Dicen los que más saben de ese vasto y complejo campo artístico que es la música del siglo XX que de su forma de tocar la guitarra y de su manera de modular el blues han bebido todos o casi todos los que después tuvieron algo que aportar pulsando cuerdas o emitiendo voces. Y debe de ser cierto. Porque basta con darse una vuelta por Youtube y repasar, al azar, un puñado de sus numerosas grabaciones, para comprobar hasta qué punto ese estilo vocal y esos punteos y vibratos, y más aún la combinación rítmica de ambos, forman parte de la banda sonora del planeta en nuestro tiempo. Es la rara familiaridad que sólo logran imponer los verdaderos genios en su campo. Y es el legado imperecedero que nos deja BB King, fallecido ayer cuando le faltaban cuatro meses y dos días para alcanzar los 90 años: una obra llena de vitalidad, de sentimiento, de elegancia. Y una guitarra mítica, la célebre Lucille (aunque fueran muchas, siempre mantuvo el mismo nombre), que se queda huérfana --o viuda, pues no está del todo claro el parentesco-- y eternamente azul. Para alguno de esos expertos a los que me refería al principio, al igual que para la enciclopedia Espasa, la grabación que cuelgo abajo es una de las más memorables del artista. Una belleza.
viernes, 15 de mayo de 2015
Una guitarra huérfana y azul
Dicen los que más saben de ese vasto y complejo campo artístico que es la música del siglo XX que de su forma de tocar la guitarra y de su manera de modular el blues han bebido todos o casi todos los que después tuvieron algo que aportar pulsando cuerdas o emitiendo voces. Y debe de ser cierto. Porque basta con darse una vuelta por Youtube y repasar, al azar, un puñado de sus numerosas grabaciones, para comprobar hasta qué punto ese estilo vocal y esos punteos y vibratos, y más aún la combinación rítmica de ambos, forman parte de la banda sonora del planeta en nuestro tiempo. Es la rara familiaridad que sólo logran imponer los verdaderos genios en su campo. Y es el legado imperecedero que nos deja BB King, fallecido ayer cuando le faltaban cuatro meses y dos días para alcanzar los 90 años: una obra llena de vitalidad, de sentimiento, de elegancia. Y una guitarra mítica, la célebre Lucille (aunque fueran muchas, siempre mantuvo el mismo nombre), que se queda huérfana --o viuda, pues no está del todo claro el parentesco-- y eternamente azul. Para alguno de esos expertos a los que me refería al principio, al igual que para la enciclopedia Espasa, la grabación que cuelgo abajo es una de las más memorables del artista. Una belleza.
miércoles, 13 de mayo de 2015
La pena viva: Nepal
A NEPAL LA PENA...
(AJR: 4, 12; Palíndromos ilustrados, XLII)
(AJR: 4, 12; Palíndromos ilustrados, XLII)
***
La pena y algo más: nuestra ayuda. Hay que pasar de los sentimientos a la acción, rascarse el bolsillo (seguro que con algo se puede, incluso sin hacerle trampas a Montoro) y contribuir a que los sucesivos desastres que parecen pugnar por derribar el techo del mundo tengan enfrente una marea de solidaridad real.
Tal vez nunca un palíndromo haya tenido tantas y tan terribles posibilidades de ilustración. Buscando una imagen entre los cientos, sin duda miles, posibles, y leyendo aquí y allá, he vuelto a ser consciente de la magnitud del desastre, de la dimensión casi incomprensible de la tragedia. Uno se queda sin palabras. Y, sin embargo, las palabras son más necesarias que nunca. Palabras que sean hechos. No podemos olvidarnos de Nepal.
Fotografía tomada de El Confidencial.
lunes, 11 de mayo de 2015
Canícula a destiempo
¿Recuerdan ustedes cuando lo del cambio climático era solo una exageración de ecologistas apocalípticos? ¿O la vez aquella en que una verdad incómoda fue considerada por nuchos un mensaje interesado y hasta marrullero de un candidato gore a la Casa Blanca, al que acusaron de no hacerle ascos al tremendismo para medrar en las encuestas? Hace un rato venía caminado por la acera de la sombra hacia la Posada, en compañía de Pancho, que esta tarde hace turno conmigo. Al volver la esquina de Sánchez Pacheco, al tiempo que buscaba un clines para limpiarme el sudor, he caído en la cuenta de que estamos tan sólo a 11 de mayo. Y la sensación térmica, así a bote pronto, no baja de los 30 grados centígrados, tal vez alguno más. Pancho ha debido de captar mi extrañeza --tengo observado que es un buen escrutador de las señales emitidas por las neuronas espejo-- y se me ha quedado mirando con una no menor perplejidad. Aunque aún ágil y todavía alerta, anda ya combatiendo, también él, la pérdida de finura de algún que otro sentido y ciertos déficits comprensibles a sus 14 años, una edad canina que cálculos del todo disparatados se empeñan en sostener que es equivalente a 98 castañas humanas. ¿Dónde hay que firmar? El caso es que en sus ojos llenos de reflejos del Niágara he visto dibujarse un asombro distinto, como si fuera del todo consciente de que este tórrido verano en plena primavera amenaza con escarallar nuestros relojes biológicos de animales sensibles, y no puede augurar nada bueno. «No temas, amigo mío --le he dicho--. Para el fin de semana, los astrólogos anuncian una bajada de estrellas favorables y moderadas temperaturas». No sé si he conseguido calmarlo. Tal vez, como otras veces, solo se ha limitado, indiferente, a darme la razón, que es lo propio. Pero lo cierto es que ahora duerme a mis pies bajo la mesa, tranquilo y sin roncar. Y yo he empezado a sudar un poco menos.
