jueves, 20 de septiembre de 2012

Cotidiana



A poco que nos fijemos la ciudad está llena de mensajes que nos hablan directamente en el idioma de las palabras no gastadas. El problema es que nos llegan envueltos entre tanta ganga y meras bagatelas (¿vagas telas? ¡vaya tela!), que es difícil captar su sentido, a veces incluso hasta darse cuenta de ellos. Cada mañana sería necesario lavarse los ojos, los oídos, las manos con un agua profunda capaz de devolvernos la conciencia de ver, oír, tocar, gustar el mundo como si fuera la primera y la última vez. Ay, cruda sensatez, tan necesaria, cuántos sueños se arruinan en tu nombre...

Banda sonora: Eladio y los Seres Queridos: «El tiempo futuro»

martes, 18 de septiembre de 2012

Carrillo, una impresión


El otro nombre del demonio. Cuando yo era niño e incluso adolescente, Carrillo era el otro nombre del demonio. Tal vez solo el de La Pasionaria (siempre con un “La” bien marcado por delante) podía disputarle la primacía en la capacidad de encarnar la maldad absoluta. Incluso diría que ambos nombres solían pronunciarse siempre juntos, con el mismo desprecio e igual temor. Y si me pongo a remover (o a reinventar) los posos más antiguos de mi memoria, hasta es posible que encuentre el sonido de una secuencia Carrillo-la-Pasionaria como denominación completa de algún ser infernal. No tardó en unirse al nombre de Carrillo en mi conciencia el topónimo de Paracuellos, con todo el humo de vidriosos equívocos y medias verdades con que siempre se ha contado (y aún se cuenta) uno de los episodios más trágicos de la guerra civil, tan pródiga en ellos. Un episodio que en los últimos años de mi adolescencia me llegó envuelto en la hagiografía de los mártires agustinos del Escorial, en cuyas filas (las de los  agustinos) yo estudiaba entonces la filosofía que había de dar un viraje completo a mis ideas (aunque quizás fuera más exacto decir: una perspectiva diferente).

Ecos confusos. Ya a principios de los setenta, cuando el velo del templo se rasgó ante mis ojos (o eso creí), y empecé a tener la posibilidad de indagar en la historia por mi cuenta (o eso pensaba), el minucioso maniqueísmo de un solo lado con el que a tantos nos acolcharon la infancia y enlaberintado la adolescencia había cedido.  Pero entonces, por cierta orientación anarcoide de aires jipistas, tampoco el personaje de Carrillo (lo poco que sabía de él) me resultó simpático. Algún hilo suelto acerca de las polémicas que se habían vivido en el interior del Partido Comunista, y noticias más o menos confusas sobre el carácter dictatorial con que, al parecer, el entonces secretario general del partido las había solventado, y, sobre todo, una profunda desconfianza hacia toda organización amasada (y también amansada) en torno a un dogma, debieron de influir poderosamente en que Carrillo siguiera siendo para mí, aunque por motivos ya muy diferentes, una figura antipática.

Lucidez, valentía. Las cosas empezaron a cambiar a raíz del fascinante episodio de la peluca (su regreso clandestinamente pactado a España), la reacción ante la barbarie de Atocha (asesinato de los abogados laboralistas), la sorpresa del sábado santo de 1977 (legalización del PCE), entre otros momentos intensos de una época en la que viví la política con una pasión con que después ya nunca… Y se tornaron en decidida admiración hacia la persona cuando, frente a las despiadadas críticas de muchos que antes le jaleaban, Santiago Carrillo (entonces el apellido ya casi nunca iba solo) contribuyó a hacer posible que la complicada salida de la selva franquista se pudiera hacer de forma pacífica. Es este un tema (reforma vs ruptura) que aún me lleva a la discusión más o menos apasionada con amigos (si bien cada vez menos) y supongo que forma parte de un debate que todavía está lejos de haberse cerrado: las vueltas que da la historia implican también interpretaciones inéditas (e incluso inimaginables) del pasado. Lo cierto es que desde ese momento mi respeto y admiración hacia él no hicieron más que crecer. Su impresionante gesto de valentía en la tarde del 23 F aún me emociona. También el recuerdo de la única vez que lo vi de cerca, hace ya unos años, en la librería Crisol de Juan Bravo, dando una lección de enérgica tolerancia ante un grupo de descerebrados vociferantes, muy mala gente.

La sombra del padre. En los últimos años, creo que no me he perdido ni una de sus intervenciones en el programa «La ventana» de la cadena SER, con contertulios diferentes, aunque me parecieron especialmente lúcidos los diálogos mantenidos con Ernest Lluch y Herrero de Miñón, e incluso, hasta hace bien poco, con Martín Villa. Memorable fue, por diversos motivos, el saludo entre Santiago Carrillo y Manuel Fraga (éste ya en silla de ruedas), hace ahora unos tres años (hablo de memoria): por razones estrictamente personales, me pareció que aquel encuentro también permitía que pactaran en mi interior algunos fantasmas nominales de la infancia y, aunque fuera solo en la pequeña escala de la memoria personal, suponía el cierre pacífico de una larga historia. Ahora don Santiago Carrillo, que era coetáneo de mi padre (se llevaban exactamente un mes), ha muerto mientras dormía la siesta y manteniendo hasta el último momento la lucidez, según le escucho decir a su hijo. La suya es una pérdida histórica, en todos los sentidos. Y nos deja, en mi opinión, una lección de tolerancia, inteligencia y capacidad de adaptación en verdad admirable. Descanse en paz.


