martes, 8 de octubre de 2013
El «crítico» Montoro
Habló Montoro, el Cítrico, de cine.
Dictó sentencia con su vocezuela:
«Nuestras pelis son malas, no hay escuela
de calidad, no venden». Qué alucine
que sea él, ¡Montoro!, el que maquine
y se sume a la vieja cantinela
de que el cine español es la secuela
de la ibérica caspa. Y lo arruïne.
Montoro, el de la voz que pierde aceite
(por lo untuosa lo digo), el que decía
que la cultura es solo diversión,
hete aquí que hoy encuentra su deleite
en vengarse del cine, «A sangre fría»,
mientras financia «La gran evasión».
lunes, 30 de septiembre de 2013
Carretera y mantra
Laderas del volcán San Antonio, La Palma. © AJR, enero 2013. |
Si no hay nada que contar,
no cuentes nada.
Dale tu espacio al silencio
y luego calla.
Si no hay nada que ca(n)tar
no ca(n)tes nada.
Dale tu lengua al silencio
y luego calla.
Si no hay nada que fingir,
no finjas nada.
Dale la vuelta al silencio:
al aleli lolulo lile lala.
Y calla.
(Hojas y palinendecasílabo)
jueves, 26 de septiembre de 2013
Primicias del temblor
Por aquello de los horarios de esta Posada (privilegios y dependencias del «albergue a cualquier hora»), pude enterarme de la eliminación de Bin Laden casi media hora antes de que el presidente Obama se dirigiera a su país a través de la televisión para anunciarla de forma oficial.
Un flash urgente parpadeando en la página de elpais.com me puso en la pista de la noticia, tal vez a eso de las 4,30 mam de la madrugada (mam = "más o menos"). La búsqueda en Google con la frase «Bin Laden ha muerto» arrojaba ya a esas horas cientos de resultados, entre ellos las webs de varios periódicos estadounidenses. Pude ver los titulares del New York Times y el Washington Post, que en sus informaciones de alcance ya daban detalles acerca del lugar donde el jefe de Al Qaeda («La Base», no se olvide) había sido abatido.
Cierto espíritu áspero periodístico, alguna vez sentido en carne propia (en especial, un sábado de gloria, y también durante varias semanas de mediados de 1989), pero mucho más experimentado a través de películas como Luna de papel (y su remake, Primera plana) o Todo los hombres del presidente, sin olvidar ejemplos más cercanos como Buenas noches, y buena suerte...; en fin, algo así como una sensación de estar asistiendo a un "instante real" me cosquilleó en el estómago ante la gravedad de la ocasión: ese temblor que todo profesional que se precie debe sentir ante la cercanía de la primicia. Aunque no se me escapa que, en este mundo global de información que ha hecho posible Internet y todos sus adminículos (ese es el viejo nombre de lo que ahora se llaman Apps), la novedad ya es algo muy diferente.
De hecho, la primicia de esta noticia la dio, sin saberlo, su temblor. Vecinos de la casa donde se estaba produciendo el asalto definitivo, ante el movimiento de helicópteros y la presencia de grandes luminarias, comentaron en las redes sociales su extrañeza ante lo que todavía no sabían qué era, pero sin duda prometía ser algo «muy gordo». No cabe descartar la posibilidad de que el propio Bin Laden se hubiera enterado de su aciago destino inminente a través de un aviso de urgencia en su cuenta de Twitter..., si es que el jefe alqaedista frecuentaba esa red (que supongo que sí).
La ejecución de Bin Laden seguida en directo desde la Casa Blanca. |
Un flash urgente parpadeando en la página de elpais.com me puso en la pista de la noticia, tal vez a eso de las 4,30 mam de la madrugada (mam = "más o menos"). La búsqueda en Google con la frase «Bin Laden ha muerto» arrojaba ya a esas horas cientos de resultados, entre ellos las webs de varios periódicos estadounidenses. Pude ver los titulares del New York Times y el Washington Post, que en sus informaciones de alcance ya daban detalles acerca del lugar donde el jefe de Al Qaeda («La Base», no se olvide) había sido abatido.
