Bohumil Kubišta: Asesinato, 1912. |
—Cuando se ha muerto alguien —oí que le decía por la calle el alto al bajo— y está el cadáver con un cuchillo clavado en la espalda en medio de tu casa, no puedes decir que se ha caído.
—Bueeeeno, bueeeeno —le respondió el otro con los brazos en jarras—, siempre puedo reconocer que no lo empujé aposta.
—Bueeeeno, bueeeeno —le respondió el otro con los brazos en jarras—, siempre puedo reconocer que no lo empujé aposta.
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