viernes, 10 de octubre de 2014

Modianobel


Aún no había logrado salir de los bulevares periféricos cuando se encontró caminando 
por los paseos de circunvalación. 


Ayer le concedieron el Premio Nobel de Literatura al escritor francés Patrick Modiano. 
Vive la France! Le française vive!

6 comentarios:

virgi dijo...

No he leído nada de él, sólo algunas críticas de sus libros.
Me encantó tu paseo circunvalatorio, eres tan creativo e ingenioso!
Besos

Navajo dijo...

Ahí se ve de qué poco valen las quinielas "nobelísticas". Otro año en que Roth se queda sin el caramelo, aunque a mí siempre me ha gustado más el otro Roth, Henry, un gigante. De Modiano sólo recuerdo su participación en el "Lacombe Lucien" de Louis Malle.

Alfredo J Ramos dijo...

Gracias, Virgi. Tampoco yo conozco bien su obra, solo esa novela (con sus dos traducciones) a la que hace alusión la frase, y la trilogía a la que pertenece. Pero siempre me alegra que el francés sea reconocido. Un beso.

Alfredo J Ramos dijo...

Pues yo ya he dejado ya de tener preferencias en lo del Nobel, Navajo. Si acaso, y por mera querencia sentimental, me gustaría que algún día se lo dieran a un escritor gallego. Por especular que no quede.

Navajo dijo...

¿El señor marqués de Iria Flavia no cuenta?

Alfredo J Ramos dijo...

Evidentemente, no, querido Navajo, al menos en lo que se refiere a la condición lingüística. Don Camilo Palanganas (grandísimo escritor, por otro lado) era, naturalmente, gallego, y mucho. Pero su herramienta verbal, salvo contadísimas excepciones, siempre fue el castellano, bien que mezclado a veces (por ejemplo en Mazurca para dos muertos o en Madera de boj) con lo que podríamos llamar "voces del terruño", incluidas las para mí muy cercanas del barallete, la jerga de los afiladores (en los que hace poco, por cierto y en tu blog, cifrabas casi toda la supervivencia de un tiempo y unos modos ya del todo idos, si no te leí mal). Admito que me expresé de forma imprecisa. Debí matizar: «a un escritor (que escriba) en gallego». Cunqueiro, por ejemplo, hubiera sido un ejemplo perfecto. Es más, considero que es uno de los grandes ausentes en la polémica nómina histórica de reconocimientos de la Academia sueca.
En el panorama actual, me es difícil discernir quién pudiera ser el candidato y siempre es arriesgado hacer apuestas. Pero no me echaré para atrás y daré rienda suelta a mi fantasía a favor de los afectos: nada me alegraría más que, en un futuro no muy lejano (pongamos en el año 2024), obtuviera ese premio Manuel Rivas. Entre otras cosas, porque eso significaría que habría consolidado una obra que ya es muy significativa pero de la que confío que aún nos ha de tener reservadas grandes emociones. Ojalá.