Giacinto Gigante: Las excavaciones de Pompeya con un artista, 1959. Museo Correale di Terranova, Sorrento.
«En nuestra Red —dijo Zuckerberg cuando empezó a tomarse la broma en serio—, todo cautivo debe sentir que la vida le concede a cada poco una nueva oportunidad. Eso, el masaje y la lagarta falta de memoria harán que este espejo se vuelva tan imprescindible como narcótico. Es lo que llamaremos el “efecto ruina”». ...
(Cinemagias, 14🎬). «Fui al cine —escribe Piglia en sus diarios—: Una Eva y dos adanes de Billy Wilder». Y por un momento me asalta la ilusión de que hay una película de Wilder que aún no he visto. Aunque el encanto dura poco, sólo un par de líneas más: «El cuerpo de Marilyn Monroe cantando con un banjo diminuto, en el pasillo de un tren. Dos hombres vestidos de mujer en una orquesta de señoritas».
Naturalmente, se trata de la peli que por acá conocemos como Con faldas y a loco, libre traducción también del título original Some like it hot, cuyo sentido literal vendría a ser algo así como «A algunos les gusta caliente». Nos sumamos gustosos. Porque es, sin duda, una de las grandes comedias de todos los tiempos, con el trío más divertido y con la que tal vez sea la Marilyn más sensual, sin duda la más rotunda: nunca una sombra acarició tan bien e insinuó tanto (véase la prueba en el vídeo de abajo).
Con la habitual agilidad de los guiones de Wilder y un "toque" de comedia marca de la casa, es una opción muy recomendable para este loco verano. ¿Alguna pega? Pues que la hemos visto mil veces. Pero es que... «nadie es perfecto».
Negro y más negro aún que el negro en negro género negro y grande negro a negro y al negro que tan negro órgano negro pone negro en su grano o germen negro.
Negro de negro para que en el negro con que su negro al negro agrieta el negro sobre lo negro el largo negro es negro hasta que el negro grazna grato y negro.
Negro también tan nigromante el negro de negro en tanto negro grita negro con negro a negro para un trago negro.
Negro, ya ves, si cuanto es griego y negro por negro onagro negro engendra negro: negro en la gruta del origen negro.
(Hablarle a Borges, 6). Dicen que dijoBorges: «Lo divino, lo terrible, lo incomprensible es saberse mortal». Tras el asentimiento, se me ocurre añadir: «Y, muy probablemente, saberlo en ese orden». (Hablarle a Borges,🐅7). Dicen queBorges dijo: «Nos hemos acostumbradoa los espejos, pero hay algo de temible en esa duplicación visual de la realidad». Y, tras pensarlo, se me ocurre decirle al compatriota de don Juan Filloy: «¿Y qué pensar de los palíndromos, esos espejos de la escritura cuya prodigiosa naturaleza retornable parece que nos esté señalando el camino de vueltaa casa?».
(Hablarle a Borges, 🌃8). Dicen, y me lo creo, queBorges dijo: «Ahí está Buenos Aires. El tiempo quea los hombres trae el amor o el oro,a mí apenas me deja esta rosa apagada, esta vana madeja de calles». Y se me ocurre, desde una esquina más o menos rosada, añadir: «Y las sombras de los cuerpos que van por sus encrucijadas abriéndole caminosa la noche».
(Hablarle a Borges, 🌹🌝🌚🥀9). Dicen queBorges escribió: «Yo tengo para mí que todo amor y toda amistad no son más que un justo vaivén de la aproximación y de la distancia. El querer tiene su hemisferio de sombra como la luna». Y, tras prestarle asentimiento, al lector del lector (Héctor in pectore) se le ocurre apostillar, mitad en serio y completamente en son de farra, y de un tirón, lo que sigue: «Así es, maestro: cuestión de fases, plenitudes, eclipses. Y en cuanto al margen entre amor y amistad, tal vez sea el énfasis del vaivén lo que marque la diferencia. Aunque todo, o la parte más clara, cuantiosa y sobresaliente, suele ser según y cómo. Que no en vano uno de los más conocidos viajes de ida y vuelta (o primigenio vaivén pendulatorio) es el que resume las hazañas del sol de cada día en una fórmula simple y tajante: “Anula la Luna”. Y quien pueda, etecé, eceté...». Y luego, un vasito.
(Hablarle a Borges, 10). Dicen queBorges escribió: «Vendrá alguna generación que se asombrará de que en nuestro siglo se tolerase la fabricación y el comercio de herramientas para el homicidio». Al leerlo, suponiendo que la frase sea correcta, se me ocurre pensar quea veces al maestro, tal vez ingenuamente, le gustaba citar las apócrifas «Memorias de Caín».
Aquella noche Leopold Bloom se demoró tanto en los laberintos de la ciudad en sombras y en sus alcoholes, que cuando quiso darse cuenta se le había pasado el Blommsday. ¿Sería por fin libre?
