dejaré de lado en primer lugar Lo que arde (O que arde), por menos conocida y publicitada; de hecho aún no he logrado verla, aunque espero poder hacerlo en breve gracias a esa magnífica iniciativa de la Sala Berlanga, que entre enero y febrero programa las principales películas que compiten en los premios. Descartaré después Intemperie, el excepcional western de Benito Zambrano inspirado de la novela de igual título de Jesús Carrasco, muy elogiada y valorada en su momento (aunque reconozco que me costó trabajo entrar en ella: como novela me pareció demasiado abstracta y, desde luego, las comparaciones con Delibes y Comarc McCarthy las juzgo muy forzadas). La película es muy notable, y ocupará un lugar destacado entre las escasos títulos de nuestra filmografía que pueden encuadrarse en este género. En algún  momento, sobre todo por similitudes genéricas, me recordó a Blackthorn (2011), aquella historia dura y hermosa de Mateo Gil rodada en un saladar. Entre el trío restante, no es nada fácil decidirse: aunque muy distintas, son tres filmes redondos, de modo que, considerando que la historia de la La trinchera infinita puede resultar más conocida y que Mientras dure la guerra va a obtener otros varios reconocimientos, me decanto por Dolor y gloria, el valiente ejercicio autobiográfico de Pedro Almodóvar, que también compite en los Oscar.

Mejor dirección: Alejandro Amenábar por Mientras dure la guerra. Otra decisión peliaguda. Tanto Almodóvar como Aitor Arregi, Jon Garaño y José Mari Goneaga, el trío director de La trinchera infinita, podrían alzarse con el premio. Pero me decanto por Amenábar porque en su retorno a la gran pantalla ha tenido que lidiar con las personalidades de dos grandes actores y ha sabido salir airoso del envite, además de deja su impronta tanto en la muy inteligente forma de contar la historia como en la recreación de escenas que están muy presentes en la historiografía hispana.  
  
Mejor actriz protagonista: Belén Cuesta, por La trinchera infinita. Tras destacar por sus notables dotes cómicas en títulos como La llamada o en la serie de Paquita Salas, la actriz sevillano-malagueña ha dejado en esta película una interpretación excelente, con el mérito añadido de hacerlo dándole la réplica a un actor tan sobresaliente y ubicuo como Antonio de la Torre. Creo que es una de las bazas más seguras, por méritos propios y porque la que podría ser su principal rival, Penélope Cruz, por su madre joven de Dolor y gloria, tiene en su contra lo escueto de su papel. Sería una gran sorpresa que se impusieran Marta Nieto, por La madre, y más aún la debutante Greta Fernández, por La hija de un ladrón.

Mejor actor protagonista: Antonio Banderas por Dolor y gloria. Me decanto por el actor malagueño porque intuyo que va a tirar de su candidatura su relevancia internacional; aunque bien pensado, eso mismo podría influir para que el gran Karra Elejalde, que borda su Unamuno, se lleve el Goya.

Mejor dirección novel: Aritz Moreno, por Ventajas de viajar en tren. Con posibilidades también para Belén Funes por La hija de un ladrón.  Son brindis al sol: No tengo suficiente criterio para decidir en esta categoría, ya que sólo he visto una de la películas finalistas, Buñuel en el laberinto de las tortugas, de Salvador Simó, que tal vez pudiera dar la sorpresa.

Mejor guion original: Pedro Almodóvar por Dolor y gloria. A mi entender, se impondrá la fuerza confesional de este filme, aunque la recreación histórica de Amenábar tiene mucho mérito y el trío vasco de La trinchera infinita ha logrado graduar con mano maestra el dramatismo de un enterramiento en vida (la peripecia de un "topo") que no era nada fácil de contar.

Mejor guion adaptado:  Benito Zambrano, Daniel Remón y Pablo Remón por su adaptación de Intemperie, la celebrada novela de Jesús Carrasco, de la que consiguen extraer con mano maestra tanto el clima emocional como los aspectos ambientales, al tiempo que acentúan los perfiles trágicos de la historia. Alguna posibilidad para Buñuel en el laberinto de las tortugas, que consigue que una novela gráfica se convierta en una muy interesante filme de animación, del que destaca sobremanera la muy creíble incorporación del personaje de Luis Buñuel.

Mejor actriz de reparto: Julieta Serrano, por Dolor y gloria. Apuesto por la veteranía, aunque Natalia de Molina por Adiós tiene también posibilidades.

