Viendo anoche cómo Andrés Iniesta (de fútbol hablo) dirigía inspirado otra función soberbia de jogo bonito, y mientras observaba los primeros planos de su humanísimo y despejado rostro en la minúscula tele de la posada, me dio por pensar en el éxito que en tierras manchegas han tenido los hipotéticos genes de los rasgos físicos faciales atribuibles a Sancho Panza, al menos en lo que a personajes de relieve se refiere. Además del propio Iniesta, ahí están Pedro Almodóvar o incluso el ex presidente José Bono como ejemplos preclaros de mancheguía claramente alineables en ese bando del otro héroe cervantino. También podría añadirse al emergente cómico Joaquín Reyes, aunque sus extraordinarias habilidades camaleónicas hacen difícil apresarlo en una sola madriguera. La nómina sin duda podría extenderse.
Sólo después de andar un buen rato enredado en estas peregrinas reflexiones (que en todo caso y como a la pata la llana me sirven para homenajear a algunos de mis mediocompatriotas más distinguidos) caigo en la cuenta de que hoy, 23 de abril, es el día cervantino por antonomasia. De una forma u otra, felizmente nunca podremos librarnos de la herencia del genio de Cervantes. Su vasta y acogedora sombra se proyecta sobre todos y cada uno de los rincones de ese lugar imaginario llamado realidad.