jueves, 15 de agosto de 2013

Ribeira Sacra

Hacia San Xoán de Cachón. Foto XR, 26 julio 2013
Hace solo unos días, a  finales de julio, paseaba en familia por las frescas corredoiras de la Ribeira Sacra, abruptos caminos en penumbra que se adentran en los bosques de robles, castaños, verdes helechos arborescentes y espesa madreselva, al pie mismo de las terrazas levantadas en cuidadosos estratos sobre el Sil, en el cañón de aguas embalsadas que el río recorre justo antes de su desembocadura. Es el paisaje que desde niño llevo en los sentidos y en la memoria. Y más aún: las imágenes que primero se encienden en mi cabeza cuando pienso u oigo decir la palabra «paisaje». 

Ya en los días pasados en el Monasterio de Santo Estevo y en sus alrededores (en Cerreda, sobre todo, la aldea familiar, y al final en Santa Tecla, en Tierra de Caldelas), se comentaba lo peligroso que podía ser el resto del verano en cuanto a los incendios. Los temores no tardaron en cumplirse. Primero se produjo un fuego, por fortuna rápidamente controlado, en las cercanías del embarcadero del que parte el catamarán que permite hacer un paseo turístico por el Sil en dirección a Abeleda. Hace tan sólo unas horas ha podido ser controlado otro incendio, más grande, que ha arrasado la extensión equivalente a unos 75 campos de fútbol en las proximidades de la aldea de Pombar. Aún está por hacerse el balance de daños.

Ojalá me equivoque, pero no parece que estos vayan a ser los últimos desastres candentes en la zona. A los que, además, deben añadirse otros muchos fuegos declarados en diferentes puntos de Galicia. Y en el resto del país, en tierras como las del valle del Tiétar, que también me resultan muy cercanas. Es la misma canción de todos los veranos. Desde aquellos tiempos ya remotos de la publicidad del «cuando el monte se quema, etc., etc....», raro ha sido el año en que no hemos tenido que rebuscar en el cajón de los tópicos para librar de la chamusquina del aburrimiento algunas palabras contra el fuego, contra los intereses inmobiliarios o madereros o industriales que son capaces de cualquier cosa para extender sus negocios, contra la incuria pública y política que abandona los montes y le pone a las llamas una alfombra altamente inflamable, contra... Es tedioso seguir. Aunque no haya más remedio que hacerlo.

Yo no sé si ustedes conocen la Ribeira Sacra. Sé que algunos lectores de este blog, muy cercanos, sí. Y que la aprecian tanto o más que yo. Para quienes aún tengan ese déficit grave en su existencia, y como antídoto, y hasta sortilegio, contra la aún vigente amenaza incendiaria del verano, les dejo este hermoso reportaje fílmico de Juan Manuel Blázquez. Es uno de los capítulos de su estupenda serie Cuadernos de paso, que puede verse completa en los archivos de RTVE. El documental, con un magnífico guion y espléndidas imágenes, da cuenta de las principales claves paisajísticas, históricas, artesanales, humanas y hasta mágicas (o solo folclóricas) de una comarca que, generosamente, admite como hijos adoptivos a todos cuantos se dejen cautivar por su belleza. Tarea, por lo demás, sumamente fácil. A las pruebas me remito.

martes, 13 de agosto de 2013

Los persas, Repsol

Al mirar por el espejo retrovisor, mientras abandonaba la gasolinera, caí en la cuenta de que hay destinos que vienen de lejos. De muy lejos. No van a creerme, pero el empleado que me cobró llevaba su nombre bien visible en una especie de placa prendida del bolsillo superior de su mono de trabajo: «Darío Ciro». Mientras me tendía las tarjetas ya pasadas vi en sus ojos el destello inconfundible que dejan las noches del desierto. La sed de sal. El eco de quien ha bebido en pozo amargo.





Estación de Servicio Los Almendros de Pozoamargo.
Foto AJR, 2013

domingo, 11 de agosto de 2013

Troyanos




ESTEQUÉDONSERÁQUE
NUNOCARTSEUMESÍSA
SONARTANHONDOYTAN
OCêOêCSOJEIVSOLEDAAê
UOMêNOREYACEDNODRN
GMBTê:AYAXYAQUILOTT
IOAATEMNESTRA°EUSI
TATNILCROTCÉHSGEG
NNETèOSADALIDES:ILU
ATS,AèR,ELMUNDOAMBéAO
SEFéLLACLEYRICEDPQ
EUIèERASLIDESDELéAU
MNAèALMAENPENA.AHLéE
OéYRECERAPAOLREVLA


*En la interior bodega de esta inscripción, compuesta a modo de estéquedon sobre una rejilla de 17x14 (pese a su apariencia irregular: ese don de la artesanía), están encerrados algunos personajes relacionados con la guerra de Troya. Conduce hasta ellos un breve poema de ocho endecasílabos rimados (ABBACBCA), que a su vez contiene una evocación del sentido que puedan tener, si es que alguno, estos juegos barrocos. El hilo de Ariadna muestra, en este caso, cierta tendencia a moverse en espiral, aunque no siempre. Las flechas ayudarán, al improbable transeúnte que sienta curiosidad por descifrar el texto oculto, a elegir la senda correcta en las encrucijadas.

jueves, 8 de agosto de 2013

«La Nana ya está cantá»

Camarón durante su última actuación, en el Johnny (26 enero 1992). Foto ABC.

