Cuando 1 amarillo (Contador ) y 11 blanco (Schleck) suman 100/100 gris = el Tour 2010.
(Imagen tomada de la Página oficial del Tour)
(Imagen tomada de la Página oficial del Tour)
El Tour 2010, salvo sorpresas de última hora, va a suponer la quinta victoria consecutiva de ciclistas españoles, igualando así entre tres corredores lo que Miguelón Indurain consiguió él solo de 1991 a 1995. Pero no pasará a la historia.
Tras seguirlo con el mismo interés de siempre, con una fidelidad que forma parte de mis ritos caniculares, puedo dar fe de que ha sido uno de los más aburridos de los últimos años, sólo animado por incidentes menores, algunas ráfagas mínimas de emoción y, eso sí, toneladas de fair-play. Tantas y tan reiteradas que en algún caso daban hasta para pensar en un reparto de papeles, si no pactado de antemano (que no creo), sí consensuado a la vista de las circunstancias.
Tal vez la igualdad de fuerzas entre los dos grandes favoritos, Contador y Schleck, es tan milimétrica, que la competición no daba para más duelos que el que se produjo en los últimos diez kilómetros de la subida del Tourmalet, donde se vio una disponibilidad de recursos tan pareja que a punto estuvieron los dos ciclistas de entrar de la mano, o incluso uno en los brazos del otro. Eso y aquel demarraje, ascendiendo hacia Bagnères-de-Luchon, en el que a Andy Schleck se le salió la cadena y dio pie a una absurda polémica, es lo único que los aficionados podemos mantener en la retina.
Pero han sido muchos kilómetros sin casi una emoción verdadera que llevarse a la siesta como para pensar que todo sea debido a esa igualdad. ¿Un exceso de cálculo? ¿Mediocridad por norma? ¿Sentimientos de culpa generalizados, en un deporte siempre bajo sospecha, que intentan enjugarse con gestos retóricos de caballerosidad?
Decía el abulense Carlos Sastre, que es tan buen corredor como escasamente diplomático, que algunos están convirtiendo el ciclismo en «una patraña de niñatos». Sus palabras son injustas. E incluso su propia incapacidad para romper ese estado de cosas debería hacerle recapacitar (tampoco sería la primera vez que se desdijera). Pero es verdad que se echa en falta un punto de ambición y de capacidad de aventura. Cierta forma de abordar la carrera que el estilo característico de Contador (a la antigua usanza) nos prometía y que en esta ocasión parece haberse esfumado.
En fin, pocas veces he dicho agur (¿abur?) a un Tour con menos sentimiento. Me queda el consuelo de soñar con el próximo.