miércoles, 19 de diciembre de 2018

«Tiempo después»... vuelve a amanecer

(Visiones en voz alta). Sin ser un estricto «amanecista», sí me considero un rendido «amaneciente»: la reiteración intempestiva de algunos tópicos archisobados de Amanece que no es poco, la famosa película "friki avant la lettre" de José Luis Cuerda, me resulta profundamente desagradable, pero la película en sí, en su propia esencia ontológica de disparate lúcido movido por su específica lógica interior (tan transparente), me sigue proporcionando horas gratas, también ya melancólicas, no sólo por el imparable paso del tiempo, sino porque el tipo de cine al que la película pertenece (lo real sin complejos) empieza a ser ya una reminiscencia. Así que estoy contento y moderadamente expectante ante el anuncio de este Tiempo después, que al parecer prolonga aquel mundo y que llegará a las pantallas el próximo 28 de Inocentes. Y que tiene toda la pinta de correr el riesgo de no poder repetir lo irrepetible, aunque esa batalla pueda ser su nuevo galimatías salvador. Veo por el tráiler que Cuerda, tan observador y vibrátil —por algo vive y cultiva vides en los aledaños de la Sacrata Rivoira— se ha dado cuenta del poderoso atractivo plástico del edifico de Torres Blancas, el rascacielos circular de Sáenz de Oiza que marca uno de los límites de mi barrio madrileño (La Prospe), y al parecer lo ha convertido en el escenario de este filme. Como más de una vez he fantaseado, incluso por escrito, con la posibilidad de que este edifico sea en realidad una especie de nave espacial lista para salir al espacio en caso de catástrofe terrestre, no me resulta en absoluto extraña la elección del director manchego. Ojalá que el resultado esté a la altura de las expectativas.

La rueda

La imagen puede contener: una persona, sentada
Caravaggio: Santa Catalina de Alejandría, h. 1598-1599.
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid.
«No pierda de vista —susurró una voz grave a mi espalda— que todo lo que usted ve en esos ojos ya estaba antes en usted, incluida la forma en que usted siente que esos ojos lo ven». Me volví para ver quién era el que así me hablaba. Y, en efecto, era él. Me había estado siguiendo. Y comprendí que iba a vengarse.
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martes, 18 de diciembre de 2018

La i de incendio

La imagen puede contener: exterior
Leon Goodman: The orator.
Subido a la tribuna, como empujado por la mano de un titiritero insomne, tomó la palabra y peroró: «Inauguramos, ínclitos ingenios indocumentados, inciertas iniciativas inverosímiles, invictas invectivas, informes incredulidades, inesperados incordios, íntimos infundios, incendios, incen... ¡dios!». Y no cesaba.
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lunes, 17 de diciembre de 2018

Edén sin nadie

La imagen puede contener: árbol, exterior y naturaleza
Al ponerse el sol en Ciudad Jardín. © AJR, 2018.
Anda Adán encorvado y macilento:
le han dicho que sudar es su ADN.
Y tendrá que sudar. Es lo que tiene
ser la NaDA al revés. ¡Menudo invento!

Ha dejado El Edén, famosa casa
de citas, y se pierde en las afueras
de Babel, cerca ya de las fronteras
de lo real sin nombre. Y las traspasa.
Doblada la cerviz, cae de hinojos
y siente que regresa a la inocente
claridad encendida del jardín.
En el último giro de sus ojos,
sobre el cielo violeta de poniente
ve la luz que le da su don sin fin.

La h de hipotenusa

La imagen puede contener: una persona, de pie
Édouard Manet: Un bar aux Folies Bergère, 1881-1882. The Courtauld Institute of Art, Londres.
Apoyada en un ángulo de la barra, no dejaba de mirar con angustia hacia el espejo. Se sabía de continuo vigilada por aquel par de catetos. Y hasta llegaba a sentir un poco de sofoco por su nombre falsamente equino.
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domingo, 16 de diciembre de 2018

La g de gimnasta

La imagen puede contener: una o varias personas
Hans Henri: Gimnasia, 1983.
Entre líneas paralelas y círculos pendulares, los gimnastas son domadores de gestos capaces de escribir en el aire mensajes de músculo y belleza.
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sábado, 15 de diciembre de 2018

Un año sin Woody

Woody Allen
Woddy Allen, una mirada perpleja. Foto:  Getty Images. 
(Lecturas en voz alta). Hablaba el otro día, después de algún tiempo, con mi amigo José María, alias Navajo, uno de los mejores críticos de cine que conozco, y lamentábamos, justamente, la injusta postergación de Woody Allen. Y, entre algún que otro juramento y varios exabruptos no reproducibles, nos quejábamos de que este 2018 se fuera a despedir sin la anual cita con la peli del maestro. Este artículo de Elisa Martín Ortega parte de esa misma sensación y cuenta una experiencia que, detalles biográficos aparte, muchos podríamos suscribir. Al igual que el agradecimiento expreso al genio de Brooklyn, al que tantos momentos gozosos debemos. Hace ya unos años, mi amigo Navajo me regaló un estuche con una buena selección de películas de Woody Allen en deuvedé. En lo poco que ya va quedando del año buscaré el momento oportuno para volver a verlas y así desquitarme de la inmensa frustración que supone su ominosa desaparición de la vida pública, uno de los más preocupantes síntomas de los tiempos bárbaros que vivimos.