(Tiempo contado, 11 mayo 2017)
martes, 5 de mayo de 2015
Volviendo a Supertramp
Probablemente no sea la mejor composición de Supertramp y tampoco podría decir hoy que siga siendo mi favorita. Pero durante algún tiempo no podía dejar de escucharla una y otra vez, seducido por su atmósfera envolvente, desde los acordes iniciales del piano (¿el mismo que aparecía cubierto de nieve en la portada del álbum, Even in The Quietest Moments...?), intrigado por los insertos de fragmentos del famoso discurso de Churchill ante el Parlamento británico al inicio de la Segunda Guerra Mundial (algo que tardé tiempo en saber), sobre el que se van superponiendo una especie de trompetería de circo romano (¿fanfarria viene de fan?), gritos de multitudes, campanadas rotundas de pesadumbre medieval..., efectismos que le daban a la composición un aire de "documento histórico" y afilaban su originalidad. El encantamiento proseguía con el arranque anunciado de una nueva melodía, ágil y pletórica, que se remansaba en una canción, mitad romántica y mitad profética, rematada a su vez por agudos gritos reveladores entre progresivos efectos de viento y cantos corales..., hasta que se ponía de nuevo en marcha otra melodía y la marea sonora conquistaba cada vez mayor amplitud para irse apagando (casi rompiendo) y finalizar con ciertos aires, no sé, como de opereta bufa. En fin, demasiadas sugerencias que volvían la pieza inagotable, y mucho más si había cannabis de por medio. Estoy hablando de la Obertura de los locos (Fool's Overture), el último y más largo tema del disco antes citado, aparecido en 1977. Esta versión, encontrada en Youtube y acompañada de unas imágenes de navegación filmadas desde un kayak, permite disfrutar la belleza de una música llena, pese a las apariencias, de pura melancolía. O será solo que han pasado ... ¡más de 30 años! El próximo 15 de septiembre, fecha redonda en mi calendario particular, Supertramp (o la formación que sigue llevando ese nombre, bajo la batuta de Rick Davies) actúa en Madrid, dentro de la polémica gira (19)70-(20)10. Aunque Roger Hodgson, el autor de esta y otras muchas canciones del grupo, no estará presente (acaba de actuar en los Veranos de la Villa de la capital con notable éxito), me gustaría ir a verlos.
Rescatada de los baúles de la Posada.
Posdata (5 de mayo de 2015). Reviso por puro azar la entrada y vuelvo a sucumbir al encanto de la canción de Supertramp. Refresco, en los posible, la no fácil interpretación de la letra que Hodgson canta en su característico falsete e intuyo que esa «gran caída» que la historia recuerda bien pudiera ser, más que una crónica del pasado, una profecía de este mismo instante: las palabras cuerdas de un loco que nadie quiere oír, quizás porque todos sabemos que en el fondo están diciendo la verdad.
Añado ahora, después de comprobar cómo en la Red se multiplican las referencias a esta pieza --que también en la Posada es una de las entradas con mayor número de visitas--, la que probablemente sea su mejor grabación en directo, de momento aún accesible en Youtube. Confío en que lo siga estando por mucho tiempo, para así poder disfrutar de uno de los grandes temas del rock sinfónico que tanto placer y estímulo nos proporcionaron en plena juventud.
Rescatada de los baúles de la Posada.
Primera publicación, con el título "Resonancias (4): Supertramp" 09/08/2010 20:00
Posdata (5 de mayo de 2015). Reviso por puro azar la entrada y vuelvo a sucumbir al encanto de la canción de Supertramp. Refresco, en los posible, la no fácil interpretación de la letra que Hodgson canta en su característico falsete e intuyo que esa «gran caída» que la historia recuerda bien pudiera ser, más que una crónica del pasado, una profecía de este mismo instante: las palabras cuerdas de un loco que nadie quiere oír, quizás porque todos sabemos que en el fondo están diciendo la verdad.
Añado ahora, después de comprobar cómo en la Red se multiplican las referencias a esta pieza --que también en la Posada es una de las entradas con mayor número de visitas--, la que probablemente sea su mejor grabación en directo, de momento aún accesible en Youtube. Confío en que lo siga estando por mucho tiempo, para así poder disfrutar de uno de los grandes temas del rock sinfónico que tanto placer y estímulo nos proporcionaron en plena juventud.
domingo, 3 de mayo de 2015
Poeta en Galería
Antonio del Camino en la Galería Cerdán. Foto: Peña. |
Aunque
me han dicho que solo tengo cinco minutos, me tomaré alguna licencia de tiempo
porque en realidad no voy a presentar a un solo poeta, sino al menos a tres, o incluso a cuatro, si tenemos en cuenta algunos oficios allegados al taller del
artista. Así que pónganse cómodos en sus asientos y ármense de paciencia. Pero
que nadie piense que se ha equivocado de acto, el programa es correcto: todas
esos poetas están unidos en una misma persona: la de mi amigo Antonio del Camino.