(Cinemagias, 13). Uno de los varios méritos de 27 horas (1986), la película en la que Montxo Armendáriz hizo una de las mejores y más emotivas crónicas de los estragos que la heroína causó en la juventud vasca, es la naturalidad, no exenta de un veraz lirismo, con que describe el paso del grupo de amigos que se reúne para echar el rato en «los billares» a la soledad mortal del pinchazo en vena. Un cambio de usos sociales juveniles de funestas consecuencias y que, en más de un caso, se produjo casi sin advertirlo, en medio de una gran ingenuidad y con graves errores de bulto, incluidos los políticos. Otro hallazgo de la peli, de naturaleza bien distinta aunque también adictiva, es que nos descubrió, ya para siempre, a Maribel Verdú, casi nada. (Primera publicaciòn en Facebook, 22.06.2017)
con su diente guadaña con la imagen de fondo que nunca está completa: ojos que, fugitivos, persiguen por las calles los rastros de la luz rebotando en los cuerpos, y miran hacia dentro —cuando de verdad miran— para sentir que pesa la vida como un fardo o como el que, ligero, movido por un sueño, camina hacia el contorno nítido de la página, por el lienzo del día, entre las Mil y Una noches que guarda el alma en su cofre de cuentos. Y un lento despertar.
(Lecturas en voz alta, 99). La deriva autoritaria del líder sandinista Daniel Ortega, que parece decidido a mantenerse en el poder a costa de un baño de sangre o incluso de precipitar a Nicaragua en una guerra civil, es el penúltimo episodio de una historia repetida hasta la saciedad en las repúblicas latinoamericanas desde los inicios de su historia moderna. Son muy graves las noticias que llegan del país centroamericano, cuya tragedia corre el peligro de quedar ocultada por la aparatosa e incesante catarata de basura informativa que copa los viejos circuitos de información.
Darío Villalba: Vidrio roto (2007). Técnica mixta sobre photolinen entelado.
A menudo regresaba herido del sueño, sin sangre en el costado, pero con los ojos inválidos para el día real. Sólo con la llegada de la noche lograba recomponer los fragmentos astillados de la luz.
Le oí decir, en el espejo, que era un creador de sueños, siempre dispuesto a perseguir la fuente, y convencido de que, al representar una y otra vez su rostro y su cuerpo, no hacía otra cosa que inventarse el alma.
(Hablarle a Borges, 1). «La literatura no es otra cosa que un sueño dirigido», dicen que dijoBorges. Y se me ocurre: «¿Y no valdría, maestro, echar mano de un metaplasmo de condición algo rotacista, y convenir en que también le cuadraa la literatura la condición de “sueño digerido”. No otra cosa acaso sea el escribir que una necesaria digestión del alimento más preciso: el soñar. Y ahí nos encontramos». (Hablarle a Borges, 2). Y dicen que diceBorges: «La sencillez no es nada si no es una modesta y secreta complejidad». Y, tras asentir, se me ocurre que, en sentido inverso, no hay complejidad digna de tal nombre que no tenga en su interior la pepita de la sencillez. (Hablarle a Borges, 3). Y dicen queBorges dijo: «¿Quién soy yo? ¿Quién es cada uno de nosotros? ¿Quiénes somos? Quizá lo sepamos alguna vez. Quizá no...». Se me ocurre sugerirle que acaso todo se aclarará cuando por fin logremos comprender —James y Amenábar mediante— que estamos destinadosa ser Losotros, ese pronombre definitivo. (Hablarle a Borges, 4). Dicen queBorges dejó escrito: «La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma». Tras sobreponermea la melancolía que la frase y su verdad me provocan, me atrevoa añadir: «Y, sobre todo, vuelve casi infinita o sempiterna nuestra condición de lectores». (Hablarle a Borges, 5) «Si el espacio es infinito —dicen que escribióBorges—, estamos en cualquier punto del espacio. Si el tiempo es infinito, estamos en cualquier punto del tiempo». «Y pesea todo —se atrevea añadir el que responde al pronombre yo—, no somos cualquiera. ¿O tal vez sí?».
Isabel Baquedano: Sin título [La huida a Egipto], 2011.
Efecto llamada (o El precedente)
Acaso nadie de los que, sobre las aguas, esperaban el amanecer de un nuevo día podía sospechar que, en realidad, su peripecia era el más reciente capítulo de una larga y ominosa historia.
(Cinemagias, 12). El afortunado remedo, en clave de política española, de una de las secuencias más conocidas de O Brother! (2000), la peli musical de los Coen en la que, con tanta libertad como gracia, los geniales hermanos recrearon a grandes rasgos la Odisea, me ha abierto el apetito por volver a verla.
Recuerdo la sorpresa que en su día me produjo, no tanto por lo inesperado de su factura como por lo afortunado de la manera de contar una historia acaso "oportunista" en su espectacular composición, pero llena de momentos felices, candidatos varios de ellos a figurar en esta muy personal antología de las magias del cine.
Una de las escenas cautivadoras de O Brother! es esta "lectura" del episodio de las sirenas en clave hipersensual y, a la postre, por completo desmitificadora de la capacidad de todo héroe para estar realmente a la altura de su destino.