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Las hazañas del tiempo y la dejación: a la floresta le brotó una chimenea. Foto: AJR. |
(A mis hermanos y primos,
que compartieron cosas parecidas.)
El verano extendido, una novela,
La insolación, de letras y de juegos,
en el Norte salvaje, entre los fuegos
de la noche en mis ojos: duermevela.
La promesa olorosa del castaño
que dejaba en mis manos y en mi pecho
la fragancia de un dios: niño al acecho
de su rostro de ramas tan extraño.
Y las horas sin fondo de la siesta,
con la aldea dormida y en la casa
las estancias secretas, los arcones.
Vida fuera del tiempo, eterna fiesta
del nada que temer, y el alma escasa
disuelta entre las grandes ilusiones.
(Versión gallego-cerredana de Maldoror Morsa)
Días no Casarello
Érache o brau na infancia unha novela,
“La insolación”, de letras e de alcumes
n’aquel Norte salvaxe, tantos lumes
da noite nos meus ollos sempre en vela.
A candea caída dos castaños
deixábame nas maus e máis no peito
o perfume de un dios, neno con xeito
guichando pr’os seus rostros tan estraños.
E nas horas valeiras, cando a sesta
calaba ó Casarello, a casa enteira
era un reino de cuartos e de alladas.
Vida fora do tempo, eterna festa
sin nada que recear, ca ialma estreita
disolta entre as pequenas trapalladas.