viernes, 12 de octubre de 2018

El color de las cosas

No hay texto alternativo automático disponible.
Ponerle un nombre al color de las cosas no siempre es fácil.
Porque aunque las cosas tengan un color 
y coincidamos en nombrar eso que vemos,
la mayoría de las que nos importan
y están en medio de nuestras vidas
como reyes maduros y triunfantes
o como seres muy menesterosos siempre a punto de pedir limosna
no tiene(n) un color al que podamos darle un nombre.
¿De qué color es, por ejemplo, el sentimiento de impaciencia?
¿De qué color el cansancio espantoso, la obcecación, el rescoldo de alegría,
la ira en conserva, el puro mamoneo,
la implacable y leprosa burocracia,
la nostalgia infinita, el desdén, la risa floja
o los inmisericordes latrocinios que asedian cada día el reducto invencible de nuestros corazones?
¿Y cuál es el color de la hipocresía,de la histeria, la hipérbole, lo híspido... 
y tantas haches mudas
—esas “hachas rupestres” (gracias, Gabo)—
o el de los episodios memorables de la vida que no hemos vivido,
el color de lo que aún no existe pero no puede dejar de existir,
el color con el que nos pensamos el cerebro,
el de la mirada que nos fija en un punto del mundo
o el de la noche que se nos escapa?
No sabemos el nombre del color
y, sin embargo, nos ciega a cada instante
la luz intermitente de las cosas
y el miedo cierto a que no sea posible
despertar.
(No sé si este ¿poema? acaba aquí:
está escrito en mi bloc con tinta verde
y el verde es, por defecto,
el más rancio color de la esperanza).
(De La noche sin excusa, inédito)

La senda tenebrosa

La imagen puede contener: una o varias personas, exterior y naturaleza
Pieter Brueghel el Viejo: La parábola de los ciegos, 1568. Museo de Capodimonte, Nápoles.
Lo del algoritmo pasó a palabras mayores cuando en la publicidad personalizada comenzaron a aparecer productos que utilizaban como reclamo imágenes que ellos sólo habían visto en sueños, en fosfenos intermitentes, en el vuelo fugaz de un deseo apenas formulado.
...

jueves, 11 de octubre de 2018

La Rosenvinge



(Oído en voz alta). Cómo me ha alegrado la concesión del Premio Nacional de la Música dizque Moderna a Christina Rosenvinge (algún día el corrector aprenderá a escribir su nombre de un tirón, sin dudas consonánticas). Que levanten la mano aquellos de mi generación, y aun mediada la siguiente, ya sean heteros, homos o persiles, que no hayan andado enamorados de una artista que es lo más parecido que tenemos por estas latitudes a una princesa princesa, de verdad, dulce y brutal y, sobre todo, lista como una raposa y ágil y delicada como un lince. Un disfrute completo: su voz, su arte, su inteligencia y su toda figura. Noraboa.

El invisible (o)

La imagen puede contener: una persona
Christian Schad: Retrato del Dr. Haustein, 1928. Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid.
©VEGAP
—Créame, doctor, en mi planeta no hay vida.
...

miércoles, 10 de octubre de 2018

Luminarias

La imagen puede contener: cielo, nubes y exterior
Luces de atardecer sobre el cielo de Alcorcón, tras la incineración de Pancho (10.10.16).
A veces se ven sobre el cielo. Otras surgen de fuentes muy diversas. Pero las más iluminadoras son siempre las que provienen de los ojos de los demás seres vivos. Seres vivos.
(Recordando a Pancho)


martes, 9 de octubre de 2018

Nivola

La imagen puede contener: una persona
Dorothea Tanning: Max in a Blue Boat, 1947. Max Ernst Museum, Brühl (Alemania).
«Una de las cosas más raras —me dice— que me han ocurrido en mi vida de escritor es que un personaje haya venido a pedirme cuentas por haberle hecho actor de reparto de una novela concebida con la técnica de la escritura automática».
...

lunes, 8 de octubre de 2018

El dios mortal


No hay texto alternativo automático disponible.
En fuga. Grafiti-firma en Sombrerería, Eburia. ©️3&i•

No hay más razón de ser que el entusiasmo:
vivir no es suficiente. Se te agota
el capital de luz mientras te brota
una sed ciega. Ya el maestro Erasmo

elogió la locura frente al pasmo
de no saber la noche ni la ignota
constelación que asedia a esta remota
isla que, en su deriva y su marasmo,
es un puro ir no más al fin de todo.
Así que, en tu pobreza de señales
de vida comprensible y sin los dones
que da la eternidad, busca a tu modo,
precario y fiel, la cura de tus males
y aviva, oh dios mortal, tus ilusiones.