Francis Bacon: Two Figures at a Window, 1953. Colección particular, Londres. |
«Aquí, Alafridus, y espero que no te mosquees —me dice firme mirándose en mis ojos—, hay que recuperar aquel micródromo preterido: YO SOY». Le hago caso. Después de la publicidad.
...
YO SOY
»Lo digo y lo repito. Está implícito en cada una de mis frases. En el dolor, en la alegría y, lo más triste de todo, en la indiferencia. Sí, también en la in-di-fe-ren-cia. Mi vida es insignificante, lo sé. El mundo giraba antes de que que yo me diera cuenta. Y lo seguirá haciendo cuando ya no pueda advertirlo. Trato de entender esto sin necesidad de testigos, sin cortadas. Remuevo debajo de las cenizas de estas letras y al pie de estas brasas para saber si ocultan algo. No puedo revelar lo que descubro. Es demasiado horrible. Nadie iba a creerme. Y, además, de esas cosas no se habla. Es mejor hacer, como un buen mago, un truco con las palabras. Una travesura de niño raro. Una salida airosa. Al decir “Yo”, ¿no os da la impresión de que una cabeza cortada cae al lado de una guillotina, tal vez a los pies de una horca? Un árbol que deja caer sus frutos maduros, quizás ya podridos. Lo digo y lo repito. Solo hay una palabra maldita. Y nadie puede nunca dejar de pronunciarla».
»Lo digo y lo repito. Está implícito en cada una de mis frases. En el dolor, en la alegría y, lo más triste de todo, en la indiferencia. Sí, también en la in-di-fe-ren-cia. Mi vida es insignificante, lo sé. El mundo giraba antes de que que yo me diera cuenta. Y lo seguirá haciendo cuando ya no pueda advertirlo. Trato de entender esto sin necesidad de testigos, sin cortadas. Remuevo debajo de las cenizas de estas letras y al pie de estas brasas para saber si ocultan algo. No puedo revelar lo que descubro. Es demasiado horrible. Nadie iba a creerme. Y, además, de esas cosas no se habla. Es mejor hacer, como un buen mago, un truco con las palabras. Una travesura de niño raro. Una salida airosa. Al decir “Yo”, ¿no os da la impresión de que una cabeza cortada cae al lado de una guillotina, tal vez a los pies de una horca? Un árbol que deja caer sus frutos maduros, quizás ya podridos. Lo digo y lo repito. Solo hay una palabra maldita. Y nadie puede nunca dejar de pronunciarla».