IMPROPERIOS CUARESMALES
jueves, 29 de febrero de 2024
jueves, 8 de febrero de 2024
Los GOYA del 24 por 38ª ocasión
Que el cine no es ajeno a los problemas de la sociedad parece una verdad de perogrullo, incluso en tiempos como los nuestros en los que el peso de la banalidad es difícilmente mensurable y la presencia de lo mediático-visual, potenciado por el impacto de las redes sociales y el desarrollo de las diferentes platataformas que tienen a la Inteligencia Artificial como principal mediador y reclamo, amenaza no tanto con suplantar la realidad como con darle una dimensión incompatible con algunos aspectos de la conciencia humana que hasta ahora considerábamos esenciales. Punto. Esto aparte, parece que el curso cinematográfico que se premia en la trigésimo octava edición de los premios GOYA ha seguido la pauta de calidad del año anterior. Y lo que es incontestable (cifras mandan) es que la asistencia a las salas de cine en 2023 creció alrededor de un 26% respecto a 2022. Factores determinantes de ese aumento, junto con la normalizaciòn de la pospandemia, fueron el llamado efecto Barbienheimer, uno de esos fenómenos que de cuando en cuando sirven para atraer hacia las salas a todo tipo de públicos, más allá de los propiamente cinéfilos, especies todas ellas variadas, aunque como otras muchas claramente en extinción. También ha debido de contribuir a ese aumento, y de forma a veces muy destacada, la decisión de facilitar entradas a 2 euros los martes a mayores de 65 años, una medida que debería renovarse. ¡Renuévese, coño, que tampoco se va a arruinar el Estado por ello! Lo que enfáticamente desde aquí solicitamos. Y otro asunto candente, en el que no entraré, es el de la llegada del "¡A mí también!" a nuestro séptimo arte, con denuncias en cascada que ojalá sirvan para poner freno a la depredación sexual o simplemente babosa. Y queden a salvo, y de una vez por todas, los cuerpos y el sacrosanto reino de los deseos. Dicho lo cual, vamos con la quiniela. La entrega de premios tendrá lugar en Valladolid el próximo sábado 10 de febrero. A ver si sale una ceremonia aseada. Y soportable.
☻ Mejor dirección de fotografía: Pedro Luque, por La sociedad de la nieve. O Valentín Álvarez, por Cerrar los ojos.
☻ Mejor montaje: Andrés Gil y Jaume Martín, por La sociedad de la nieve.
Mejor maquillaje y peluquería: El equipo de La ternura.
☻ Mejor película de animación: Robot Dreams, de Pablo Berger.
☻ Mejor película documental: Mientras seas tú, el aquí y ahora de Carme Elias. En disputa con Esta ambición desmedida, el documental centrado en C. Tangana.
☻ Mejor película europea: Anatomía de una caída, de Francia. Opciones para la italiana Las ocho montañas.
Mejor corto de ficción: Carta a mi madre para mi hijo, de Carla Simón.
viernes, 2 de febrero de 2024
CON LA "D" DE DON PÍO
Seamos serios: nadie en su sano juicio podría tener como personaje favorito de los tebeos de entonces, no digamos ya como héroe —“heroíno”, como se le llamó a veces— a alguien tan normalito y hasta francamente bostezante como Don Pío. Seguro, no obstante, que al conjuro de su nombre en la mente de algún coetáneo aún se ilumina su aspecto de hombrecillo de altura más bien menguada, volumen redondeado y hasta algo fofo o enclenque (cada adjetivo es una proyección), cráneo despoblado, bigotito de época y testa manifiestamente común cubierta con un bombín. Puede que, en efecto, como alguien sostiene, tuviera cierto aire chaplinesco, quizás más bien a mitad de camino entre el Gordo y el Flaco, y sin duda poseía un carácter más o menos apacible, aunque en su vida de oficinista no parecía haber más emociones que las tiranteces surgidas en la estabulada convivencia con su mujer, la muy mandona y algo estirada Doña Benita, de la que bien puede decirse, en general, que vivía de cara a la galería, siempre preocupada por el famoso qué dirán y sus secuelas. La verdad es que de las por así decir, eufemísticamente, “aventuras” de Don Pío no creo que haya nadie que recuerde nada. Ni falta que hace, no nos engañemos. Como mucho, alguien puede que haya archivado en una ranura estrecha los nombres de doña Culebrina o doña Vinagreta, vecinas más que insidiosas, siempre dispuestas a evidenciar con sus actos el porqué de sus nombres. Y puede también que, en la caprichosa cucaña de los recuerdos, el tal don Pío se nos aparezca bajo la efigie de algunos de los personajes que el gran José Luis López Vázquez llevó con su habitual solvencia a la gran pantalla. Quizás sea por eso —caigo ahora— por lo que este personaje se libre de precipitarse definitiva e irreparablemente, y sin decir ni pío, en la simas más hondas de la postergación.