1. Aunque no acaba de convencerme su título, Dolor y gloria, la última película de Almodóvar, que vi el pasado viernes, es una obra memorable. Y con mucha tela que cortar. Cierra, sin duda, un ciclo creativo del cineasta manchego. Y es un buen recuento y subrayado de los aspectos esenciales de su cine, una línea central en la cinematografía española. Lo iremos viendo. A veces hay que rastrear detalles de interés en los lugares más inverosímiles (o no tanto: pero es que son muchos). Aquí una prueba.
2. Parece indiscutible que Pedro Almodóvar es un gran director de actrices, hasta el punto de que lo de ser una «chica Almodóvar» puede considerarse uno de los anhelos más extendidos entre las cómicas, comediantas y trágicas españolas. Entre las más destacadas, quizás sólo Maribel Verdú no ha trabajado nunca con él. En Dolor y gloria también se pone de manifiesto esta característica, y ahí están, entre otras, Penélope Cruz, con su habitual solvencia, y especialmente Julieta Serrano, que da vida a algunos de los momentos más emotivos y creíbles de la cinta.
Pero más notable aún en ella es la dirección de actores. El alto voltaje del trío interpretativo compuesto por Antonio Banderas, Leonardo Sbaraglia y un revelador Asier Etxeandía, en el que probablemente sea su trabajo más completo en la gran pantalla, es una de las mejores bazas de la película y la clave de la verosimilitud de la historia de pasión y memoria, heridas y supervivencia, que nos cuenta. Si se exceptúan, en lo verosímil, los tratos con la heroína (caballo), cuyos manejos y trapicheos, a decir de los entendidos, resultan más bien risibles.
El trabajo de Banderas, pese a que el actor no parece encontrarse en su mejor momento, se mueve en el difícil equilibrio de recordar claramente la gestualidad e incluso el carácter de su referente (el propio Almodóvar) sin caer en mimetismos vacuos o patéticos. Su “duelo” con el infinitamente sensible Sbaraglia (cuánta emoción es capaz de transmitir sólo con su forma de mirar) es un momento muy poderoso del filme, y en parte evoca el inolvidable dúo de Ricardo Darín y Javier Cámara en Truman.
No hay que olvidar tampoco el notable trabajo del niño Asier Flores, que tiene un peso específico fundamental en todo el armazón narrativo de la poderosa y valiente autoficción que es Dolor y gloria.
3. Una de las escenas más luminosas de la película Dolor y gloria, cargada de referencias biográficas para varias generaciones aún supervivientes y con un indudable valor mitológico, es el de las lavanderas. Suena en ella (aunque muy brevemente, para mi gusto) una versión de A tu vera, cantada a dúo por Penélope Cruz y Rosalía, quien también tiene una fugaz aparición en la escena. Estas imágenes del rodaje tienen valor por sí mismas y ponen de relieve una envidiable complicidad.
4. La crítica de J.A. Montano sobre Dolor y gloria me ha sabido a poco. Pero suscribo todo lo que dice. Y añado (aprovechando la respuesta improvisada a un comentario de Alfonso González Calero) que este film entronca con el mundo familiar e iniciático de Volver, recupera con sobriedad las cuestiones de fondo de La buena educación e indaga en el sentido íntimo de La ley del deseo y Todo sobre mi madre, sin patetismo exhibicionista ni autocompasión. Al final, nos ofrece un autorretrato valiente y bien hilado, con momentos de mucha intensidad: en la recreación de la luz de la infancia, en el regreso del amante, en el monólogo del amigo actor, en la relación final con la madre..., y con un desenlace de gran inteligencia y belleza. ¿La mejor película del director manchego? Una de ellas, sin duda. Quiero, no obstante, ser optimista: Almodóvar aún tiene dentro una obra mayor... Confiemos.
5. M llamó mucho la atención el que Almodóvar vinculara la intención de fondo de Dolor y gloria con Arrebato, la inimitable película de Iván Zulueta. Creo que sus palabras al respecto son dignas de meditación. En esta entrevista, tan interesante, alude a ello. Y habla de otras muchas cosas. Pocas veces un director ha sido tan explícito y “abundoso” respecto a su trabajo.
6. Jabois sobre «Dolor y gloria». Con su probada habilidad para identificar metáforas esenciales, esa valiosa herencia, tal vez, del “mestre” Cunqueiro.