(En voz alta). He aquí el relato de las curiosas —y puede que intencionadamente significativas— relaciones que se establecen entre un exitoso programa del entretenimiento televisivo y uno de los problemas matemáticos, aún sin solución (o sea: sin que se haya encontrado su verdadera condición de problema), de mayor trascendencia en la historia de las matemáticas. Asuntos que apuntan a diversas estancias de la realidad cuya intrincada relación y sutil ligadura quizás solo esté al alcance de mentes tan duchas en ambas (y más) disciplinas como viene demostrando ser la de mi admirado Angel Mosterín. Quien a buen seguro, y a poco que le pille a mano, no tardará en ilustrarnos al respecto. Atentos.
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