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| El Barquero (o la postrer viñeta) |
Y hasta aquí llegó —al menos de momento— la invasión de estos personajillos, que nacieron casi por azar, entre signos sarmentosos, impulsos y remedos de escritura, y trayendo consigo una sorpresa y una emoción parecidas a las que me provocaban los monigotes escolares. Por cuadernos libretas y agendas quedan aún muchas huellas de su proliferación, con una tendencia creciente, además, a la presencia multitudinaria, prueba inequívoca de que nadie está libre de sufrir el «efecto rebaño». Ya veremos lo que da de sí la cosa, si es que algo. En el reverso de esta “postrer viñeta” (¿viñeta de postre?), alguien ha dejado escritos unos versillos claramente miméticos que rezan así:
Y cuando llegue el día del último dibujoy ya estés en la barca y a punto de zarpar,al paciente Caronte sonríele, sin pufos [?]*,y di: «¡Qué pasa, tío! ¿Nos vamos ya p’allá?».
FIN
* ilegible en el original, pura suposición.

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