Pero no hay modo de decirlo, al menos
yo no encuentro la forma, ni la clave.
Y es que, si un cielo en el infierno cabe,
también el sol tiene los ojos llenos
de lágrimas de lluvia. Y son ajenos
al buen puerto los rumbos de la nave
que cruza con su estela, o vuelo de ave,
el cielo de mis días, los más buenos.
De los ecos de tiempos ya pasados
me asalta, entre dos luces, como un fuego,
la alegría de su reminiscencia:
la belleza que aún veo en los alados
momentos de esplendor a los que llego
atravesando el mar de la paciencia.
(Imagen tomada de aquí)
2 comentarios:
Chapó, Alfredo. Me encanta ese fluir tan ligero y descriptivo del poema; esa transparencia que, a mi juicio, engarza a la perfección con el retrato de esos fuegos.
Un abrazo.
De nuevo, muchas gracias, Antonio. Celebro que te haya gustado. Más abrazos.
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