miércoles, 15 de diciembre de 2021

La mochila austríaca

La capacidad engendradora del lenguaje es realmente de condición bíblica o babélica. A ver si no cómo le explica usted al sujeto paciente que al oír/escuchar (gestos sucesivos) en la radio la expresión «mochila austriaca» se haya puesto en marcha, y por completo al margen de su significado objetivo (cierto tipo de indemnización laboral y modo de organizar las pensiones en ese país), una deriva de sugerencias que, tras situarlo en un fuego de campamento en Hoyos del Espino, allá por 1968 o 69, lo llevó derechito a bañarse en las muy frías aguas del joven Tormes, y luego a participar en una competición escolar natatoria en la que todos sus gestos deportivos se concentraron en el esfuerzo por no perecer ahogado. Y ya desde ahí —tal vez por cercanía de los afilados picos— el dibujo de las ondas verbales se fue abriendo paso hacia las altas montañas, que no en vano es en ellas, entre nieves de mucha duración siempre blanquísimas, donde crece la flor del edelweis, quizás la misma que se nos contó a tantos y se nos puso denoDaDamente como símbolo heroico y algo apolillado de aquella pureza tan sangrante, sumo ideal del joven recio y pleno contrapunto imaginario de las horrendas penas del hiperbólico inferno jesuítico, siempre un poco risible, no se vaya nadie a creer que nos tomamos alguna vez aquello en serio, y mucho más (menos) desde que a aquel condiscípulo luso (de Póvoa de Varzim, por ser exactos), rostro cetrino, dientes de ardilla, ojos voraces, le oímos decir sin asomo de estar hablando en broma: «Eu prefiro ir ó Inferno pra’ pasalo ben ca filla do Diablo». Y puede que el “pasalo ben” fuese algo más explícito y hasta minuciosamente gesticulado. Hay que ver la de cosas asaz peregrinas que caben en un objeto tan común, en el fondo un simple sac-à-dos, como el que portaba sobre sus hombros aquel muchachillo monegasco, Jean-Jacques, que cantándole a su Maman, aunque no ganó el Festival de Eurovisión de 1969, tuvo un enorme éxito, y que ahora, más de medio siglo après, también viene a sumarse al carrusel de ocurrencias y al botín que en su interior escondía la susodicha mochila. Y eso que era sólo austriaca. Si llega a tener la condición de austro-húngara, la cabalgata hubiera sido… imperial, como de plano-secuencia berlanguiano. Seguro.
(LUN, 897 ~ De la vida misma)
Puede ser una imagen de una persona, cielo y naturaleza
Raúl Carbonell Sala, José Julio Sevilla Bonilla y 8 personas más
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martes, 14 de diciembre de 2021

Del Cántico

(Al filo de los días). 14 de diciembre, Festividad de San Juan de la Cruz o Juan de Yepes, para los colegas y presuntos.

Hoy por hoy, a la hipotética pregunta de «cuáles son sus versos preferidos de la literatura mundial», no tendría duda alguna en responder que estos:
¡Oh, cristalina fuente,
si en esos tus semblantes plateados
formases de repente
los ojos deseados
que tengo en mis entrañas dibujados!
En tratar de explicar y explicarme el porqué, ando enredado ahora, y desde hace algún tiempo. Que la palabra ‘ojo’ dibuje tan claramente lo que nombra (congruente, por otro lado, con el hecho de que en hebreo “el Nombre de Dios” se escriba con dos yud ‘ ‘, símbolo de Sus pupilas) y que estos versos contengan una tan clara descripción de lo que pasa (incluso en términos de la relación universo-mente, y desde una perspectiva digamos “cuántica”) es en verdad fascinante. Otra cualidad, por cierto, de los ojos.
Feliz día del Cántico, del Quántico.
No hay ninguna descripción de la foto disponible.
Raúl Carbonell Sala, José Luis Morante y 37 personas más
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lunes, 13 de diciembre de 2021

Tiempo de silencio



En principio,
saber cuántos matices
puede pueden ser dibujados
en la boca de un hombre.

Ser capaces
de soportar el exceso de luz
que rebota en los cuerpos
como un ala inasible
golpeando el cristal de la memoria.

Exprimir los colores:
‘A Noir, E, Blanc, I Rouge…’

Recorrer los delirios o diluvios
donde el joven león
que fatiga la selva
busca en vano guarida
para pasar la noche.

Y en tanto que amanece,
callar
como el suicida
que aguarda la llegada
del surco blanquecino del veneno
a su sangre más íntima
y de antemano asiente
a cuanto la sorpresa de morir
le depare.

Callar
cuando el poema
corra el riesgo de alzarse como fruto
de un músculo tenaz,
acostumbrado.
(De El sol de medianoche, 1988)