Fotografía tomada de esta web.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Vuelve Revista de Libros (RdL)


Hay vuelta atrás, al menos en algún caso. Vuelve Revista de Libros. No en el papel, que cada vez más va pareciendo un producto de otra era, pero sí en edición digital y en abierto. Hojeando («zapeando por», quizás fuera más correcto)  el primer número de la nueva etapa, echo en falta el nombre de Amalia Iglesias en los créditos. Su función aparece ahora al cargo de Luis Gago. Sigue, naturalmente (y supongo que el retorno ha sido posible gracias fundamentalmente a sus gestiones), Álvaro Delgado-Gal, almamáter del invento desde sus inicios.  Y observo complacido que se incorpora como colaborador habitual Manuel Rodríguez Rivero. Hay un primer artículo suyo (Horticultura es su título) que debería ser leído en voz alta, y hasta recitado, por tanto ministro cenizo como nos gobierna, al menos un par de veces al día; o mejor, tres: desayuno, comida y cena, como la prescripción de ciertos antibióticos. La presentación de la «vuelta al tajo» por parte del director avisa de que vuelven sin perder un ápice de la exigencia anterior y que abordarán temas a fondo. En el primer número, la estrella es nada menos que el bosón de Higss, sin contemplaciones. Parece, pues, que la nueva RdL apuesta por la poesía pura y dura. Se ofrece, además, el archivo completo de la revista desde su aparición en 1996: más de 4 000 artículos entre los que figuran algunas piezas indispensables de la crítica ilustrada de los últimos años. Permaneceremos atentos.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Trendingtópic


Las matemáticas nos ponen a salvo de la insania colectiva, del ruido envolvente frente al que a veces es tan difícil encontrar amparo, de la lluvia de estupidez que no cesa: cualquier cifra, por alta que sea, multiplicada por 0 es 0. Así de sencillo.

R. Magritte: Golconde. Col. Particular. Tomada de Fondation Magritte.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

RuizGalán: ropa con nueva vida


Aunque no he podido estar presente, me consta que la presentación de New Life, la nueva colección de ropa de RuizGalán, en la sección EGO de la Fashion Week Madrid ha sido, además de un éxito, una sorpresa. Y no es para menos. No entiendo nada de moda, pero vengo siguiendo desde hace algún tiempo la carrera artística de Pablo (alguna huella de ello hay en la Posada) y, después de ver detenidamente el vídeo que dejo arriba, me complace comprobar cómo se van concretando en obras cada más reales y accesibles, en todos los sentidos, las mil y una sugerencias que bullen en la imaginación de su espíritu inquieto.

En alguna crónica del acto se habla de «moda con mensaje», tal vez por el peso que en los orígenes del proyecto ha tenido una especial valoración de aspectos solidarios (la colección ha sido posible gracias a una recolección de «prendas de amistad») y ecológicos (dar una «nueva vida» a los objetos es la esencia del reciclaje). Pero esa es una frase que, siendo verdad, puede resultar insuficiente y hasta confusa.

Las creaciones que Pablo ha echado andar en esta nueva colección (la tercera ya) no creo que quieran decir nada más importante que su propia naturaleza. O, dicho de otro modo, no quieren decir, dicen, visten: son una respuesta concreta e imaginativa a un tiempo concreto, a un mundo globalizado (la letanía de países que se oye en un momento del desfile lo subraya), a una urgencia que exige acción donde antes quizás bastaba con la meditación.

Entre los modelos paseados se suceden con naturalidad conjuntos de una sencillez que nunca naufraga en la monotonía --útiles por ejemplo para salvar un día gris-- junto a otros mucho más historiados, incluso barrocos y hasta con ecos de ilustraciones literarias (aunque puede que esto último sean solo figuraciones). En el taller interno de la muestra se adivina un afán por investigar en la superposición y los tactos de las telas recolectadas. Y se advierte una lucha valiente contra la tiranía geométrica, aunque la geometría siga siendo un patrón inevitable (cómo si no). También un deseo de no renunciar a ninguna de las posibles alternativas o soluciones combinatorias, tan variadas y ocurrentes, que a veces se diría que son fruto de la improvisación o del azar si, en su conjunto, no pusieran de relieve un indudable aire de familia, las sutiles líneas de fuerza de un sistema, la impronta de un estilo.

Concluido el desfile, se impone una voluntad de ligereza lograda, de belleza práctica, incluso de cordialidad envolvente. Aunque también hay un punto de gravedad o melancolía, si es que estas palabras son adecuadas para hablar de ropa. Son, en todo caso, prendas reinventadas, reencarnadas con la gracia suficiente para conservar la memoria afectiva de su vida pasada y ponerla al servicio de una nueva manera de ser útiles. Y bellas. La experiencia, no sé por qué (quizás por la penuria, también onírica, que nos rodea), me hace recordar unos versos de Fernando Pessoa:

No soy nada,
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Tengo la impresión de que con New Life RuizGalán ha dado un paso que puede suponer la clausura de una exploración adolescente y apasionada del mundo. La seriedad de esta propuesta, unida a un estilo personal cada vez más reconocible, permite vislumbrar que la travesía y un duro trabajo creativo le han situado en otra dimensión. O están a punto de hacerlo.

domingo, 12 de agosto de 2012

jueves, 9 de agosto de 2012

Aún MariLyn




                                                         --Un homenaje, o dos...

                       Mediodía de agosto:
                       sonrisas verticales,
                       cumbres nevadas.


Libro de la Aventura, pag. 99.