jueves, 27 de junio de 2013

Soñar años


Cuando despertó, la Bella Durmiente no tardó en darse cuenta de que iba a cumplirse la pesadilla que había atormentado su sueño: el príncipe era guapísimo pero sufría de una tan penetrante como nauseabunda halitosis. Era como si un establo lleno de dragones enfermos se acercara a su boca. Como si todas las rosas rojas con las que también había estado soñando durante años se pudrieran de pronto ante su cara. Tenía que parar aquel horror. Con un gran esfuerzo, logró zafarse del beso encantado, clavó sus uñas en los ojos del apuesto y apestoso joven y, mientras este huía entre alaridos terribles, pudo volver a dormirse. Nunca llegó a saber, sin embargo, que el hechizo se había roto y que su sueño, aunque profundo y duradero, volvía a ser el hermano gemelo de la muerte.


Imagen: La vieja bella durmiente. De autor desconocido (se agradece información).

miércoles, 26 de junio de 2013

Belleza letal



Qué belleza, el vuelo del águila pescadora,
a la que en Canarias llaman guincho.
La elegancia con que bate el aire, su forma de cernerse sobre el agua, el planeo, su tino infalible...
Todo en su actividad predadora raya la perfección.
Otro punto de vista bien diferente será el de sus presas.
Para las víctimas, que en ocasiones hasta parecen adoptar posturas suplicantes,
tanta belleza resulta verdaderamente letal.
Pasa a menudo.
Siempre se aprende de la naturaleza.

(Gracias a S. P. por el enlace.)

martes, 25 de junio de 2013

Un gato afortunado


A MICO, PARA CADA DÍA, SEMANA, MES, AÍDA DA CARA PÓCIMA.

[AJR, 11: 41; Palíndromos ilustrados, 25]


 «Manchas en la vida de un gato amarillo», 
cuadro de Aída Emart.
Publicado con permiso de la autora.

lunes, 24 de junio de 2013

Catálogo de capullos


Oí por primera vez el nombre de Moderna de Pueblo el otro día en la Feria del Libro. Anunciaban por los altavoces que estaba firmando en una caseta. Pensé que sería alguna monologuista del Club de la Comedia, o una estrella de algún programa de televisión, tal vez de una de esas desaforadas competiciones de cocineros que ahora están tan de moda. La cosa se quedó ahí. Pero hoy, en un merodeo por blogs que solo frecuento de tarde en tarde, aunque más bien por las noches, ha saltado su nombre dos o tres veces y, pinchando, pinchando, he ido a caer en su blog. De allí he sacado el vídeo que pueden ven arriba, además de unos minutos de placentero ocio con sus dibujos, tan desenfadados y modernos (el nick de la autora les cuadra bien), y su humor, tan razonable..., quiero decir: con mucho sentido común bien aplicado.

Por lo que se refiere al catálogo de capullos recogido en el vídeo, me parece que está hecho a partir de un buen trabajo de campo o de pisar muchos jardines. Encuentro cierto consuelo al comprobar que, en el arte del ligoteo y la seducción, las cosas no han cambiado demasiado, si acaso son más simples, pese a las apariencias que a veces luchan por confabularse para sostener lo contrario. Vamos, que capullos, lo que se dice capullos ha habido siempre. Aunque, eso sí, de ambos sexos. Por cierto, ¿cuál es el femenino de capullo?  Por más que lo pienso, todas las opciones que se me ocurren son masculinas.

domingo, 23 de junio de 2013

Poveda en el solsticio

Poveda en Las Ventas, 25 años de arte flamenco. Foto AJR

Noche de junio,
 no se quiere ir el día:
¡canta Poveda!
Es aún un joven
maestro del flamenco
mas ya celebra
bodas de plata.
Y es en Las Ventas:
nunca se ha visto aquí antes
a un cantaor.
Poveda rompe
barreras con su arte,
reúne mundos.

Toda la plaza
es un cuenco de cera.
Su voz, la llama.
Llenan el aire
palabras de poetas,
coplas y cante.
Miguel Hernández,
«para la libertad»,
abre el camino.
Seguirán luego
un poema de Alberti
y otros de Lorca.

Y con Serrat,
un tributo a la lengua
de Badalona.
Algunos pitos
(pocos), pronto acallados,
en los tendidos
mientras cantan a dúo
«El meu carrer».
«Qué gusto da
--dice luego Poveda--
poder cantarle
a aquella tierra
donde uno ha nacido
con libertad».

Y ya en honduras
de cantes y homenajes,
una minera.
Es un recuerdo
para La Unión: su lámpara
fue la gran luz,
y el estandarte
que abrió el largo camino
que hoy aquí llega.

