viernes, 30 de noviembre de 2018

«La Llorona» de Ángela Aguilar


(Audiciones y visiones en voz alta)
Cuando el niño era niño, a veces se ponía delante de la puerta central del armario de luna y, reflejándose en el espejo, aprovechaba para dar rienda suelta a sus aficiones dramáticas, o meramente payasiles, y soñaba que era un cantante de éxito. Por entonces, uno de sus hermanos ejercía de gran admirador de Raphael y, como más de una vez lo había sorprendido en algún rincón de la vieja casa entonando e imitando los gestos del niño de Linares, el mimetismo de segunda mano se le imponía como un camino a seguir. El mimetismo y la extraña letra de aquella canción que tenía algunas palabras incomprensibles ("huipil", que entendía "güipil" o "güibir", y el "reboso", del que tardó años en comprender que era un "rebozo") y un ritmo y una dulzura, y un punto acaso de tristeza cómica, que lo conquistaron. Ahora, calculo que medio siglo bien largo después de aquello, cuando oigo por la radio esta versión de «La Llorona», hay una mezcla de alegría y asombro que me lleva a buscarla en los yutubes y dejarla sonando acá. Ángela Aguilar se llama la intérprete. Habrá que seguirle la pista.

La canción triste

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Amedeo Modigliani: Retrato de Maude Abrantes, 1907.
Museo Reuben y Edith Hecht, Universidad de Haifa, Israel.
Sonaba aquí la canción triste, que se había colado por una ventana y terminaba, lo recuerdo bien, en „palabras de mucho desconsuelo“. Pero cuando fui a ponerla a buen recaudo, en esa caja fuerte invisible en que se ha convertido el bloc de notas de mi celular, debí de pulsar la tecla equivocada y la canción triste había desaparecido, aunque no su rastro. Es este.
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jueves, 29 de noviembre de 2018

La mirada

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Petrus Christus: Retrato de una joven dama, hacia 1465-1470. Gemäldegalerie, Berlín.
«Aquella muchacha», dijo Ramón, «me miró como a un taxi desocupado». Y recuerdo que le respondí: «Ya ves, tal vez creía que eras un ser libre».
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miércoles, 28 de noviembre de 2018

Días huidos

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Charles-Antoine Coypel: El risueño Demócrito, 1746.
«No mentiría si no te dijera que no te he echado de menos», me dijo. Y no supe si creerle. Ni qué.
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martes, 27 de noviembre de 2018

Gloria Fuertes, 20 años



(Visiones en voz alta). Parece mentira, pero ya se cumplen, hoy, 20 años de la muerte de Gloria Fuertes. Puede que en esa sensación de atropellamiento del tiempo (aunque por sí sólo ya se basta) influya el hecho de su otro reciente aniversario, las reediciones y nuevas ediciones de sus obras, la estupenda exposición del centro Fernán-Gómez, la tontería que dijo Javier Marías, las simplezas que dijeron muchos de sus sobrevenidos defensores y, muy por encima de todo lo demás, su condición de poeta-cometa verdadero con ciclos de retorno que sólo ella y si acaso algún cosmólogo atento y erudito conocen. El caso es que ayer me alegró la tarde el homenaje que le hizo en la radio Elvira Lindo, y volví a pensar en la inmensa suerte de haberla conocido de forma natural, sin posturas ni imposturas, con la misma condición de esas flores a las que, con plena gracia y su muy inteligente retranca, dijo aspirar en el segundo de sus poemas que recuerdo haber conocido. El primero fue el de “la Cabra”, que le oí recitar en el Instituto Padre Juan de Mariana, en Talavera, un día de tal vez el mes de octubre o noviembre de 1973. Ayer, como quien dice. Esta “mitad invisible” del Ortega es un buen acercamiento a la gran Gloria. Sirva de recuerdo y homenaje.


 Y este documento (creo que de 1996) de una tertulia en San Sebastián de los Reyes, con José Hierro y la presentación de López Azorín. Gloria para adultos, sin ningún reparo



Tertulia

La imagen puede contener: 4 personas, personas sonriendo, personas sentadas e interior
Edward Lamson Henry: A Country School, 1890.
Yale University Art Gallery, New Haven, Connecticut.
—Y decía usted que una sociedad...
—Sí, una sociedad que no ha aprendido a valorar en su justa medida a quienes tienen a su cargo la educación de sus hijos...
—¡Ah, como la nuestra!
—Bueno, no sólo...
—¿Y qué le ocurre?
—Le ocurre que está condenada a perecer, tarde o temprano, a manos de la barbarie.
—Sin señalar.
—Eso, sin señalar.

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lunes, 26 de noviembre de 2018

Hablarle a Borges (11)

Borges a la escucha. Foto de autor no localizado.
(Hablarle a Borges, 40). Dicen —aunque me gustaría comprobarlo— que Borges dijo o escribió: «Un libro no debe requerir esfuerzo porque la felicidad no debe requerir esfuerzo».
Y tras pensarlo un poco, no sé si lo suficiente, me atreví a apostillar: «Pues a lo mejor no estoy de acuerdo: en lo del libro, seguro que no (si así fuera, naceríamos ya leídos, y no “desleídos”, como más bien ocurre), y en lo segundo, aún queriendo asentir, no sé, no sé...: hay obstáculos contra la felicidad de los que cuesta tanto librarse... En suma: que disiento, Borges. Lo siento. Pero también en esto —y es curioso— se demuestra el aprecio, ¿non si?».



(Hablarle a Borges, 41). Dicen que Borges dijo o escribió: «El arte sucede cada vez que leemos un poema».
Y al mismo tiempo que asiento se me ocurre: «Especialmente cuando somos leídos por él. Que es la mejor forma —tal vez la única cabal— de leerlo».
Borges&café. Se diría que el gesto lo detiene tal vez en el momento 
de asumir la disensión u otro asombro, el mismo. Fotógrafo no localizado.




(Hablarle a Borges, 42). Es fama que Borges escribió: «Buenos Aires en 1910 era la capital de un país creciente, donde la pobreza era una cuestión de una generación a lo sumo».
Y pensándolo un poco me atrevo a comentar: «Han pasado décadas y generaciones, y no creo que pueda decirse lo mismo. Ni mucho menos. Y tan tristemente. Aunque cada vez se nos haga “más cuento” que empezó Buenos Aires...»


Borges paseando por Buenos Aires
con Estela Astete Millán, en 1967.