Menina navideña en el Paseo del Prado, Madrid. Foto AJR, 22. |
De las vueltas que da la vida y que tanto nos enredan, muy pocas —tal vez ninguna— puede competir con el retorno de la Navidad.
Edición alemana de Relato soñado, de Arthur Schnitzler. |
Hay en lo Humano, más humano una antropología de la herida infinita, y también la huella Mexicana en El quepis y otros relatos ideados por algunos peregrinos de la belleza, viajeros por Italia y Grecia, que no cesan de preguntarse: “¿Este es Kafka?”. 99 hallazgos hacen de Los senderos del mar, un viaje a pie inolvidable, el verdadero Relato Soñado, y la última puntada de las 196 obras que El Acantilado incluye en su catálogo de e-books. Y hasta aquí llegó la marea. FIN
Escaparate de la tienda de Elisabetta Franchi, noviembre 2022.
Calle de Serrano, Madrid.
Mis movimientos más meritorios, madames, mesiés, muestran muchas menudencias. Manos mormonas me matan. Maniobras mentales, mordisqueos, meros motivos mordaces, muchas miserias… movilizan milagrosas maquinaciones. Mis más maravillosos momentos merecerían mejor misión. Mantengo mis medrosas maneras, muy mostrencas, monotemáticas, milimétricas, misteriosas. Menos mal: mientras maduran mis máximas mnemotécnicas, me mixturo magnánimo, maquino maldades, manipulo maravillas, mezclo multitudes, merodeo milagros, muestro morbos montaraces, muevo maquinarias minuciosas, machaco minerales mitológicos. Mastuerzos mendicantes minusvaloran movidas musicales. Murciélagos mundanos masacran mi memoria. ¿Más madera? ¡Menos monos, muecín!
Pablo Picasso: La Vie, 1903. The Cleveland Museum of Art, Cleveland (USA). |
Sólo tenía el título y una idea imprecisa. Una intuición vaga, como si se negara a salir de la hura y andar por su cuenta. La dejé estar. Pero tenia por corazón una piedra imán. Y no tardó en atraer limaduras de hierro. También ellas dispersas, remotas, acaso insignificantes. Y en esto llegó Picasso. Me salió al encuentro en lo de VP, el movimiento. Y enseguida vi claro que ese era el primer impulso. Este. Todo bajo una premisa señera: «Tenemos el arte para no morir de la verdad» (Nietzsche). Iremos viendo.
(En voz alta). Descanse en paz el gran pensador y poeta Hans Magnus Enzensberger. Nos costó un poco aprender a pronunciar su eufónico nombre, pero enseguida nos conquistó su sensibilidad humanista, la amplitud de su pensamiento, su olfato poético especialmente orientado a la precisión verbal. Su cercanía a grandes creadores alemanes, con el imprescindible Heinrich Böll a la cabeza, nos lo hacía aún más amable y cercano. Ha dejado un rastro luminoso (aquí hay algunas pistas) que aún podemos seguir. Buen viaje, maestro.H. M. Enzensberger fotografiado en Barcelona por Kim Manresa
Se me entenderá mejor si buscan el documental Santoalla, que reconstruye con gran fidelidad y tino la tragedia real en que se inspira As bestas y ofrece perspectivas imprescindibles —y hasta determinantes— sobre una historia que, una vez más, demuestran que la realidad es más amplia que la ficción —tal vez porque la imaginación es uno de los principales recursos de la conciencia.
Edward Hopper: New York Movie, 1939. (No he podido localizar el museo o colección donde se encuentra). |
Como le pasó a Alicia con su conejo (escribo sin segundas intenciones), a veces en mis sueños se cruzan personajes presurosos que no sé de dónde vienen ni a dónde van. Sin ir más lejos, hoy he estado charlando un rato con Román de Ginebra, que había llegado a la habitación en que a veces nos reunimos muertos y vivos de la mano de un pariente que vive en Bruselas. Tras serme presentado en un aparte —o tal vez lo abordé yo con impulsiva franqueza, como suelo—, enseguida me mostró su vivo interés por conocer Eburia, «esa mítica ciudad —me dijo— a orillas del Tajo, famosa por sus cúpulas, sus cacharros y la rareza de sus gentes». Debió de notar mi gesto de asombro porque el de Ginebra enseguida me miró con sonrisa pícara —incluso de “lazarillesca” podría calificarse— y, llevándose el dedo quevediano primero a la boca y luego a la frente, me soltó: «No le digas a nadie que yo te lo he dicho». Pero lejos de mí semejante intención. Caí en la cuenta entonces —lo veo claro ahora— de que estaba en un sueño y lo único que fui capaz de pensar es de dónde habría salido este personaje del que lo desconocía todo. Y me dije que, al despertar, debería escribir una nota sobre los intrusos que se cuelan en nuestros sueños, de dónde vienen, cuál es su naturaleza, por qué nos eligen… Tal vez también ellos sean sólo criaturas extraviadas.