No
deja de ser una osadía por mi parte haber cedido a la invitación de Antonio, a
la que por otro lado ni podía ni quería negarme. Aquí le conocéis tan bien o
mejor que yo: es un valor seguro de esta casa y un lujo de la poesía
talabricense, y su actividad y presencia se han multiplicado en los últimos
meses, después de —dice él— una larga travesía por el silencio.
Estas
quejas de los poetas ante el abandono de las musas hay que tomárselas con
precaución, al menos en el caso de Antonio, cuya actividad literaria es, como
vamos a ver, multifacética, y si no incesante (que también), sí continuada y
traducida en obras: no creo que estemos, contando los inéditos, ante un cantidad
menor a los mil poemas en su
producción poética, aunque el número no sea significativo, salvo cuando, como
es el caso, va acompañado de una notable calidad.
He
estado releyendo estos días, si no todos, la mayoría de los libros de Antonio y
en esa lectura, además de en la larga experiencia compartida, me fundo para
distinguir diferentes poetas en el poeta. Varias
personas en el verbo a la luz de la penumbra.
Está,
en primer lugar, el poeta, digamos, serio, incluso muy serio. Este poeta
tiene sus orígenes en el adolescente que
arrancó a escribir muy pronto y que, tras granjearse el favor del público «haciéndole
la rosca», al titular su primer libro, artesanalmente publicado en 1977, Vosotros sois poetas…, se embarcó en dos soledades que
podemos considerar como convalecencias del amor adolescente (o juvenil) no
correspondido, tragedias de la edad: la segunda (Segunda Soledad) curiosamente
anterior a Donde el amor se llama soledad, y ambas dos llenas de doloridos soliloquios que, como tantos afanes y
cuidados de aquellos años, quedaron «entre las azucenas olvidado(s)», por
decirlo con un verso clásico. De este segundo libro, ahora al releerlo, he
visto que había subrayado entonces (1980) dos líneas en las que el poeta afirma
que los versos que escribe «no son ya sólo
versos ni poesía / sino el reflejo exacto de lo que son mis noches». Y también
ahora, al releer, he visto que el libro contiene una profecía
biográfica: «y quede en la penumbra
hasta que un día / un nombre de mujer venga a buscarme».
martes, 28 de abril de 2015
Lectura de Antonio del Camino en Talavera
El próximo jueves 30 de abril
leerá sus poemas
en la Galería Cerdán de Talavera.
Será un placer acompañarle.
Esta es la invitación.
viernes, 24 de abril de 2015
La chilaba de Goytisolo
Qué extraño el acto de la entrega del Cervantes a Juan Goytisolo, al menos visto por la tele a la carta y de madrugada. Todo el mundo parecía estar allí por obligación, por meras exigencias del guion protocolario, y a disgusto. Tal vez sólo algunos invitados de las bancadas del común asistían al evento complacidos y curiosos, seguros de sí mismos, cómodos en su papel de espías privilegiados. Pero ni las autoridades civiles, militares o académicas, ni los representantes de los diversos sectores sociales y culturales del país, ni, por supuesto, el premiado, transmitían otra sensación que la de estar deseando que aquello acabara cuanto antes. El ministro Wert, que pronunció su discurso con notable profesionalidad y sin que se le llegaran a notar demasiado los sapos que se iba tragando a cada poco, incluso llegó a mencionar en algún momento la dificultad de la ocasión. El presidente de la comunidad de Madrid, con mucha diferencia el peor disfrazado de la juerga, no ocultaba en su lenguaje no verbal su disgusto ante las palabras del escritor. Hasta a los maceros municipales parecía pesarles de otro modo el as de bastos. Las palabras de Goytisolo, breves, contundentes pero también vacilantes, llenas de sentidos cervantinos, plenamente coherentes con su obra, y rematadas con algún oportunismo tal vez inapropiado, no lograron deshacer la sombra de contradicción que el acto en sí mismo debía de tener para quien había jurado no aceptar nunca ser el centro de celebración semejante. No creo equivocarme si afirmo que, para muchos de los congregados, fue como si el escritor en realidad estuviera leyendo su discurso ataviado con una chilaba, tal como había dicho que, llegado el caso, preferiría hacerlo. Pensándolo bien, puede que allí sólo se sintiera de verdad contenta Letizia Ortiz, la antigua periodista y reconocida amante de la literatura cuyo entusiasmo de niña lectora pudimos ver asomarse, en algún escorzo casi selfídeo y en un par de primeros planos, a los ojos de la reina consorte. Quien, por cierto, en su estricto papel de reina, también me parece que estuvo más envarada que de costumbre.
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