Christine Keeler en 1963, foto de Lewis Morley. Victoria and Albert Museum. |
Que los medios de comunicación (mass media) eran extensiones de nuestros sentidos ya nos lo temíamos. Ahora empieza a tomar cuerpo la especie de que la red y su nube y su futura constelación en trance de crear un universo paralelo (o muchos: ¿para lelos?) y en expansión continua son una prolongación de nuestro sistema neuronal, el estallido sináptico de mil burbujas brujeriles por segundo sometido a la catarata imparable de la gota cayendo en la clepsidra y a la sospecha previsible de lo duro que es vivir. Un ejemplo: ¿quién le manda a usted tener memoria propia? En la noticia del atentado de tintes mafiosos contra un instituto italiano que hoy repican todos los medios, el ojo de la mente se queda detenido en un nombre: Francesco Profumo, el actual ministro de Educación italiano, de cuyo apellido surge imparable el aroma de una historia que permanecía oculta en algún pliegue cerebral desde quién sabe cuándo o cuánto (los cuántos cuándos, ¡tiene bemoles!) y que ahora se estira, alza el cuello, revive y por la propia red nadaletea y se hace dueña, no solo de la fachada de este muro, sino de una parte crucial de la mañana que acaba por revelar lo azarosa que es toda insistencia en la existencia, y lo difícil que resulta salirse de la vía franca que los tópicos jalonan como una calzada que siempre conduce —a dónde si no— al mismo sitio. Sea éste o ese, ubicuo lugar, el que usted, perplejo, morboso o solo hipócrita e improbable lector, está maquinando, quién sabe, acaso en trance de cogitar por cuenta propia. Que el ojo salve lo que el día nos niega.
* Avired o avirred: ansia, codicia cibernáutica; tendencia al consumo compulsivo de contenidos en internet.