Crear es tender puentes, abrir huecos, buscar luces,
salir cada mañana a la aventura con un poco de sol en una mano y la semilla en la otra y mirar hacia el cielo por si llueve, por si la sombra del dios nos acaricia...
Crear es una forma de creer en la vida, en su misterio, en su clara realidad incomprensible.
(Oído en voz alta, 🎤31). Hay veces, son pocas pero son, que el telediario de RTVE deja de lado su pertinaz imitación de El Caso, y sus proverbiales peperías, bucles y autobombos, y emite momentos de verdadera relevancia. Hoy, sin ir más lejos, ha prestado atención a este milagro músico-vocal que se llama Vocal Sampling y que, como compruebo en YouTubes y Wikipedias varias, llevan años, sus componentes, dando el cante de manera magistral. Geniales. Sin olvidarme de palabras mayores como los inimitables Les Luthiers (gracias, Clara😘, por el cable), me parece que algo así solo es posible engarzado en una cultura musical como la cubana, verdadero crisol y fogón de todas las magias musicales que en el mundo han sido... Bueno, también de Brasil o de Irlanda, sin olvidarnos de las excepcionales dotes vocales euskaldunes, podrían salir milagros parecidos. Pero creo que nunca con esta gracia y superabundancia. Un ‘goso’ total.
(Al paso, 32). El instante anterior a la tormenta. Sobre una casi desconocida plaza de Cibeles y la camuflada «Nuestra Señora de las Comunicaciones». Ayer, lunes 7, hacia las 20:30, después del «homenaje a Ferlosio» en el Cervantes, en torno a la presentación de la biografía (no autorizada) escrta por el periodista J. Benito Fernández. Y sin que necesariamente quepa establecer nexo alguno entre la respuesta del cielo y la posible del homenajeado si la circunstancia misma, o alguna de las cosas que en ella se peroraron (todas objetivamente interesantes), hubiera o hubiesen llegado a sus oídos. En Madrid, lo mismo que nos mata nos da vida.
(Cinemagias, 🎬26). Entre los atractivos de ver cine español “antiguo”, uno de los más agradables son las sorpresas que suele depararnos la presencia, a menudo en pequeños y hasta insignificantes papeles, de actores o personajes después muy reconocidos. Anoche, por ejemplo, viendoAventuras del barbero de Sevilla, película de Ladislao Vajda, entre otros detalles quedé fascinado por la aparición de un Miguel Gila ya de cuerpo entero, nada menos que en el glorioso año de 1954, y en lo que sería su segunda aparición en la gran pantalla.
El Gila genial, que haría de sus historias telefónicas de la guerra una de las cumbres de nuestro humor, ya asoma con total y elocuente claridad en esta secuencia de una película de género musical, hecha para el lucimiento de Luis Mariano y Lolita Sevilla, pero que tiene momentos muy divertidos y un guion con varias vueltas bien hiladas.
No es la mejor de su director —otro día me gustaría rescatar fragmentos de Mi tío Jacinto o, también, por su peso “emocional”, de Marcelino pan y vino, aquel dramón poetizante que colonizó parte de nuestra infancia—, pero en ella, junto al buen dúo de los protagonistas y la sorpresa de Gila, hay intervenciones no desdeñables de Pepe Isbert, Fernando Sancho, Emma Penella o José María Rodero, entre otros.