Es solo fútbol, pero es más que fútbol, incluso mucho más: lo que significa la amistad de estos dos futbolistas, su demostrada capacidad para sobreponerse a las propias pasiones y armonizar los justos intereses particulares con los del otro, su maestría para no dejarse influir por consejos ilusos o voceríos fanáticos y para superar las diferencias de carácter, de gustos, de querencias... es una lección que no podemos permitirnos pasar por alto. Y muchos menos cuanto más ruja la marabunta. En tiempos críticos como los que vivimos y de cara al negro panorama que se dibuja en el horizonte, la vía Xavi-Iker o Iker-Xavi (la fórmula funciona bien en las dos direcciones: es un camino de ida y vuelta) debería ser un faro ejemplar de actitudes, el símbolo de una forma de conducta ciudadana que, por ejemplo y sin ir más lejos, podrían imponerse los políticos como una práctica deportiva obligatoria.
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