Me curo el mono de no haber podido asistir este año al festival de La Unión revisitando el «imprescindible» de RTVE dedicado al 30º aniversario de la grabación de La leyenda del tiempo (vídeo inferior), el disco con el que Camarón le dio al flamenco otros dos siglos de vida (por lo menos). El reportaje, que además resume con pinceladas las claves de la evolución del cante en los últimos 50 años, está lleno de humor, precisiones, buenos recuerdos, jugosas anécdotas, pistas valiosas. Por él desfila un buen puñado de primeras figuras e incluye algunas grabaciones inéditas. Tiene uno de sus momentos culminantes, a mi juicio, cuando Camarón (minuto 36:49) se niega a volver a grabar la Nana del caballo grande porque es consciente de que su interpretación no puede mejorarla: «La Nana ya está cantá», dice con humildad y lucidez. Y basta con volver a escuchar su interpretación del poema de Lorca (confío en que aquí pueda oírse) para saber hasta qué punto tenía razón. La voz de Camarón es uno de esos milagros del arte que no cesan de asombrarnos. Dejándonos guiar por sus honduras se descubren, verdaderamente, tiempos de leyenda. Una resonancia de la conciencia de ser que nos estremece. Una voz luminosa y profunda, reveladora, capaz de conducirnos por inéditos laberintos de nuestro propio interior.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Frutos bárbaros

Interior, óleo de Giacometti, 1949. 

En la penumbra de la casa
el tiempo avanza sin que nos demos cuenta. 
El verano sucede al día más largo 
y el calor se retuerce entre las horas 
como un ofidio de dientes insidiosos. 
Uno no sabe en qué parte del cerebro común 
brillan esas imágenes exóticas,
con su aureola superflua 
y el poso lánguido de su melancolía. 
Frutos bárbaros 
que unen a su turbia belleza 
el don incomprensible de la inutilidad. 
La vida es la memoria que no cura,
la limpia sucesión de las miradas 
y el fresco corazón que, si está herido, 
sabe que dentro de él aún mana un sueño.


Sin título.
Escultura en bronce de Giacometti, 1927.

domingo, 4 de agosto de 2013

La noche, eh, con Al


«Anoche me desperté al sentir que alguien me apretaba la mano. 
Era mi otra mano.»
(Paul Bowles a Mohamed Chukri)


Imagen superior: Bahía de Tánger desde el hotel Mövenpick. Tomada de aquí.

viernes, 2 de agosto de 2013

Casa de citas

Las palabras de Rajoy. 

El presidente Mariano Rajoy convirtió ayer el Parlamento, con sede ocasional en el Senado, en una casa de citas. Toda su estrategia, a mi juicio, pasó por intentar hacernos creer, con palabras prestadas, que cualquier comentario o apostilla tiene un valor absoluto, y que las mismas palabras significan por sí solas siempre lo mismo, independientemente de eso que los gramáticos y el sentido común llaman «contexto». Hay que reconocerle al muñidor del discurso del presidente una gran capacidad estratégica para intentar salvar la complicada situación con una variante creativa de la vieja técnica del ataque preventivo, empleado como la mejor arma de defensa. Escudriñar en los discursos de Rubalcaba, que deben de sumar varios gigas de peso, para encontrar, sin maquillarlas, frases capaces de hacer creer que hay una falta de coherencia, y hasta un alto grado de hipocresía, en las críticas de la oposición a los sucesivos escándalos que se han ido produciendo en el caso Bárcenas, era una tarea tan ímproba como efectista. Muy rentable, sin duda, de puertas para dentro, en las filas del propio partido. Y también eficaz  para poner al alcance de la fugitiva opinión pública y del común adormecimiento la idea ya masticada de que todos los políticos son iguales y que, por tanto, por qué vamos a pedirle a él ahora cuentas de algo que todos los partidos han hecho o hacen. Esa postura viene a ser, más o menos, una manera de subrayar que en todo esto no hay nada de qué avergonzarse, que es lo que hay, lo que ha habido siempre. Y que lo único importante es que la economía vuelva a crecer, que el paro baje, etc. Pero quizás lo que no tuvo en cuenta el señor presidente es que todo, incluso la capacidad de retorcer las palabras hasta secarlas, tiene una posible vuelta de tuerca. Así, puede que no tarde en demostrarse, justicia de por medio a ser posible, que con su discurso presuntamente exculpatorio, y en concreto con algunas de las frases que en él pronunció, Rajoy ha añadido a su currículo político una línea de conducta aún más comprometedora que aquellas de las que tan vehementemente se quiso defender. Con tanta cita ajena, tal vez no se cuidó lo suficiente de sus propias palabras, y puede que por algunas sea citado en el futuro. Y no de forma impune. Porque el precio de esa impunidad no sería otro que el de admitir que uno puede ir al Parlamento como a cualquier casa de citas, en el peor de los sentidos de esta expresión. Tiempo al tiempo.