Cierto espíritu áspero periodístico, alguna vez sentido en carne propia (en especial, un sábado de gloria, y también durante varias semanas de mediados de 1989), pero mucho más experimentado a través de películas como Luna de papel (y su remake, Primera plana) o Todo los hombres del presidente, sin olvidar ejemplos más cercanos como Buenas noches, y buena suerte...; en fin, algo así como una sensación de estar asistiendo a un "instante real" me cosquilleó en el estómago ante la gravedad de la ocasión: ese temblor que todo profesional que se precie debe sentir ante la cercanía de la primicia. Aunque no se me escapa que, en este mundo global de información que ha hecho posible Internet y todos sus adminículos (ese es el viejo nombre de lo que ahora se llaman Apps), la novedad ya es algo muy diferente.
De hecho, la primicia de esta noticia la dio, sin saberlo, su temblor. Vecinos de la casa donde se estaba produciendo el asalto definitivo, ante el movimiento de helicópteros y la presencia de grandes luminarias, comentaron en las redes sociales su extrañeza ante lo que todavía no sabían qué era, pero sin duda prometía ser algo «muy gordo». No cabe descartar la posibilidad de que el propio Bin Laden se hubiera enterado de su aciago destino inminente a través de un aviso de urgencia en su cuenta de Twitter..., si es que el jefe alqaedista frecuentaba esa red (que supongo que sí).
(Tiempo contado, madrugada de 1 al 2 de mayo de 2011)
miércoles, 25 de septiembre de 2013
lunes, 23 de septiembre de 2013
Mutis
que aún no se ha cumplido
en que yo también quise
ser Maqroll el Gaviero.
Para Álvaro Mutis, in memóriam.
miércoles, 18 de septiembre de 2013
Juan Luis Panero: el truco final
Juan Luis Panero. Foto: José Luis Huesca. |
Arte Poética
La larga, lenta lengua de la muerte
ha lamido la mano del que escribe.
lucidez o locura, nadie sabe:
solo quedan palabras, palabras deshaciéndose.
lunes, 16 de septiembre de 2013
Tic tac, tic-tac, tictac
Nunca me han gustado los relojes. Hace más de treinta, quizá cuarenta años, que no llevo uno en la muñeca. Ni en ninguna parte de mi cuerpo. A no ser eso que llaman el reloj biológico, que es una metáfora, cruenta por más señas, y no cuenta. Y si se exceptúa el reloj del móvil, que es el único que a veces consulto. Pero no tanto para saber la hora como para precisar el día. Y eso solo si no lo he podido averiguar ya por la cabecera del diario. La hora la suelo mirar en el ordenador. O por el sol, vieja querencia apache. Así que las recomendaciones "publicitarias" de Cortázar (¿qué pensaría el Gran Cronopio de saberse así doblemente utilizado, en palabras y dicción?) llueven sobre mojado. Tiempo líquido, como los horrorosos relojes blandos del delirante Dalí. Ahora que lo pienso, quizás la prevención contra el cronómetro se me acentuó con aquel pasaje de Gulliver muy tempranamente leído, y que es un placer buscar, localizar y copiar ahora aquí (en la traducción de Pollux Hernúñez para Anaya, algo añeja pero con indudable sabor cervantino).
De la landre derecha, que albergaba en el fondo una maravillosa variedad de máquina, colgaba hacia afuera una gran cadena de plata. Le indicamos que extrajera lo que quiera que hubiera al final de aquella cadena y que parecía ser una como esfera plana, mitad de plata, mitad de algún metal transparente, pues en la parte transparente se veían ciertos signos extraños dibujados en círculo, que pensamos que podríamos tocar hasta que vimos como los dedos se nos paraban ante aquella materia translúcida. Nos acercamos a la oreja este aparato, que hacía un ruido continuo como el de una aceña, y conjeturamos bien que se trataba de algún animal desconocido, bien del dios que él adora, aunque nos inclinamos más por lo último porque nos aseguró (si es que entendimos bien, pues se expresó muy imperfectamente) que pocas veces hace algo sin consultarlo. Lo llama su oráculo y dijo que indicaba la hora de cada acción de su vida.
Deduzco, a posteriori, que no llevar reloj es una forma de mostrar mi agnosticismo frente al dios del tiempo. Sin duda, una rebeldía inútil. Pero necesaria. Da gusto sentir que le podemos pegar una patada a Cronos en el cielo de la boca, aunque sea mientras nos engulle.
«El reloj de Gulliver», de G. Pérez Villalta. Círculo de Lectores, 2004. |
(Tiempo contado, viernes 13 de septiembre de 2013, a las 13:13,
mientras por la radio El Brujo recita: «Y a la puesta del sol devoramos con calma la carne abundante».)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)