martes, 8 de mayo de 2018

Tormenta

La imagen puede contener: cielo, nubes y exterior

(Al paso, 32). El instante anterior a la tormenta. Sobre una casi desconocida plaza de Cibeles y la camuflada «Nuestra Señora de las Comunicaciones». Ayer, lunes 7, hacia las 20:30, después del «homenaje a Ferlosio» en el Cervantes, en torno a la presentación de la biografía (no autorizada) escrta por el periodista J. Benito Fernández. Y sin que necesariamente quepa establecer nexo alguno entre la respuesta del cielo y la posible del homenajeado si la circunstancia misma, o alguna de las cosas que en ella se peroraron (todas objetivamente interesantes), hubiera o hubiesen llegado a sus oídos. En Madrid, lo mismo que nos mata nos da vida.

Gila antes de Gila



(Cinemagias, 🎬26). Entre los atractivos de ver cine español “antiguo”, uno de los más agradables son las sorpresas que suele depararnos la presencia, a menudo en pequeños y hasta insignificantes papeles, de actores o personajes después muy reconocidos. Anoche, por ejemplo, viendo Aventuras del barbero de Sevilla, película de Ladislao Vajda, entre otros detalles quedé fascinado por la aparición de un Miguel Gila ya de cuerpo entero, nada menos que en el glorioso año de 1954, y en lo que sería su segunda aparición en la gran pantalla.
El Gila genial, que haría de sus historias telefónicas de la guerra una de las cumbres de nuestro humor, ya asoma con total y elocuente claridad en esta secuencia de una película de género musical, hecha para el lucimiento de Luis Mariano y Lolita Sevilla, pero que tiene momentos muy divertidos y un guion con varias vueltas bien hiladas.
No es la mejor de su director —otro día me gustaría rescatar fragmentos de Mi tío Jacinto o, también, por su peso “emocional”, de Marcelino pan y vino, aquel dramón poetizante que colonizó parte de nuestra infancia—, pero en ella, junto al buen dúo de los protagonistas y la sorpresa de Gila, hay intervenciones no desdeñables de Pepe Isbert, Fernando Sancho, Emma Penella o José María Rodero, entre otros.

Babel (9)

La imagen puede contener: interior
Friedensreich Regentag Dunkelbunt Hundertwasser: Le bateau Babel, 1958.
Nombres
«El de la rosa —dijo B, que laboraba en los cimientos de la Torre— está bien claro, ya lo muestra su naturaleza. Pero del Nilo, sabemos que fue la respuesta del patriarca cuando le pidieron opinión sobre cómo llamar a aquella vasta extensión de agua: “Ni lo sé, ni lo diré”, respondió. Y añadió luego: “Y si me río, me río”».
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lunes, 7 de mayo de 2018

El enigma

La imagen puede contener: una o varias personas
Jan van Eyck: San Jerónimo en su estudio, 1432. Altar de la catedral de Gante.
No podía dejar de darle velutas.
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domingo, 6 de mayo de 2018

El último clásico


                                               
                                                       
                                                        En homenaje a Andrés Iniesta, 
                                                        que hoy lo juega, 06.05.18

El fútbol sin pasión no es casi nada,
igual que casi todo. No hay partido
que merezca la pena si el pitido
final no pone fin (también) a la jugada
del nervio a flor de piel, al fiel latido
del corazón vibrante que, en la grada
o en el sillón, no encuentra más coartada
que la victoria: el reino prometido.
Pero, frente al furor enrabietado
que sólo ama un color y odia al rival,
se alza el fervor del juego como fiesta.
Ni culé ni merengue, he cultivado,
siempre al filo de la pasión neutral,
una emoción llamada Andrés Iniesta.

Literal

Max Beckmann: Familienbild, 1920, The Museum of Modern Art, New York
Schenkung Abby Adrich Rockefeller, 1935, © VG Bild-Kunst, Bonn 2018
En los diarios de Kafka pudo oír «el restregarse entre sí de las consonantes, con un ruido de hojalata, y cómo las vocales se unían a ellas cantando como negros de barraca de feria».
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sábado, 5 de mayo de 2018

Adiós a Íñigo

Aquellos años, aquella imagen....
(Lecturas en voz alta, 🙏82). Es natural y comprensible el coro de voces tristes, agradecidas y admiradas que despide a José María Iñigo: con él desaparece uno de los mayores comunicadores del país, y en mi particular memoria el primer periodista “moderno” del que tuve noticia, a través de la revista «Mundo joven», y en alguna medida responsable de que, a la hora de decidirme entre los estudios de Filosofía y Letras o Periodismo, fueran estos últimos los elegidos. A principios de los años 70, Íñigo era un señuelo de modernidad y aunque después pudiera parecernos que se fue atrincherando en una carrera de éxitos algo convencional, no tardamos en percibir que era alguien capaz de reinventarse una y otra vez, un resistente nato. Y un profesional todoterreno. Siempre he sentido por él, además de una gran admiración, una extraña sintonía y hasta sensación de familiaridad, más extraña aún si se tiene en cuenta que nunca lo he tratado. Ahora su muerte, no por esperada menos cruel, es un claro aviso —uno más, pero muy acuciante— de que esto, definitivamente, va en serio. Buen viaje, maestro. Gracias por el ejemplo.