Mejor actor de reparto: Asier Etxeandía, por Dolor y gloria. En dura competencia con su compañero de reparto Leonardo Sbaraglia y con opciones para Luis Callejo, que hace un duro durísimo de mucho mérito en Intemperie. Dicho lo cual, qué notable el Millán-Astray al que da vida el gran Eduard Fernández en Mientras dure la guerra.

Mejor actriz revelación: Bendicta Sánchez, por Lo que arde (O que arde). Confieso que he cambiado mi voto tras escuchar esta mañana una entrevista en la radio con esta anciana gallega, que además ha aumentado mis deseos de ver la película en el cine, tarea que exige un notable fidelidad y total disponibilidad de tiempo, además de un poco de suerte. De todos modos, mantendré una opción para la que había dio mi primera apuesta: Ainhoa Santamaría, por Mientras dure la guerra. 

Mejor actor revelación: Santi Prego, por Mientras dure la guerra. Su Franco es realmente destacable. Viéndolo, en algunos momentos me recordó cierta gestualidad cercana a la del director de la película, Amenábar. Cuál no sería mi sorpresa cuando después le oí decir a alguien que el mejor imitador de Franco era el propio Amenábar. Me pareció también destacado el debut de Nacho Sánchez en Diecisiete.

Y en el resto de categorías...

Mejor música original: Alejandro Amenábar, por Mientras dure la guerra. Tendrá como duro rival al multipremiado Alberto Iglesias, con Dolor y gloria. Pero el trabajo de Amenábar es de una gran finura y merece el premio.
Mejor canción original: Intemperie de Javier Ruibal, interpretada por Sílvia Pérez Cruz en la película homónima. Aprovecho para subrayar el impactante y hermosísimo arranque de este filme, en buena medida gracias al peso que tienen en él los compases de Gallo rojo, la conocida canción de Chicho Sánchez Ferlosio que Sílvia PC interpreta como nadie.  
Mejor dirección de producción: Carla Pérez de Albéniz, por Mientras dure la guerra.
Mejor dirección de fotografía: Mario Herce, por Lo que arde (O que arde).
Mejor montaje: Teresa Font, por Dolor y gloria.
Mejor maquillaje y/o peluquería: Karmele Soler y Olga Cruz, por Ventajas de viajar en tren.
Mejor dirección artística: Juan Pedro de Gaspar, por Mientras dure la guerra.
Mejor diseño de vestuario: Alberto Valcárcel, por Paradise hills.
Mejores efectos especiales: Mario Campoy e Iñaki Madariaga, por El hoyo (The Platform).
Mejor sonido: el equipo de La trinchera infinita.
Mejor película de animación: Klaus, con posibilidades para Buñuel en el laberinto de las tortugas.
Mejor película documental: Auterretrato, 
Mejor película iberoamericana: la argentina La odisea de los giles, que cuenta con un destacado trabajo de los Darín, padre e hijo.
Mejor película europea: Los miserables, de Ladj Ly.
Mejor corto de ficción: El nadador, de Pablo Barce.
Mejor corto documental: El sueño europeo: Serbia.
Mejor corto de animación: Madrid 2120.

 Aciertos ☻Aproximaciones


Resultado de imagen de Goyas

Libre te quiero


(Oído en voz alta). Cualquier momento es bueno para escuchar este himno de libertad que a muchos nos acompaña desde la más tierna juventud. Y a cuyas luminosas palabras y a su ritmo alegre y saltarín nos encomendamos casi como un mantra y una manta con la que cubrir ciertas desnudeces. Cuando algunos pretenden llevar el concepto de propiedad privada hasta el límite de su propia medida de las cosas, sin excluir la zafia mezquindad y el miedo como motor de la vida, es oportuno reflexionar y cantar en voz alta.
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Melancolía & incertidumbre

Ayer era melancolía, hoy depresión
Cubierta del libro.
(Al hilo de los días). La melancolía en tiempos de incertidumbre: he aquí un libro que se impone desde su propio y hermoso título y al que, como señala este artículo, conviene prestar atención. Y ello tanto por el análisis y diagnóstico de los “males” de nuestro mundo, contemplados en términos de depresión social, como por las salidas prácticas que propone, la principal una especie de revolución cotidiana que nos devuelva el valor del tiempo consciente y restaure la relación verdaderamente amorosa con el mundo, más allá de las compulsiones favorecidas por nuestros modos actuales de hiperconexión. Hay que seguir el rastro de esta discípula de Hannah Arendt porque tiene el don de la lucidez.
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