Uno tras otro,
se suceden los palos:
gran maestría
del mayor heredero
del gran flamenco.
Es tan potente
su voz, que vibra en ella
la noche entera.
Y hay en los gestos
de su cara, en su boca,
escalofríos,
viejas querencias
de una manera nueva
de acariciar
el compás, las palabras
las emociones...
Y hasta un osado
pero gracioso modo
de darle al baile
  un cuerpo extraño
de contrahecha elegancia
y obscenidad.

Y con qué arte
sabe rendir tributo
a los maestros
del cante jondo
 y a las viejas leyendas
de la canción.
Mientras se prueba
gorrillas y sombreros,
su voz modula
con exacto color
las voces de Molina,
de Farina, Mairena,
o Valderrama...
Hay que tener
sangre de muchas razas
para hacer eso.
Y con qué gracia
sabe irse pa' Cai
y en dos compases
montar toda una zambra
bien jaleá.

Hasta se atreve
con tangos y boleros:
no es lo más suyo,
pero te llegan
las palabras que elige
para su padre,
esa manera
de hacer que esté presente
en la reunión.

Hay otra artista
muy grande que se suma:
Carmen Linares.
Ambos se funden
en un dúo asombroso
de voces y ecos,
mientras se abren
como flores nocturnas
las dos guitarras.

Punto y aparte
y algo más que una estrofa
merecería
el gran elenco
que acompaña a Poveda,
pero me alargo...
Baste tan solo
con citar a Chicuelo,
y su guitarra,
y al gran maestro
Joan Albert Amargós,
sentado al piano.

El gran momento:
casi nonagenaria
y aún elegante,
Marías Dolores
Pradera, esa gran dama,

se une a la fiesta.
«Es todo un triunfo
estar aquí esta noche...
y no en urgencias».
Son sus palabras
y el público se entrega
completamente.
Es emotiva,
 un testamento incluso,
su «fina estampa».
«Y ahora me marcho
por la puerta grande a...
llorar un poco»
(Son sus palabras
de nuevo, sin retoques,
¡tienen licencia!)

Y así la noche
se fue llenando toda
de un aura mágica
... y un vientecillo
que para ser de junio
salió traidor.

Pero la plaza
volvió a vibrar entera
con la leyenda
del tiempo: ¡Camarón!
Y de apoteosis,
unos «alfileritos»
y «tres puñales».

Me parecía
que hubiera estado bien
y era oportuno
cerrar con el poema
de Gil de Biedma:
«No volveré a ser joven».
Y sé de buena tinta
que era lo que Poveda
tenía previsto.
Pero al final
tiró más por la fiesta
y un cante puro
a voz desnuda.
Le gritaron: «¡Valiente!»
Y ahí se acabó.

Fueron tres horas
y media de un concierto
irrepetible.
Yo fui testigo
de que la luna llena
cruzó la puerta grande
para asomarse.
Y se sumó.




viernes, 21 de junio de 2013

«Sorbí libros»


Al volver sobre mis pasos, descubrí que quien me seguía era el joven conde Drácula. Somos amigos desde niños, así que no le tengo miedo. Pero esta vez me alarmé porque lo encontré distinto: menos pálido que de costumbre, más erguido de espaldas, incluso me pareció que se había cortado las uñas. Además, vestía una capa impoluta, nada llamativa. Comprendí que las cosas habían cambiado definitivamente cuando se acercó para saludarme y vi que en sus colmillos, apenas sobresalientes, había unas pequeñísimas perlas negras.
—¿Viste, Freddy? Cambié de dieta. ¡Ya no más sangre! Ahora sólo me alimento de tinta.
No sé por qué pero me dio un poco de pena. Seguro que si se miraba en el espejo él también se encontraría... raro.

Viñeta de Marcos Severi, tomado de aquí, con permiso del autor.

jueves, 20 de junio de 2013

Ya son nostalgia


«La vida no tiene cura»._Tony Soprano

La prematura muerte del actor James Gandolfini, que ha conmocionado a los amantes de Los Soprano y del cine en general, ha servido también para traer de nuevo al primer plano la extraordinaria fugacidad del tiempo. Lo deprisa que pasa a medida que pasa, si se me permite la simpleza. Que Los Soprano (1999-2007), como bien se comprueba con sólo asomarse a cualquier rincón de la red, sean ya pasto de la nostalgia, o incluso, según permiten concluir algunos comentarios, un hito del pasado de la televisión, dice bien a las claras la increíble velocidad con que se mueve todo. Incluida la Parca, que en un solo segundo es capaz de llevarse hacia sus desolados hangares a quien le apetezca. No soy un gran admirador de Los Soprano, más que nada por desconocimiento. Sólo he visto la primera temporada y fragmentos dispersos de las demás. Ahora bien, he oído y leído tantos comentarios favorables sobre la serie, incluido alguno que centra su análisis precisamente en la nostalgia, que la tengo como una importante asignatura pendiente. Confío en no tardar mucho en poder comprobar, en primera persona, su excelencia. Aunque a la velocidad que se mueve todo, tendré que darme prisa.