Sorbos de luz
en las crines del viento:
nubes, palmeras.
Paraje del Mar Menor © AJR, 2013
A modo de trasluz. La fusión sensorial e intelectiva entre imágenes y palabras, aunque sea una muy antigua retórica de la humanidad (seguro que el homo sapiens de Altamira ya le puso palabras al bisonte parietal), hoy hace posible un modo de expresión que las nuevas tecnologías vuelven inmediato. Y acaso más poderoso que nunca. El emisor (al que objetivamente podríamos llamar artista) debe saberlo. O, por mejor decir, no debería ignorarlo. De este modo, los dos poemas que he colgado arriba, la fotografía y el haiku, deberían ser capaces de crear en su confluencia un tercer objeto expresivo cuya existencia solo es posible (y perceptible) en la medida en que ambos producen sus efectos de forma simultánea. En clave realista, ambos comparten referentes inequívocos (luz, nubes, palmeras), otros sospechables (viento), mientras que sólo a la peculiar naturaleza sugeridora de las palabras corresponden criaturas, objetos, sensaciones o incluso conceptos como los enunciados por «sorbos de luz» o «crines del viento». Y sólo del poder de la imagen plástica derivarían las extensas sensaciones, tan difusas o precisas como el receptor logre identificar, que es capaz de provocar un paisaje mediterráneo. Ahora bien, unas y otras, palabras e imágenes plásticas, son hijas del mismo oasis que las engendra y, en su apareamiento, fundan un nuevo lugar común, tal vez un paraíso, cuyos habitantes son los hijos de la palabra pintada porque sí y la imagen que habla de sí misma. Es decir: el paraíso de la vida sensible alrededor. Si bien visto, claro está, desde dentro.